Todo el fin de semana, Aurora no dejó de pensar en Connor y en ese casi beso que no se dio. Una mezcla de emociones la inundaba constantemente: confusión, anhelo, incertidumbre. Su mente regresó una y otra vez a ese momento, preguntándose qué habría pasado si no lo hubiera detenido. A Connor le sucedió lo mismo. No sabía por qué no podía dejar de pensar en Aurora, ese breve instante había sido una sacudida a sus emociones, algo que no había anticipado.
El lunes, el amanecer trajo consigo un nuevo día en la secundaria Hilton. Aurora se despertó temprano, sintiendo una emoción inusual que no podía explicar del todo. Pasó más tiempo frente al espejo del baño, cepillando su cabello hasta dejarlo liso y sedoso. Tomó su rubor y lo aplicó cuidadosamente en sus mejillas, logrando un tono suave que iluminaba su rostro de una manera nueva y fresca. Le parecía raro preocuparse tanto por su apariencia, pero había algo en el modo en que Connor la miraba que la hacía querer destacar.
Al llegar a la escuela, Aurora sintió cómo su corazón latía más fuerte de lo habitual. Sabía que vería a Connor y no estaba segura de cómo enfrentarían la tensión que había quedado en el aire desde su último encuentro. Caminó por los pasillos con pasos ligeros, dirigiéndose hacia su casillero mientras los murmullos habituales de los estudiantes llenaban el ambiente. Buscó a Connor entre la multitud, pero no pudo verlo al principio, lo que incrementó su nerviosismo.
Connor, por su parte, había pasado el fin de semana tratando de encontrar una solución a los problemas que planteaba su padre. La presión sobre sus hombros era asfixiante, pero su mente inevitablemente regresó a ese casi beso con Aurora. Ella se había convertido en esos últimos tiempos en alguien importante, no sabía realmente por qué. Incluso de estaba replanteando dejar de lado la apuesta y dejar de hablar con ella. Porque lo que sentía cuando la veía no era normal y eso lo asustaba, porque nunca le había sucedido algo parecido con ninguna chica.
En el aula de literatura, Aurora se sentó en su lugar de siempre, sacando su libro y sus apuntes. La anticipación de ver a Connor la mantenía alerta, cada pequeño ruido la hacía levantar la vista. Cuando él finalmente entró, su entrada no pasó desapercibida para Aurora. Connor también fijó sus ojos en ella de inmediato y su mirada se suavizó al encontrarse con la de ella.
Tomó asiento detrás de ella, ese día ninguno de sus amigos había asistido a la clase de literatura para su buena suerte, entonces se sentó justo detrás de ella. Inclinó su cuerpo hacia delante.
—Hola, Aurora —dijo en un tono cálido, tratando de romper el hielo.
—Hola, Connor —respondió ella, sintiéndose más consciente que nunca de su cabello liso y su rubor en las mejillas.
—Estas diferente hoy —susurró Connor, estremeciéndola al instante. Una sola mirada bastó para que Connor se diera cuenta de lo hermosa que se veía Aurora ese día.
Ella se sintió de una manera diferente y no estaba segura si le agradaba o le asustaba esa sensación.
—Guarden silencio y presten atención, hoy hablaremos de un libro que les fascinará —dijo la maestra Henderson.
—¿Qué tal tu fin de semana? —volvió a preguntar él en susurros roncos en el cuello de Aurora. Ella tragó con dificultad intentando concentrarse en la clase. Pero Connor hacía que su mente y sus pensamientos solo estuvieran dirigidos a él.
Por la tarde, Connor se dirigía al salón de entrenamiento, pero hizo una parada al ver a Aurora en su casillero. Se acercó a ella y la tomó desprevenida sobresaltándola. Apoyó una de sus manos arriba del casillero de Aurora y la miró con una sonrisa. Ella pestañeó con prisa y se relamió los labios.
—Aurora, me encantaría hablar más contigo. ¿Te gustaría ir a tomar un café después de clases, en la cafetería aquí cerca? —preguntó él, mientras tanto ella no podía dejar de mirar su rostro que cada día le parecía más atractivo.
Aurora sintió cómo su corazón se aceleraba. La idea de pasar más tiempo con Connor fuera del ambiente escolar era tentadora, aunque también aterradora. Sin embargo, decidió arriesgarse.
—Claro, me encantaría —respondió con una sonrisa tímida.
—Entonces, nos vemos más tarde —le dijo antes de alejarse de ella al verla asentir levemente.
Ella se quedó mirando por donde se perdía su esbelta figura y los nervios la invadieron, sin darse cuenta se encontraba sonriendo y luego se percató de algunas miradas dirigidas a ella de algunos alumnos que presenciaron la escena del chico más popular y encantador de la escuela hablando con la chica nerd.
Aurora se dirigió a la pequeña cafetería cerca de la secundaria Hilton con el corazón latiendo de anticipación. La misma cafetería en la que ella siempre iba a pasar tiempo sola, tomando un café y leyendo un buen libro. Pero ahora, mientras giraba la esquina y veía el letrero de neón titilando, una nerviosa expectativa se apoderaba de ella.
Entró y eligió una mesa al fondo, alejada del bullicio de los clientes habituales. Ordenó un café y se sentó, observando la puerta por donde esperaba que Connor apareciera en cualquier momento. La emoción por verlo nuevamente se mezclaba con una leve inquietud proveniente de la inseguridad y las dudas que aún persistían en su mente.
Pasaron los minutos lentamente. A cada sonido de la campanilla de la puerta, Aurora levantaba la mirada con esperanza solo para ver a alguna figura desconocida entrar. Su café, inicialmente caliente, empezó a enfriarse, ella jugaba nerviosamente con la cucharilla, haciendo círculos en el líquido oscuro.
Pasaron dos horas. Cada minuto que pasaba, la emoción en su pecho se desvanecía gradualmente, siendo reemplazada por una sensación de rechazo y tristeza. Sus dedos temblaban ligeramente cuando sacó su teléfono, revisando una vez más si había algún mensaje de Connor. Pero la pantalla permanece vacía, sin ninguna notificación nueva.
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Editado: 18.07.2024