AquÍ No Hay Amor (dual)

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—¡No me importa! —Adam Varper gritó delante del intercomunicador—. Quiero una reunión. Ya.

—Te recuerdo que es demasiado temprano. —Su interlocutor no se inmutó ante el lenguaje usado que infringía las normas.

—Creo que no me entendiste. —Se acercó a la pantalla hasta que la cámara grabó su rostro inflexible. Esta vez no vociferó, al contrario, el tono que usó fue bajo y mucho más peligroso—. Tienes media hora. Os quiero a todos en mi oficina dentro de treinta minutos.

—De acuerdo. No deberías excederte en tus prerrogativas.

Adam presionó el botón de finalizar la llamada antes de soltar un par de insultos.

—«¡Excederte en prerrogativas!» —refunfuñó. Se trataba de su hija. De su única hija. Si hacía exceso de algo era de preocupación. Pero en Reborn delatar la más mínima emoción se consideraba exceso.

Cuando su esposa había quedado embarazada, nadie esperaba gemelos. Las copias genéticas estaban prohibidas, sin importar si se tratara de un accidente natural. La obligación de quedarse con un solo embrión por poco no los mató a los dos. Luego la operación se había complicado y Amalia no pudo tener otros niños. Ailyne se había convertido en su esperanza, su único futuro y era preciso que llevara la línea de sangre a través del tiempo. En esos momentos se encontraba en tierra enemiga, en manos de los astray, y se le sugería de modo amable usar el vale de un spa para relajarse.

Los doce hombres entraron en su sala de conferencias con diferencia de segundos, como si estuvieran programados para llegar en el mismo instante. Cada uno representaba un poder de las Colonias: economía, sanidad, defensa, justicia, todos estaban ahí, aunque el tema no era del interés del departamento que conducían. Pero a él le era indiferente. Su problema era prioritario, le daba igual si ponía en dificultad al representante del medio ambiente. Él tenía una posición privilegiada: era el Prior del Reborn 15.3, la primera persona que consultaba el Comandante Superior de las Colonias, y a pesar de no aprovechar el poder en situaciones corrientes, esta vez pensaba hacerlo.

Saludó a su amigo Barín, pero no tomó asiento hasta que no escuchó silencio absoluto y no antes de que cada uno de los miembros le prestara atención. Miró los rostros de los hombres, personas que conocía de toda la vida. Habitualmente se fiaba de su apoyo, pero necesitaba certificarlo. La educación y las normas lo obligaron a excusar su comportamiento.

—Sé que es una entrevista extraordinaria y no apuntada en el sumario de actividades. No os hubiera llamado si no fuera de máxima importancia. Mi hija está retenida en Stray. Debemos hablar sobre las acciones que se imponen.

Las emociones variaron, pero seguían la misma línea: asombro, horror, repulsión, y casi todos dejaban entrever preocupación.

—Cambia nuestro plan —habló primero el representante de la economía.

—No exactamente —replicó con una mueca satisfecha Mulan, el legado de los asuntos interiores—. Os dije desde el principio que perdíamos el tiempo jugando con los guantes puestos —rio por la elección de sus palabras, mirándose los dedos enguantados en la seda de color negro, lo establecido por la jornada.

—Quisiste aniquilar a los astray desde que abrimos el asunto —protestó el de la sanidad, sin perder la oportunidad de exponer su punto de vista contrario al de Mulan, que se molestó por el comentario y habló con frialdad.

—Hemos erradicado todas nuestras criaturas salvajes: animales, aves, peces. Lo controlamos todo, no hay algo que se nos escape. ¿Por qué no hacer lo mismo con ellos?

—Son humanos. Lo hemos discutido miles de veces —intervino Adam.

—No hacen más que contaminar. Su sencilla presencia al otro lado del río nos infecta. Sí, mantengo mi voto. Y lo sostengo aún más desde que intentan mezclarse con nuestra gente, entrar en nuestras calles y convertir a los reborners —Mulan acabó con un golpe de palma en la mesa.

—Por esto negociamos —dijo el embajador del comercio.

El representante de la defensa alzó las cejas.

—Quizás el señor Mulan tenga razón a medias. El hecho de tener el nervio de irrumpir en nuestro territorio es un insulto contra nuestra autoridad. Independientemente del final de las negociaciones, se impone un castigo. El secuestro de tu hija me dice que no nos tienen miedo. Tal vez, sea el momento de ofrecerles pruebas que demuestren la seriedad de nuestras intenciones.

Sintiendo que había ganado al menos un voto, el susodicho insistió.

—¿No entendéis que perdemos el tiempo? Han nacido con el microbio en la sangre, no tenemos ninguna oportunidad de convertirlos. Son rebeldes y ellos mismos insisten en morir insumisos. Además, su territorio nos vendría de maravilla. Imagináis qué podríamos hacer si tuviésemos las dos orillas del río.

Barín, el amigo de la infancia de Adam y el gobernante de los Vigilantes, las fuerzas que controlaban el respetar de las reglas en Reborn, procuró calmarlos.

—Nos adelantamos. No estamos aquí para decidir el estado de las negociaciones. Se trata de la hija de Adam. ¿Cómo pasó? —preguntó.

Adam inhaló hondo antes de hacerles el informe.

—Se salvó después del accidente del buque. Según mi información, un astray procuró ayudarla, pero los llamados «DUAL», un grupo rebelde incluso para Stray, los encontró y capturó.




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