Aquellas noches de Julio

Capítulo XV

OPHELIA

20 Julio, 16:22

—¡¿Entonces prefieres leer un final abierto antes que uno triste?!—Le pregunté un poco indignada, mientras me sentaba a su lado en el sofá.

Había invitado a Henning a mi departamento para enseñarle a hacer tacos. Y para charlar un rato, sólo que a mi no me apetecía salir, y lo convencí de venir.
Pusimos música alegre para ambientar la sala; mientras platicábamos de todo un poco.

—Es que, en el final abierto a mí me es fácil pensar que termina como yo quiero. Mi cerebro se las ingenia hábilmente. —Me respondió.

—No, mi cabeza no da para tanto, porque imagina que tengo la adrenalina que se siente al estar terminando un libro que de verdad amé, y a eso súmale que tengo que crear un final que me guste. —Le dije.

Él me miró divertido, luego apartó la vista e hizo la cabeza hacia atrás, riendo.

—¡No! Es enserio, yo soy la lectora, tengo que desbordar en emociones por el final, no crearme uno. Mis neuronas no dan para tanto. —Dije un poco indignada.

—No digo que sea algo agradable, pero prefiero sufrir eso a que un final donde muere el personaje que amas o algo por el estilo. —Aclaró.

Lo analicé un momento.

—Tienes razón.—Confesé.

Me miró con cara de "Te lo dije" y por más que detesto que cualquier ser existente en la vida me haga esa cara, a él se lo perdoné.

—¡Corrección!
Tienes sólo UN POCO de razón. —Dije retractada.

//Bueno, a él se lo medio-perdoné. Pero eso, viniendo de aquí, significa mucho.//

—Claro, yo siempre tengo la razón, aunque se tan sólo un poco. —Dijo en tono dramático, encogiéndose de hombros.

Solo pude reír.

—Por cierto, antes que se me olvide. —Sacó una bolsa y me la entregó. —Esto es para ti.

Abrí ansiosa y curiosa la bolsa, y adentro venía un paquete de gomitas, un sketchbook y un libro.

Me encantó que recordara el detalle que le confesé sobre mi adoración por las gomitas agridulces, y me haya comprado mis favoritas. 

Noté que el libro no era nuevo; y que en ciertas páginas sobresalían notitas adherentes. Leí la portada.

—Es mi libro favorito, las notitas son para diferenciar las mejores escenas, o las más tristes, o las más dramáticas. Ya sabes.
No sé si te gustará, pero te aseguro que es una buena historia para refugiarse. —Aclaró.

Sentí de todo, no sabía que decir; esto era tan considerado. Yo jamás prestaría uno de mis libros, y mucho menos mi favorito.

—Gracias.—Dije muy sinceramente.—Trataré de terminarlo antes de irme, prometo devolvértelo sano y salvo.

—No, es un obsequio, quiero que te lo quedes.
Y otra cosa...¿No te vas a quedar más tiempo aquí? —Me preguntó con una voz con lo que parecía un poco de desilusión y confusión.

Metí el libro a la bolsa junto con lo demás que me había traído y la puse en mi regazo.

—¿Es que no te había dicho?—Pregunté y él negó con la cabeza suavemente.—Bueno, te dije que estaría aquí estudiando, pero olvide comentar que sólo era un mes, me voy en unos días.

Él no dijo nada, pero se notaba que por su cabeza pasaban varias cosas.

—Tengo una idea.—Dijo finalmente.

—Suéltala.—Lo invite a decirla.

Me miró muy confundido, y frunció levemente el ceño.

—Es una forma de decir.—Aclaré.—De donde yo soy "suéltala" es como un "dilo ya".

Su cara se relajó y sonrió.
—Ohh.—Exclamó.

Lo ví tan adorable en ese momento.

—Pero mi idea te la dire mañana. Porque necesito ajustar unos detalles.

—Vaya, vaya... —Dije en tono acusador.—Eso digo cuando algo luce "sospechoso".—Aclaré al ver que su cara de confusión volvía.

19:22

Unas horas después de que me escuchara hablar de mis libros favoritos y de comer gomitas ácidas juntos; estábamos en la cocina preparando todo para los tacos.

Él estaba picando las verduras porque le da miedo el aceite que brinca de la cazuela; y yo me encargaba de todo lo de la estufa. 

Cambiamos el género de la música a una más animada y para bailar. Mis canciones favoritas.

—¿Tienes pasta?—Me preguntó mientras hacía un pasito de baile moviendo los hombros y dando brinquitos.

Me quedé pensando un momento a qué tipo de pasta se refería, y él lo notó.
—Pasta para hacer spaghetti.—Aclaró.

—Aaah, esa pasta; sí, hay en la alacena creo. ¿Spaghetti? Pues claro, eres italiano.

Me dedico una mirada medio ofendido.

—¡Cambie ese estereotipo señorita! No porque sea italiano me tiene que gustar la pasta. —Me regañó dulcemente.

—Perdón, no sabía que no te gustaba. Trataré de no estereotipar, lo prometo. —Dije sinceramente.

—Sí me gusta la pasta. — Dijo, y notó mi mirada burlona. —¡Pero no tiene nada que ver el hecho que yo sea de Italia!

—Claro, claro.—Le dije pero me miró no muy convencido.—Lo digo enserio, entiendo.

Abrió la alacena y sacó un paquete de pasta para spaghetti; lo abrió y puso agua a hervir, y comenzó a prepararlo.

—¿Cómo los vas a preparar? Mi papá siempre los prepara con crema y queso.—Comenté mientras yo preparaba los tacos.

Él se giro bruscamente hacia mi, y puso una cara de indignación y confusión.
—¡¿Crema y queso?! Espera, —Tomó un respiro dramáticamente, e hizo un ademán de haberse calmado.— Spaghetti, con crema.

—Y queso. Sí.—Complete con una sonrisa.

—Está bien, la variedad y diversidad nunca será algo malo, eso incluye la comida. Vaya creatividad la de tu papá para cocinar.

—No es chef pero pone su amor en todo lo que cocina, sí. —Sonreí al recordarlo, necesitaba hablar con él.

—Deja unas tortillas vacías por favor. —Me pidió.

—¿Qué?—Me quedé a medias de ponerle la carne a las tortillas; pero obedecí y no le puse nada.

Henning se acercó con el spaghetti ya cocinado.

—Ay no, sí es lo que mi mente imaginó.—Dije cuando mire lo que él estaba haciendo.




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