Apuestas?

Capítulo 3 "Cenicienta"

Cenicienta

 

Fue bueno mientras duro.

Es lo que pienso cuando suena el timbre indicando que debo buscar a la peste. Gruño antes de levantarme y de mala gana guardo mis cosas en la mochila. Creo que me tardo algo a propósito para no verla.

Ah, no la soporto.

Me saca de mis casillas, de mis cabales. ¡Incluso creo que me saca canas! ¡Y estoy muy joven para recurrir al tinte! Aunque no me molestaría poder jugar con los colores.

Sacudo la cabeza, mamá es capaz de raparme si me ve con un arcoíris en la cabeza en lugar de cabello.

Cierro la mochila y luego murmuro “mierda” cuando me doy cuenta de que deje el estúpido volante dentro de esta. Así que la abro de nuevo y saco el papel para luego volverla a cerrar. Lo miro mal cuando lo tengo en mis manos, como si el pobre tuviera la culpa de todo y como castigo, hago un piojito de origami con este. Cuando acabo lo muevo como si tuviera una boca y saco un marcador para ponerle dos puntos negros simulando que son sus ojos.

-Ve a verme si tienes algo que decir-parafraseo sus palabras mientras muevo el piojito-Pues ahí voy con míster piojito, pequeña peste.

Sonrío levemente y me volteo para guardar el marcador, en ese instante me congelo al toparme con la mirada de mi compañera de asiento. Siento que me sonrojo porque estoy segura que me ha visto mi acto vergonzoso. Aclaro mi garganta tratando de ponerme seria y guardo mi marcador.  

Aguantando mi vergüenza le señalo.

-Tú no has visto nada-le digo y ella parpadea-Te olvidarás esto.

-¿Okey?-murmura perdida y salgo lo más rápido que puedo del salón.

Cuando cruzo la puerta hago una mueca mientras cierro los ojos y acaricio mi cien. ¡Qué vergüenza! ¿Por qué siempre mi boca tiene que hacer de las suyas? Odio hablar entre dientes.

Aunque eso no fue entre dientes.

Entonces odio no tener filtro y un sellante para mi hermosa boca.

Camino por los pasillos para ir a la revista estudiantil pero en el camino noto de nuevo a míster piojito y alzo la mano, muevo de nuevo su “boca”.

-Eres tan genial Cristina, siempre hablando de más-me dice aquel origami en mi mente.

-Lo sé, lo sé-respondo también.

-Era sarcasmo, cariño. Hablar de más no es genial.

Eso me ofende y frunzo el ceño dispuesta a reputarle lo dicho cuando Darwin llega a mi lado. 

-¿Juguete nuevo?-pregunta Darwin.

-Basura reciclada-le corrijo.

-Cuanto amor le tienes-me quita y suelto un quejido-Préstame un rato, egoísta.

Retrocedo alzando las manos.

-No quería que tus manos se contagiaran, te estaba haciendo un favor. Pero bueno, si quieres morir de peste pues adelante, no te detengo. Un Darwin más, uno menos ¿qué diferencia habría?

-Eso ha sonado muy cruel, bruja-dice y sonríe haciéndose el mono-pero sabes que soy irremplazable.

No respondo y me hago la loca. Abre la boca ofendido y me choca el hombro. Río cuando suelta mi nombre quejándose.

-Vale, supongamos que eres irremplazable, dije supongamos-agrego al ver su sonrisa engreída.

-Bien-acepta y luego vuelve su atención a míster piojito-¿Y qué era antes de ser reciclaje?

-Basura.

Me mira.

>>¿Qué?-me río-Es verdad. Lo reciclado antes de serlo, es basura.

-Gracias señora obviedad-murmura y mira el origami para luego verme a mí-¿Puedo desdoblar tu creación?

-Claro, puedes destripar a mi hijo.

-Eso no es para nada extraño-murmura.

Solo sonrío viéndolo como despacio trata de desarmarlo. Una vez que acaba lo trata de alisar-lo cual es imposible porque no le he cuidado muy bien a la hoja que digamos-y la empieza a leer.

Seguimos caminando y mientras él lee, yo trato de evitar que se lleve a medio mundo por delante. Así que le muevo de lado a lado y cuando se detiene de manera abrupta no me lo espero por estarme disculpando con una chica de atrás por chocarle.

Volteo y...solo lo hago para estrellarme contra su espalda.

O más bien mi bella nariz termina contra su terrible espaldota.

-Avisa que te detendrás, jodido troll. Mi nariz-me quejo con ojos llorosos mientras me la froto.

-¿Eh?-se da la vuelta y al verme trata de coger mi cara con sus manos. Pero le golpeo la mano-Auch.

-No me toques, eres un bruto.

-Lo siento-sonríe y se trata de acercar pero le vuelvo a golpear la mano-Vamos, cariño. Solo quiero ver que no te saque sangre.

-No me sacaste sangre-aseguro tapando mi nariz.

-¿Cómo lo sabes?

-Es mi cuerpo, solo lo sé.

-¿Qué? ¿Acaso tienes un sistema que te dice “todo en orden”?-se burla-Solo cállate y déjame ver-masculla y toma mi cara, me muevo un poco pero me retiene y se acerca. Mueve mi cara y sopla antes de soltarme-Sana y salva.

-¿Ves? Te lo dije, pero si dolió.

-No es mi culpa que tengas una nariz sensible.

-Tampoco es mi culpa que no sepas avisar ni contar.

-¿De qué hablas?-frunce el ceño cruzándose de brazos-Hasta donde sé tengo mejores notas que tú en matemática.  

-Esta mañana dijiste que contarías hasta el tres, ¿dónde quedó cuando saliste corriendo?

-Lo dije en mi mente.

-¿Y esperabas que fuera psíquica y te leyera la mente?

-No, solo esperaba que me siguieras.

-¿Y si no lo hacía?-entrecierro los ojos-Me hubieras dejado.

-Eres inteligente, no te hubieras quedado.

-Eso tú no lo sabes-gruño.

-Ya, vale bruja. Cálmate un poco, siento que estás muy a la defensiva y quieres pelear por tu cirugía de nariz. Así que antes de que terminemos molestando a Alan, dime ¿quién fue el oso cariñoso que escribió esto?

De inmediato mi humor baja más de lo que ya estaba y prácticamente gruño.

-Penélope White.

-¿Qué Bowen?-pregunta y no...no es Darwin.  




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