Apostémosle al amor

Capítulo 9: Novia

Romina

Sentí cómo el mundo se desmoronaba un poco a mi alrededor. Mantuve una sonrisa forzada mientras mis pensamientos corrían desbocados. ¿Novia? Daniel nunca me había mencionado nada.

Daniel trató de intervenir, su voz cargada de preocupación.

—Romina, no es lo que parece. Daniela y yo...

Lo interrumpí, levantando una mano para detenerlo. No quería escuchar ninguna explicación en ese momento.

—Daniel, está bien. Solo quería compartir una buena noticia —dije, esforzándome por mantener la compostura—. El proyecto fue aprobado. El cliente quedó encantado.

Daniel me miró con ojos llenos de culpa y confusión. Pude ver que quería decir algo más, pero simplemente no encontraba las palabras adecuadas.

Tomé aire y forcé una sonrisa aún más grande.—Realmente tengo que irme ahora, tengo otra reunión —mentí. Necesitaba salir de ahí, alejarme de esa situación incómoda.

Me di la vuelta rápidamente, sin esperar su respuesta. Sentí su mirada en mi espalda mientras me alejaba. Apenas salí del lugar, el aire fresco golpeó mi rostro, dándome una pequeña sensación de alivio. Mi mente seguía tratando de procesar lo que acababa de pasar.

"Esto no me importa", me repetí a mí misma, tratando de convencerme. "No estoy interesada en Daniel de esa manera. Solo es una apuesta. Una apuesta que debo ganar."

Mis pasos se aceleraron mientras cruzaba la calle, buscando cualquier distracción que me ayudara a olvidar la incomodidad de la situación. Entré en una pequeña cafetería que solía visitar cuando necesitaba un respiro. Me acerqué al mostrador y pedí un café con leche, tratando de no pensar en Daniel y en esa mujer llamada Daniela.

"Es ridículo que me afecte tanto", pensé mientras tomaba mi café y me sentaba en una mesa junto a la ventana. "Tengo mi vida, mis proyectos, mis propios sueños. Lo que Daniel haga o deje de hacer no debería importarme."

Pero, por más que intentaba ignorarlo, no podía dejar de sentir una punzada de dolor en el pecho. "Quizás es solo el orgullo herido", me dije a mí misma. "No es que realmente me importe Daniel. Es solo que odio sentirme fuera de control, como si no tuviera el control total de la situación."

Miré por la ventana, viendo cómo la gente pasaba apresurada, cada uno inmerso en su propio mundo. "Tengo que concentrarme en lo que realmente importa", me recordé. "Mi carrera. No hay lugar para complicaciones innecesarias."

Después de terminar mi café, me dirigí a casa. Necesitaba un poco de tiempo para mí misma, lejos de las preguntas y las dudas. Llegué a mi apartamento, me puse ropa cómoda y me hundí en el sofá. Encendí la televisión y busqué una película que me ayudara a distraerme. Elegí una comedia ligera, esperando que me sacara una sonrisa y me hiciera olvidar el encuentro con Daniel.

Con el paso del tiempo, la comedia ligera cumplió su propósito, arrancándome algunas risas. Decidí que un poco de autocuidado no vendría mal. Me dirigí al baño, saqué una mascarilla facial de mi colección y la apliqué sobre mi rostro. La mascarilla era de color verde brillante y tenía una textura extraña, casi alienígena, pero prometía dejar mi piel radiante.

Me miré en el espejo y sonreí a mi reflejo. "Es increíble lo que una buena mascarilla puede hacer por el ánimo", pensé, mientras la dejaba actuar.

Justo cuando estaba a punto de volver al sofá, escuché el timbre de la puerta. Fruncí el ceño, preguntándome quién podría ser a esa hora. Me dirigí a la puerta y la abrí, olvidando por completo la mascarilla verde en mi rostro.

Allí estaba Daniel, con una expresión de sorpresa al verme.

—Romina, tenemos que hablar —dijo, tratando de contener una sonrisa ante mi aspecto.

—Daniel, creo que no es el mejor momento —respondí, tratando de cerrar la puerta, pero él la detuvo con su mano.

—Por favor, déjame explicarte —insistió, su mirada llena de sinceridad.

Suspiré y di un paso atrás, permitiéndole entrar. Cerré la puerta detrás de él y nos dirigimos al sofá. Me senté, cruzando los brazos, esperando a que comenzara.

—Lo siento mucho por cómo te enteraste de todo esto —comenzó Daniel, sentándose a mi lado—. Daniela y yo... tuvimos una relación hace mucho tiempo, pero eso terminó antes de que tú y yo empezáramos a salir. No quería complicar las cosas mencionándolo porque no pensé que fuera relevante.

Lo miré, tratando de mantener mi compostura y resistiendo la tentación de tocarme la cara.

—¿Y por qué está aquí ahora? —pregunté, intentando sonar indiferente.

—Porque es una vieja amiga de la familia y vino a visitarnos. No hay nada más, te lo prometo. No tengo nada que esconder, Romina —dijo, su voz suave pero firme.

—por supuesto— dije sonando indiferente

Daniel me dedico una mirada suplicante. —Romina, realmente no hay nada. Daniela y yo somos solo amigos ahora.

—Pues te recuerdo que se presentó como tu novia —dije, levantando una ceja.

Daniel pareció desconcertado por un momento antes de responder. —Sí, lo sé. Fue un malentendido. Ella no quería incomodarte ni causar problemas.

Lo miré con escepticismo. —Un malentendido bastante conveniente, ¿no crees?

Daniel soltó un suspiro y se pasó una mano por el cabello. —Lo sé, Romina. Y lamento mucho que esto haya sucedido así. Te prometo que no volverá a ocurrir.

Me incliné hacia atrás en el sofá, cruzando los brazos. —Bien. Espero que así sea. Porque no me gusta sentir que me están ocultando cosas.

Daniel asintió, sus ojos reflejando sinceridad. —No te estoy ocultando nada. Solo quiero ser transparente contigo de ahora en adelante.

—Está bien, Daniel. Voy a creer en ti —dije finalmente.

Daniel sonrió al escuchar mis palabras y pareció relajarse un poco. —Gracias, Romina. No te arrepentirás de esto, lo prometo.

—Por favor, no me hagas arrepentirme —dije, intentando mantener una expresión seria, aunque una pequeña sonrisa comenzaba a formarse en mis labios.



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En el texto hay: romance, comedia y drama

Editado: 30.10.2024

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