Después del asombro inicial, Ailyne exclamó:
—¡Lo sabía! Sabía que papá no podía haber ordenado la muerte de otras personas. Aunque fueran astray —añadió en un susurro.
—¿Entonces quién fue? —preguntó Vank—. Nosotros le mandamos tu vídeo. No recibimos respuesta, por eso pensé que los drones de combate eran suyos.
—Ahora mismo no importa —intervino Celso, más frustrado con cada minuto que pasaba—. ¿Cuándo cambian los guardias?
—A media noche. Hacen turnos de seis horas. Nos sobra tiempo.
—Bien. Entonces sentémonos y descansemos. ¿Tienes algo para comer?
Vank buscó en su mochila y le ofreció un paquete de galletas.
—Es todo lo que pude pillar.
—Algo es algo. —Celso aceptó su porción, compartiendo el resto.
Mío sacó una bolsa hermética, repartiendo algo parecido a las barritas energéticas.
—Creo que esto también nos servirán —ofreció respetuoso.
De mala gana, Celso aceptó la comida, sin comentar.
Cada uno encontró un sitio en el suelo, masticando en silencio. Incluso Disi parecía perdido y no hablaba, algo extraordinario para él.
Celso se tragó el pedazo con sabor a manzana, alejado de los otros. Deseaba que todo acabase cuanto antes. La presencia del reborner confirmaba el final del trato y el acercamiento de su desconocido futuro. No era una persona que se rindiese con facilidad, pero no veía una salida favorecedora. Su vida estaba en Stray, donde su rostro tenía el sello de «busca y captura».
Gimoteó por lo bajo cuando vio a Ailyne acercándose con una mirada decidida. La situación entre ellos dos acababa de cambiar, pero no parecía entenderlo. Y él no estaba con ánimo de explicárselo.
—¿Estás bien? —Ella entrelazó los dedos y se mantuvo a unos centímetros de distancia.
Enseguida Celso notó la punzada de la culpabilidad. Destapó su más brillante sonrisa y le apretó la mano.
—Muy bien. Dentro de poco la pesadilla acabará y estarás en Reborn.
—No parece alegrarte.
Los labios de Celso se curvaron sin simular. Ailyne siempre decía la verdad, no tenía idea de cómo esconder sus pensamientos o que a veces era necesario hacerlo.
—Estoy contento por ti.
—¿Entonces qué es lo que profundiza esta arruga entre tus cejas? —insistió ella, interrogándolo también con la mirada.
—Nada importante. Estoy ansioso por que todo salga bien. ¿Confías en él? —cambió el tema, señalando con la cabeza a Mío.
—Sí. Lo conozco desde que nací.
—Bien. Voy a cerrar los ojos un rato y te recomiendo que hagas lo mismo. Vank estará de guardia. —Sin esperar respuesta, Celso bajó los párpados y fingió relajarse.
Ailyne se declaró vencida, de momento. Notaba que había más de lo que estaba dispuesto a contarle y lo averiguaría. Tarde o temprano.
Se había imaginado miles de veces el momento de regreso a Reborn, y siempre la visión incluía abrazos, presentaciones y mucha buena disposición. Nada preveía la actitud desagradable de Celso. Encogió los hombros, ahuyentó la desilusión y cambió de sitio al lado de Mío, esperando la desaparición del astro del día. Se durmió sin querer y se asustó cuando alguien le tocó el hombro.
—Es el momento de irnos —dijo Mío a su lado.
—Bien.
Se levantó con rapidez, observando a los otros que estaban cogiendo sus cosas y verificando las diversas armas y dispositivos.
Emprendieron el camino en silencio. Era fácil de adivinar la tensión que cada uno procuraba esconder.
La noche había caído, pero la luna no se encontraba lo suficiente alto como para guiarlos. El bosque y sus peligros se escondían detrás de la capa de oscuridad. Tropezaban con las piedras, los pies se deslizaban sobre las hojas muertas y no lograban escapar de las garras punzantes de las espinas. Cuando se encontraban puestos en dificultad encendían las linternas por periodos cortos de tiempo, sin arriesgarse a que fueran descubiertos por la luz.
Mío estaba pendiente de cuidar a Lance y Celso se encontraba muy cerca de Ailyne, ayudándola cuando hacía falta. A ella le resultó curioso que teniéndolo a tan corta distancia lo sentía tremendamente alejado, como si estuviese en un mundo paralelo. Lo veía, pero tenía la sensación de que no llegaba a donde él se había escondido.
No le extrañaba que su cuerpo estuviera tan tenso y en estado de alerta. Había llegado a cambiar sus primeras impresiones y apreciar los desarrollados músculos de Celso que al principio le habían parecido indecorosos. Conocía su temperamento y podía averiguarle los sentimientos solo con el cambio de color de sus ojos y el movimiento de los labios. O eso había creído. Ahora la expresión de Celso era indescifrable. No eran sus cejas juntas bajo las mechas arenosas, ni la vena que pulsaba de forma descontrolada encima del maxilar. Era como si su espíritu se hubiera alejado de ella, rechazando cualquier intento de acercamiento. Y eso no podía aceptarlo. No cuando le había costado tanto conseguir que él se abriera, no cuando había logrado entender lo importante que era para ella.
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Editado: 27.09.2020