Fragmentos de piedra saltaron del agujero que se había formado a causa de la explosión. El humo les impidió ver más allá de una silueta resaltada por la luz de luna al otro lado.
—No tenemos tiempo, vamos —se oyó una voz, una que resultaba sumamente familiar.
Abraham entrecerró los ojos tosiendo por el humo. Cuando éste se dispersó pudo ver con claridad que quien se hallaba detrás era el mismo Edaliano que los había traicionado.
Era Wirm.
Su rostro lucía cansado y su respiración era agitada. Sus puños estaban envueltos en dos guantes gigantes de concreto con inscripciones que no se alcanzaban a leer a sus costados.
Kya fue la primera en reaccionar.
—¡Tú, embustero! —gritó con desprecio, acercándose a él y saliendo por el boquete—, ¡¿Cómo te atreves?!
Wirm la miró con dolor.
—Kya, tienes que entender...
—¿Entender? ¿entender qué? ¡tú me traicionaste! —su voz se quebró—. Dejaste que me llevaran.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y apartó con fuerza la mirada.
—Qué bueno que volviste —dijo Abraham dirigiéndose a Wirm, aliviado por su repentino rescate.
—No vine por ti —contestó Wirm molesto.
—Sino mal recuerdo tu deber es protegernos, ¿o miento? —alegó, empezando a sentir desagrado con esa especie que apenas conocía.
—¡Oye, niño, también estoy aquí! ¿recuerdas? —exclamó Bastian detrás de él.
—¿Quién es él? —preguntó Wirm.
—Él es Bastian, es un humano como yo —dijo Abraham.
—¿Otro? Es imposible, ninguno ha venido aquí antes que tú.
—¿Y por qué él estaría mintiendo?
—Mmm... no lo sé, ¿tal vez para salir de aquí?
Abraham frunció el ceño y se cruzó de brazos.
—No está mintiendo, quizá aquí el único mentiroso eres tú.
—Yo no miento, sólo obedecía órdenes. Eso no importa, debemos irnos antes de que se den cuenta.
—No me iré sin Bastian, él es una víctima también.
Wirm soltó un suspiro.
—De acuerdo —accedió—, lo liberaré.
Entonces él cruzó el agujero y dio un par de zancadas para acercarse a los barrotes, luego alzó su puño a la altura de su sien y atizó un estruendoso golpe contra ellos, repitiendo la misma acción con su otro brazo y así continuó hasta que los barrotes no aguantaron más y cedieron bajo su increíble fuerza formando un hueco para que pudiera pasar.
Abraham se giró hacia Kya que parecía ajena a todo eso.
—Creí que ni un cañón podía romper los barrotes —comentó sarcástico, pero ella no respondió.
Wirm sin decir nada cruzó al pasillo, una vez ahí con sólo apoyar uno de sus colosos guantes sobre la cerradura de la celda frente a él la logró romper con poco esfuerzo.
—Listo, ya podemos irnos —informó Wirm, volviendo sobre sus pasos hasta la salida que había creado.
Un leve rechinido le hizo saber a Abraham que por fin Bastian había salido. Y lo confirmó al ver acercarse a un niño que parecía ser un poco menor que él, ojeras marcaban la piel de su rostros, su cabello pelirrojo estaba desordenado y sus ojos eran azules, caminó hasta su lado y le sonrió.
—No sé qué habría hecho sin ustedes —dijo Bastian.
—¿Se quieren quedar o vienen? —cuestionó Wirm—. Después tendrán tiempo para explicaciones.
Los cuatro se encaminaron lejos de ahí, el sitio estaba oscuro y casi no se alcanzaba a percibir nada, Abraham como mucho pudo observar las sombras que formaban los árboles y las hierbas por las que corría apresurado.
Llegaron a un claro donde se veía un resplandor verde al parecer ocasionado por un tipo de luna y bajo ella se encontraba una especie de libélula gigante. Abraham la miró con detenimiento y vio que tenía una montura que cargaba sobre su espalda con unas grandes alas que parecían ser del cristal más fino.
—¡Wow! —exclamó Bastian—, ¿Qué es eso?
Wirm lo miró ofendido.
—¿Eso?, eso es un Motsuo y es nuestro transporte.
Todos subieron al enorme insecto que era lo suficiente extenso para que ellos lo montaran sin problemas. Ya arriba, Wirm tomó las riendas que rodeaban el cuello del Motsuo y tiró de ellas con fuerza, haciendo que la criatura agitara sus alas en un parpadeo y se elevara con velocidad saliendo disparada hacia el frente.
Una alarma estalló en los oídos de Abraham, giró sobre su eje notando que el sonido provenía de aquella isla levitante de la que huían, supuso que ya se habían percatado de su fuga.
—¡El portal es nuestro escape! —gritó Wirm con el aire distorsionando su voz, y en ese momento el Motsuo descendió frenético cayendo en picada, ocasionando que sus pasajeros gritaran.
La criatura retomó el vuelo estable estando ya a unos metros de la ciudad de Edaland, Abraham analizó que debajo de ellos las incontables casas tenían sus luces encendidas y casi no había nadie por las calles, lo que le hizo preguntarse si el tiempo ahí funcionaba igual que en su mundo.
—¿Qué hora es? —preguntó a nadie en particular.
—Deberían ser como las... diez, creo —le contestó Bastian sentado delante suyo.
—¿Las diez? Dime por favor que aquí el tiempo pasa más rápido como en Narnia.
—¿Narnia? ¿De qué rayos hablas?, creo que aquí en Edaland son como 4 horas más que en la tierra, desde que me encerraron no sé cuánto tiempo ha pasado.
Abraham se sintió preocupado al instante, su familia debía estar buscándolo con desesperación, necesitaba volver con ellos cuanto antes.
De improviso una voz hablando que provenía de diferentes locaciones habló diciendo:
—Habitantes de toda Edaland, se les informa que tres prófugos escaparon de la Prisión de Máxima Seguridad y ahora se dirigen al portal de la Facultad de la Libertad, se le ofrecerá una considerable recompensa a todo aquel que los traiga ante los Sabios, vivos o muertos.
—¡¿Cómo saben a dónde vamos?! —Wirm exclamó alterado.
—¡Date prisa! —bramó Abraham comenzando a sentirse desesperado.
Editado: 18.01.2021