Apostando al Amor

Capítulo 2. Una Apuesta cruel

Los cielos lloraban, cubriendo el mundo fuera de la biblioteca de la secundaria con una cortina de lluvia que Aurora encontró reconfortante. Reflejaba el caos silencioso en su corazón: una mezcla de paz y tumulto, como el ritmo de las gotas de lluvia contra el cristal. Este pequeño y apartado rincón del mundo, lleno del olor a humedad de los libros viejos y el susurro silencioso de pasar las páginas, era su santuario. Fuera de esos muros, la cacofonía de la vida en la escuela secundaria zumbaba como un intruso no deseado. Era una vida en la que ella, la nerd por excelencia, y Connor, el capitán de baloncesto con los mechones bañados por el sol y una sonrisa que parecía deslumbrar a todos menos a ella, existían en universos paralelos que nunca se entrelazaban. O eso había pensado ella.

Ese día, el universo conspiró para demostrar que estaba equivocada. La Sra. Henderson, su maestra de literatura, anunció las parejas para el proyecto de un semestre sobre literatura clásica. Para total consternación de Aurora, su compañero no era otro que Connor. Podía escuchar los susurros y las risitas resonar en el salón de clases, un coro de incredulidad mezclado con diversión. ¿Por qué el destino conspiraría para enredar su tranquila vida con su caótica brillantez?

Connor, por otro lado, vio esto como la oportunidad perfecta para avanzar en el juego, en el desafío propuesto por sus amigos: "Gánate el corazón de la reina de hielo”

— Connor esa chica nunca caerá ante ti — sonrió con sarcasmo al recordar la acotación de su mejor amigo.

— ¿Quieres apostar? — respondió Connor, con la absoluta seguridad que le daba ser el chico más guapo, popular y con mayor nivel económico que cualquier otro.

— No lo harás, no te creo — replicó Liam, ampliando su sonrisa.

— Lo haré, no hay nada imposible para mí —aseguró. Por supuesto que lo haría, a Connor los desafíos le encantaban, hacía mas fascinante su estadía en la secundaria Hilton.

— Este desafío será bastante grande, dicen que es la reina del hielo, ni siquiera sabemos si habla o es muda, nunca la oí decir una palabra en clase — agregó Mateo.

—Entonces, ¿esto es una apuesta? —preguntó Liam, tendiéndole la mano a su capitán y mejor amigo. Ambos se estrecharon las manos, sellando un pacto en el que solo ellos tres conocían los planes de Connor para los meses restantes del año escolar.

—Esto va a ser interesante —murmuró, mirando a sus dos mejores amigos a su lado antes de posar la mirada en Aurora, que se giró para mirar sobre su hombro con una expresión de pesar.

Connor, lo veía como mero entretenimiento, una diversión en su monótona saga de secundaria. Sin embargo, mirando la expresión desconcertada de Aurora, algo cambió. ¿Fue culpa o quizás los primeros indicios de interés genuino?

—¡Formen grupos! —pidió la profesora sin perder tiempo. Aurora, acostumbrada a la paz y tranquilidad, tragó con dificultad y se acercó a su profesora de literatura.

— ¿Sí, Aurora? —preguntó la maestra al verla parada frente a su mesa sin atreverse a hablar.

— Yo… —ella se aclaró la garganta—, yo profesora, no podría hacer el proyecto sola —dijo ella, parpadeando rápidamente.

— No, Aurora, es un proyecto en pareja. Te he asignado un compañero, así que por favor comiencen a trabajar. Tienen un mes para entregar el proyecto final —dijo la maestra ignorando lo que pasaba en el mundo de Aurora. Ella se mordió el labio con fuerza, sintiendo que su corazón iba a estallar. Sin poder replicar nada más, se volteó y se encontró con los profundos ojos de Connor mirándola expectante.

Y al no hallar otra opción, se sentó en su solitaria silla, sintiendo cómo su pulso se aceleraba al verlo tomar asiento a su lado.

Su primer encuentro fue nada menos que un desastre. Los intentos de conversar encontraron respuestas frías y mesuradas. Las defensas de Aurora estaban altas y su mirada a menudo se desviaba hacia la ventana, anhelando el consuelo de la lluvia. Connor, no acostumbrado a ser el receptor de la indiferencia, buscó a tientas las palabras y su encanto habitual se desmoronó.

Al finalizar la clase de literatura, ella fue la primera en abandonar el salón, como huyendo de algo inevitable, con la sensación de que su tranquila vida comenzaba a desmoronarse.

Huyó entre los estantes y libros que la rodeaban, escondiéndose de la difícil realidad. Tomó un viejo libro de fantasía, abandonando este mundo y transportándose a través de las hojas a otro. Y tan pronto como pasaron las horas y afuera la lluvia cesó dando paso a la promesa de un arco iris, Aurora, salió de la gran biblioteca de la secundaria Hilton y se dirigió a su casillero.

—Hola, Aurora, ¿verdad? —ella dejó sus cuadernos a medio camino y se mantuvo totalmente inmóvil al oír una voz detrás. No quería voltear, sabía de quien se trataba.

No tuvo otra opción más que girarse lentamente hacia él, sintiendo una mezcla de sorpresa y cautela. —Sí, soy yo. ¿Qué necesitas? —su voz sonó más firme de lo que esperaba, un pequeño triunfo personal al ser notada de repente.

Connor, ese chico apuesto, popular y extrovertido, sonrió y Aurora sintió una extraña sensación instalarse en su pecho. —Bueno es que seremos compañeros de proyecto. A propósito, soy Connor —dijo el chico extendiendo la mano hacia ella. Aurora solo miró la mano tendida, pero decidió mantenerse como estaba. Connor, algo molesto al ser objeto de indiferencia, la bajó de nuevo.

—No tengo opción —murmuró ella en voz baja.

—Voy a hacer un horario de actividades que puedas ajustar a tu ocupada vida —dijo ella sin levantar la mirada. Connor percibió cierta molestia en sutono de voz.

—Está bien, avísame cuando lo tengas listo —respondió ajustando su mochila en el hombro y se alejó de Aurora, permitiéndole recuperar el aliento.

—Esto no puede ser —dijo ella cerrando su casillero bruscamente, quedándose unos minutos allí, procesando lo que iba a ocurrir a partir de ese día.




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