La vista de Abraham se nubló y sintió su cuerpo entero arder, era como estar atado a una hoguera, con las feroces llamas cubriendo cada espacio de su piel. Era una tortura indescriptible.
Quiso soltar la gema pero era como si su mano hubiera cobrado vida propia y se estuviera aferrando a ella con todas las fuerzas que le quedaban, pudo oír a Kya gritar sin embargo no estaba seguro de ello, pues su voz escuchaba alejada y distorsionada. Abraham tenía la certeza de que estaba en un limbo entre la vida y la muerte.
De un momento a otro el dolor se esfumó como si nunca hubiera estado ahí.
Abraham había caído al piso sin notarlo, Kya al verlo en tan mal estado se apresuró a ayudarlo a incorporarse, Abraham se apoyó en ella y lentamente se puso de pie.
Se sentía confundido e intentó ordenar sus pensamientos, era bastante claro que el haber tocado esa gema le había provocado tal dolor, no obstante, ahora que ya había regresado a la normalidad no podía renunciar a lo que se había prometido salvar. Miró su mano y percibió en que la gema seguía en ella, su puño estaba cerrado a su alrededor y por más que trató de abrirlo no lo consiguió.
—¿Qué fue lo que te sucedió? —preguntó Kya.
—N-no lo sé —contestó Abraham—, de pronto sólo...
—El precio por usar la gema ya ha sido cobrado —interrumpió Quiromé con seriedad.
—¿Qué fue lo que pagué? —inquirió Abraham consternado.
—Es muy probable que lo descubras más adelante, por ahora concentremos en aprovechar esta oportunidad que nos dio el Señor Abraham.
—¿Y cómo se supone que me guiará a lo que más anhelo?
—Eso deberías saberlo tú.
Abraham se sintió frustrado y observó detenidamente su puño aún cerrado con tal fuerza que hacía resaltar sus venas. De pronto una voz susurró en su cabeza, pero no era como ninguna que antes hubiera escuchado. Ésta era diferente, se oía más cerca y real, justo como si estuviera hablando directamente a su oído.
—¿Qué es lo que más anhelas? —era una voz femenina, calmada y relajante.
—¿Quién eres? —preguntó Abraham exaltado.
—¿Cómo que quién soy? —contestó Kya, haciendo evidente la diferencia que existía entre su voz y la que anterior que le había hablado.
—¿Acaso el precio de la gema fue tu cordura? Si es así estamos perdidos —concluyó Renn con exagerado desanimo.
Abraham se dio cuenta de que no había forma de que pudiera hablar en su mente sin que los demás lo supieran.
—No estoy hablando con ustedes —espetó él—, sólo ignórenme, ¿quieren?
—No lo haces tan sencillo —dijo Renn—, pero si tú lo dices...
Súbitamente la voz regresó diciendo:
—Soy la causa de la pérdida de miles de almas, ¿con eso te basta?
Abraham dudó.
—No realmente... ¿Eres la gema?
—Si así prefieres llamarme eres bienvenido de hacerlo, ¿Qué es lo que más anhelas en este mundo?
—¿Ahora mismo? Déjame pensarlo... Quiero encontrar las Semillas Madre, ¿me ayudarás con eso?
—Por supuesto, hallar cosas que les parece a algunos imposibles de encontrar es el propósito para el que sirvo.
—Eso es genial. Así que dime, ¿por dónde empezamos?
—Yo te guiaré a las pistas que pueden llevarte a las semillas, que es lo más cercano que hay.
—¿Cómo lo harás? No puedes moverte, ¿o sí?
La gema soltó una carcajada, una que sonó demasiado monótona para el gusto de Abraham.
—¿No te habías dado cuenta? No me puedo mover, sin embargo puedo conectar mi mente con la tuya, así podrás saber el camino que necesitas seguir con exactitud.
—¿De acuerdo? —Abraham dudó pero supuso que no tenía otra alternativa.
La gema empezó a temblar en el centro de su mano, haciendo que todo su brazo se sacudiera incontrolablemente. Abraham sintió un hormigueo recorrer las retinas de sus ojos, desde dentro de su cabeza, los cerró con fuerza y esperó unos segundos a que la extraña sensación se pasara. Cuando acabó tuvo la valentía de volver a abrir los ojos y se dio cuenta de que su visión había cambiado un poco, o mucho, dependiendo de a quien le preguntaras.
La forma en la que ahora observaba las cosas había alterado drásticamente, pues los colores se habían invertido, volviendo al lago antes oscuro una imagen clara y brillante que encandilaba sus ojos, todo se veía más verde de lo que debía ser.
—Woah —dejó salir Abraham, parpadeando varias veces para comprobar de que no se trataba de ningún truco por parte de su mente.
—¿Qué te sucede? —preguntó Kya—, sé que dijiste que te ignoráramos pero es un poco incómodo que hables contigo mismo de esa forma.
—No estoy hablando solo, hablo con la gema —contestó Abraham, lo que no ayudaba a su situación.
—¿La gema está hablando contigo? ¿Y qué te dice? —inquirió Renn con admiración y sorpresa.
—Me está hablando acerca de cómo encontrar las Semillas. Es impresionante. Aunque no me gusta la manera en la que se metió a mi mente.
—¿Yo me metí a tu mente? Tú me diste acceso en el momento en el que me tomaste —refunfuñó la gema con ademán de molestia—, no importa, ya tienes mi visión, es tu turno de hacer la siguiente parte, pero debo advertirte del precio.
—Oh, sí, todos hablan de eso... ¿Cuál es el precio en sí?
—No es necesario que lo sepas, aunque me lo preguntes no te lo diré, sin embargo, ya he cobrado el precio, cuando por fin encuentres lo que tanto has buscado será el momento en que reclame mi pago.
—Está bien... Pero, ¿me dirás como utilizar esta nueva visión?
—Sólo sigue el sendero de pisadas.
Abraham se preguntó si Dorothy se había sentido igual que él en ese instante cuando le dijeron que tenía que seguir el camino amarillo. Sacudió la cabeza y miró abajo, sorprendiéndose cuando justo en ese minuto un par de pisadas se manifestaron, eran del tamaño exacto de su pie y seguían un camino recto.
Editado: 18.01.2021