Capítulo 1
EL DÍA DEL FIN.
La vida es algo peligroso largo y continuo, que cansaría a cualquiera. Estaba en el trabajo como siempre cansado, aburrido de mi vida.
El ambiente esta oscuro, sobrio y húmedo….
-ehh, pero porque estoy corriendo, comencé a sentir algo me seguía, pero no quería darme la vuelta a ver que era de todos modos sentía que era peligroso dejarme alcanzar. Seguía corriendo hasta que al final me alcanzo y con sus brazos me agarro del hombro derecho
-Jefe: ¡ey Jorge que haces durmiendo en el trabajo, no te pago para eso!
-Jorge: umm –mi mente todavía no comprendía lo que estaba sucediendo-
-Jefe: yo no admito errores en esta empresa lo errores llevan al fracaso
-Jorge: ahh lo siento jefe es que no he dormido últimamente bien y no sé en qué momento me dormí la verdad
-Jefe: lo siento no me interesan tus problemas, a partir de este momento está despedido de la ATDH
ATDH: “Asociación tecnológica para el desarrollo humano” 1:30 PM hora de salida de la empresa Veinticinco minutos después llegaba a mi casa
-Bueno sigo un poco agotado entrare a la casa a descansar
- encendí la chimenea para calentar un poco el ambiente
–parece que enero está siendo más frio en el último dos años-, subí al segundo piso y quedé dormido al solo tocar la almohada.
4:00 PM…
Un perturbador sonido de latas me despierta de mi sueño.
Pensé: ¡maldición, se habrán metido los ladrones a robar!
Mientras sonaban las latas en la cocina, decidí bajar poco a poco las escaleras que antes había subido y que me llevarían al primer piso. Mientras llegaba al primer piso, mi respiración era agitada, mi garganta baja saliva y mi piel era de gallina. Encontré mi paraguas en un cesto de aluminio ubicado en el pasillo que llevaba a la cocina. Al intentar sacar el paraguas, el cesto se cayó, ocasionando un ruido estruendoso. Una persona salió disparada de la cocina y chocó contra la pared de la escalera. Su cabeza se giró, me vio fijamente y yo a él.
-Jorge: fuera de mi casa o llamare a la policía -grité.
Comenzó a caminar en dirección hacia mí.
Y un rayo de luz que entraba por la cocina lo iluminó. Tenía ojos amarillos con su pupila roja, uñas que se habían transformado en garras filosas y su piel se había vuelto gris como algunos tipos de peces. Comenzó a correr y se abalanzó contra mí, abriendo su boca con filosos dientes que destrozaron mi paraguas. Me lanzó un zarpazo e intenté bloquearlo con mi brazo derecho sin medir las consecuencias.
-¡Ahh, maldición! -grité. Mi brazo quedó destrozado, la herida era profunda y sangraba. Había separado la piel y la epidermis del brazo como si fuera papel. Este zarpazo hizo que cayera al suelo del dolor y comencé a arrastrarme con mi brazo izquierdo poco a poco hacia atrás. La sangre que había quedado esparcida en el suelo la comenzó a lamer. Esto me dio una oportunidad de pensar en algo.
Debo conseguir algo más resistente para matar a este imbécil -pensé.
Me dirigí a la chimenea, recogí la limpia ceniza, saqué la punta del fuego, esperé que se abalanzara contra mí y finalmente logré atravesar su cabeza. Esto lo desconcertó y comenzó a moverse de lado, intentando sacarlo. Agarré otro poco de limpia ceniza y se lo clavé en el corazón. Gritaba demasiado y a un volumen impresionante que no me sorprendería que se escuchara a dos o tres casas a la redonda. Mi brazo sangraba, me arrastré a la mesa y con el brazo izquierdo me sujeté y me levanté. Al agarrarme de la mesa, el televisor se encendió. Pasaban las noticias por el canal. Era raro, no era hora de ellas. Comenzaron a hablar de brotes, ataques e infecciones. No solo era yo, era toda la ciudad y quién sabe en dónde más. Decidí bajar al sótano a desinfectar la herida y vendarla comencé a moverme poco a poco y logre ponerme frente a la escalera que me llevaría al oscuro y tenebroso sótano.