Era un día como cualquier otro. Sin embargo, debajo de todo lo sombrío que podían percibir mis ojos. Vi algo que me llamó la atención. Algo que hizo que mi corazón latiera a mil por hora sin una razón aparente. Comenzaré por decir que era mi primer día de clases en el 2050. Estaba cursando el último año de preparatoria y pensaba en lo que me iba a dedicar el resto de mis días. Tenía ideas dispersas en mi cabeza como ser modelo, militar, gerente de una empresa, entre otras muchas ocupaciones que me resultaban enigmáticas. No podía afirmar nada en realidad, hasta mi madre no estaba muy contenta con mi indecisión.
Escuché el timbre, el sonido que emitía lo sentía fuerte. Como si me presionara a tomar una decisión en ese mismo instante. De pronto, me di cuenta que nadie se había sentado a mi lado. No lo podía creer. Pensé que mi compañera, la que se sentó el año pasado ahí. Volvería a ocupar el puesto. Me sentía triste, pero al pensar con mayor tranquilidad y profundidad, logré comprender que era una oportunidad para relacionarme con otra persona y saber más de su vida. Sus aspiraciones, gustos, disgustos, melancolías y momentos felices. La profesora jefe empezó a pasar la lista y más indignación sentía por el puesto vacío a mi lado. En eso estaba cuando apareció una chica salida de cuentos de hadas, o sea rubia de pelo liso, tez blanca como la porcelana, ojos de color calipso, delgada y alta