Apocalipsis Dia Z: Infeccion

II

Al día siguiente, caminé alrededor de la base para buscar a un hombre que según decían, evitó que toda una escuela acabe destruida y los niños infectados. Tenía ganas de conocer esa historia, saber cómo los rescató uno por uno, la curiosidad me invadía. Hubo una persona que me llamaba la atención de los recién llegados, era un joven, vestía de negro; a su lado, se encontraban las niñas que vi anteriormente y detrás de ellas, una señorita, de no más de dieciocho años, pero ahora mi prioridad era aquel hombre, al que algunos comenzaron a llamar héroe.

Entré en una tienda de campaña y lo vi sentado almorzando, estaba golpeado y tenía vendajes en su cabeza y los brazos, cuidadosamente me fui acercando hasta dónde estaba, tomé asiento una silla y lo miré, a su lado en el suelo, se encontraba una niña de entre seis y nueve años jugando con unas muñecas.

—Disculpe —interrumpí su comida—. ¿Es usted el hombre al que llaman héroe?

—No soy héroe... solo hice lo que debía en el momento adecuado —contestó mientras dejaba la comida en el suelo y se limpiaba la boca con una servilleta—. ¿Qué se le ofrece?

—Vengo a que me narre su experiencia... Quisiera saber su nombre y edad.

Aquel sujeto suspiró y contestó:

—Me llamo Freddy y tengo 32 años... No sé por dónde comenzar a contar.

—¿Dónde se encontraba usted cuándo comenzó el brote? —pregunté sacando otro cigarrillo—. ¿No le molesta el que fume verdad?

—No me molesta —replicó—. Había dejado a mi hija en la escuela, cursaba el tercer año de primaria... Fui a mi trabajo como guardia de seguridad en un banco, no sin antes desayunar en una cafetería, pero algo me parecía extraño; notaba que había más policías de lo habitual, observaba todo desde la ventana, me quedé allí un momento y luego salí, pues se me hacía tarde.

Lo notaba muy tranquilo, pensé que era de esas personas frías o tal vez no quería demostrar sentimientos, quién sabe.

—¿Qué sucedió después?

—Ninguna novedad, hasta que vi como unos autos se chocaban, algunos se incendiaron y explotaron, entonces escuché gritos, y observé claramente como de uno de los autos salía una persona totalmente quemada, caminaba como si no le pasara nada —volvió a probar bocado y bebió un poco de agua—. Y cuando me vio, corrió hacia mi persona, tenía intenciones de atacarme, por defensa, desenfundé mi pistola y disparé, aquel tipo cayó.

—¿Lo mató? —interrogué dando una inhalada al cigarrillo, en la libreta escribía tal cual me contaba.

—Eso pensé yo... le disparé en el corazón pero se levantó, aparecieron militares y comenzaron a disparar a más de esas cosas, sin importar si herían a los que se encontraban escapando —cruzó los brazos y me miró fijamente—. Entonces recordé a mi hija y robando un auto me dirigí a toda velocidad a la escuela, atropellaba a cualquiera que se me cruzara.

—¿Qué hizo cuándo llegó a su destino? —devolví la mirada con serenidad.

—Pues fui a buscar a mi niña, pero al entrar encontré una masacre, en el suelo del patio habían muchos cadáveres mutilados, la mayoría... niños, algunos no pasaban de los diez años, trataba de no ver y caminé a su salón de clases, de alguna forma, este se encontraba cerrado por dentro, la profesora no dejaba entrar, del otro lado, escuché a mi hija pedir que me dejaran entrar.

—De casualidad, ¿Cómo se llama su hija?

—Adriana —respondió—. La profesora abrió la puerta y entré —hizo una pausa por unos segundos y continuó—. Los niños que allí había estaban muy asustados, algunos lloraban desesperadamente. Mi hija se lanzó a mí y me abrazó de la cintura, le acaricié la cabeza y le pregunté a la profesora que había sucedido.

—¿Qué respondió? —terminé de anotar hasta donde había narrado, la mano me temblaba, tal vez por el frío o por la curiosidad—. Antes de que conteste, descansemos un momento.

Me levanté del asiento y deje que terminara de comer, yo me acabe de fumar el cigarrillo y saqué otro, tal vez por la desesperación de saber que ocurrió claramente desde su punto de vista. El bolígrafo se quedó sin tinta por lo que tuve que sacar otro del bolsillo, jugueteaba con mis dedos, volví a mirar al hombre, sin embargo este me desvió su mirada, algo le molestaba, quizá mi presencia u otra cosa, encendí el cigarrillo nuevo y miré hacia afuera, los jóvenes que llegaron en el helicóptero estaban reuniéndose, parecía que realizarían algo, no tomé importancia y caminé a la silla.

—Continuemos —añadí tomando asiento—. ¿Qué fue lo que le respondió la profesora?

—Que un padre de familia había enloquecido y atacó al director que estaba dando un comunicado, muriendo en el acto y mientras evacuaban a los estudiantes, el mismo director... resucita y comienza a morder y a comerse a los demás padres de familia, cuando ella se dio cuenta de lo que pasaba, se llevó a los estudiantes y se encerró con ellos a esperar a que todo cesara... —dijo suavemente—. De repente escuché ruidos escalofriantes en los pasillos, salí por un momento y observé a... niños, tenían sus ojos blancos, otros ensangrentados, se acercaron a una gran velocidad; entré y cerré la puerta del salón de clases, arañaban y golpeaban muy fuerte.

—Dicen que salió con los infantes, ¿Cómo lo hizo?

—Espere a que se fueran esas cosas, estuvimos días allí encerrados sin saber que pasaba afuera —contestó mirando a la niña—. Cuando se fueron, abrí lentamente la puerta y di una señal para que salgan, desenfundé el arma y apunté a todos lados, procurando vigilar bien hasta que todos hayan escapado.




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