Nota del autor: ¡Hola! Gracias por darle una oportunidad a mi historia, espero que la disfrutes como lo hago escribiendola. También quisiera aprovechar para decirte que esta no será esa típica historia del chico con superpoderes del que nadie puede enterarse y luego aparece el amor de su vida para terminar felices para siempre, ¡No! Siempre había querido crear una historia un tanto distinta, y ahora que tengo la oportunidad estoy dispuesto a hacerlo, en serio espero que te guste y también quisiera decirte que lo que están a punto de leer no es el final, si no el inicio. Gracias :)
Nathan.
La luna llena se encontraba en lo más alto del firmamento, a simple vista podían notarse escasas nubes y cientos de estrellas a sus alrededores. El frío acariciaba mi piel al igual que las corrientes de aire jugaban con mi cabello de forma constante. Con lo único que contaba en esos momentos era unos pantalones en color negro, una playera gris y zapatos color blanco, sin suéteres o chamarra alguna que me pudiese proporcionar protección extra contra el clima intenso de la noche. Por lo menos, eso era lo único bueno que podía mencionar de Sherwood, la ciudad que se había convertido en mi nuevo hogar desde hace poco; ya que fuera de ese aspecto todo había sido una pesadilla.
No pude evitar sentir que no encajaba en este lugar desde que llegué, y no me tomo mucho tiempo descubrir que esto era así. Las costumbres, tradiciones y personas eran completamente diferentes a las que estaba acostumbrado en París, el lugar que siempre había sido, y siempre será mi verdadero hogar o por lo menos... En estos últimos minutos.
Doy un par de pasos en frente hasta quedar en la orilla del edificio donde me encontraba, desde las alturas podía ver a las personas que caminaban por las calles y a los autos que transitaban del tamaño de una hormiga. Casi de inmediato siento un pequeño mareo, así que me retiro un poco hasta quedar a un metro de la orilla. Cierro los ojos para inhalar y exhalar con profundidad. Siento el corazón demasiado acelerado, sabía que esto no era producto de estar a una gran altura, y es que antes de subir había visto que faltaba menos de diez minutos para las nueve de la noche aquí en México, hacía ya más de varios minutos que debía haber tomado el medicamento contra mi enfermedad. Pero con lo que estaba a punto de suceder, ya no sería necesario tomarla, ya nada que tuviese que ver conmigo importaba.
Involuntariamente en mi mente comienzan a aparecer lo que son los recuerdos más felices de mi vida, al lado las personas que me acompañaron en ellos. Mi tía Dennise, mi mejor amigo Dean, Amelie que sin duda era a quien más extrañaba durante estos últimos meses, sus rostros aparecieron uno detrás del otro, todos con una sonrisa dibujada en la cara. Amelie, escuchar su voz, sus consejos, ver su sonrisa era algo que disfrutaba mucho, pasar tiempo con ella conversando sobre las cosas que nos sucedían día con día, sus besos.
Siento cómo se forma un nudo en mi garganta, al mismo tiempo que una lágrima escapa de mi ojo para recorrerme la mejilla hasta mis labios permitiendome sentir su salado sabor una vez más. Sentía como el dolor que acompañaba mi alma crecía aún más, ese dolor y vacío que me atormentaba, y que al parecer jamás me dejarían en paz, los cuales eran la razón principal de haber tomado esta decisión.
Cuando abro los ojos siento como varias lágrimas más salen de estos, había comenzado a llorar. Extrañaría a mis amigos, a mi tía y a Sheyko, ese pequeño perro que me había encontrado perdido en las calles de este lugar. Por lo menos sabía que se encontraba en un buen lugar, lejos de toda persona que le pudiese hacer daño. De la nada, comienzo a sentir un miedo profundo al mismo tiempo que las piernas y las manos comenzaron a sudar. Estaba demasiado nervioso por la situación en la que me había involucrado, pero de alguna manera quería sentir todas las emociones por última vez, ya que nunca las volvería a tenerlas. Quería disfrutar del frío, las corrientes de aire, la vista de la luna y estrellas en el cielo. De la vida.
Meto la mano en el bolsillo derecho del pantalón para sacar el celular y la billetera, una vez que los tenía a la mano veo la hora por última vez:
9:07 pm.
Ya había pasado casi media hora desde que salí de la casa de mi madre, y seguramente ella junto a mis hermanos se estarán preguntando en dónde rayos me había metido. Dejo las cosas a un lado de donde me encontraba y doy un suspiro.
¿Desde cuándo ir por algo de beber era tan complicado?
Era la pregunta que seguramente se estaba haciendo mi madre en estos momentos. Y es que había salido de la casa con la excusa de comprar unos refrescos para los invitados que teníamos. Pero por más que mi madre se pudo sorprender por ser servicial con ella por primera ocasión, estaba seguro de que jamás pensaría que en realidad me había ido al último piso del edificio más alto de la ciudad. Y la razón de tanta seguridad hacia eso era porque ya estaba completamente seguro de que ella no me conocía, además de que según su forma de pensar nadie estaría tan demente como para suicidarse en su cumpleaños. Nuevamente madre, que equivocada has estado conmigo.
Una vez más me acerco a la orilla, doy media vuelta, cierro los ojos.
—Amelie—digo por última vez para luego dejar mi cuerpo caer hacia mi final.