Nathan.
Cuando la noche ya había caído, Amelie y yo habíamos decidido ir a caminar por las calles durante unos minutos antes de irnos. La última vez que había visto la hora el reloj indicaba que faltaban aproximadamente quince minutos para las ocho. En estos momentos estábamos en dirección a donde había dejado el auto. Las calles por donde Amelie y yo caminábamos estaban algo silenciosa, no nos encontrábamos con muchas personas en estos lugares.
Mi tía Dennise ya había marcado a mi celular preguntando dónde estábamos, le explique tpd lo que había pasado y me pidió que no fuese a tardar mucho más, mañana sería el día atareado así que había solicitado permiso para faltar a su trabajo. Me sentía nervioso por todo eso, y era más que nada por el hecho de que sería la primera vez que viajaría solo en avión, lamentablemente mi tía no me acompañará en esta ocasión, y según ella mi madre estaría esperándome en el aeropuerto de la ciudad.
—¿Te sientes bien?—dice Amelie sacándome de mis pensamientos—has estado muy callado desde que salimos de Le Pond Des Arts.
Doy un suspiro antes de darle una respuesta.
—Son simples nervios—hago una pequeña pausa—aún no puedo creer que mañana es el día en que me iré.
—Comprendo—dice buscando algo en la bolsa que llevaba consigo—¿que tal un canelé para calmarte—me dice, yo sonrió.
—¡No!—le respondo—esas cosas tiene leche, huevo y ron.
—Hay vamos, no creo que te vayas a morir por comer uno—me insiste.
—Olvidalo Amelie—digo bajando la mano en la que tenía el canelé—sabes perfectamente que soy vegetariano por lo que no puedo comer esas cosas.
—Desearía verte comer un trozo de carne—comenta con sarcasmo.
—Primero muerto—la abrazo con fuerza mientras ambos reímos.
De entre las risas y el silencio del lugar pude diferenciar un sonido extraño, era como dos objetos de metal chocando entre ellos.
—Nathan—dice mi nombre separándose de mi.
Veo el miedo en su rostro y su mirada fijada detrás de mí. Cuando giro el cuerpo lo comprendo todo. De pie a una corta distancia se encontraba un tipo más alto que nosotros, usaba una cámara con capucha negra y en su mano izquierda llevaba consigo un arma el cual apuntaba hacia mí.
—Dinero, y todo lo de valor que lleven con ustedes—nos dice—¡rápido!
A toda prisa, Amelie y yo colocamos todo lo que teníamos en la bolsa que ella tenía, dinero, la cadena que Amelie llevaba, nuestros celulares y mi reloj. Tomo la bolsa y se la doy, el me la arrebata sin apartar el arma.
—¿Cual es el auto?—me pregunta.
—¿Qué?—digo con voz nerviosa.
—Las llaves que llevas colgadas en el cinturón—dice apuntado a las llaves con el arma—¡¿Cual es el auto?!
—No—susurro.
El tipo coloca el arma en mi cabeza por lo que Amelie da un pequeño grito en lo que comienzo a temblar de miedo.
—¡Cállate si no querés que jale del gatillo!—le ordena y se calla—repite lo que acabas de decir—me dice.
Rápidamente sacó las llaves y se las doy.
—Es el gris que se encuentra en la siguiente cuadra a la derecha—digo con la voz temblorosa.
El toma las llaves sin mover el arma.
—Muy bien, ahora, ¿Quién es la chica?—dice volteando a ver a Amelie.
—Ya tiene todo lo que teníamos, vete ya—esas palabras sale de mis labios sin poder detenerlas. El tipo regresa la mirada hacia mí.
—Valiente Romeo que tienes—dice dando unos pasos hacia atrás—veamos si sigues con esa actitud con una bala a mitad del corazón—apunta hacia mí.
Dispara, cierro los ojos, siento un hormigueo en el cuerpo y escucho como el se va corriendo del lugar seguidos por el grito de Amelie.
Abrí los ojos, no sentía nada, no tenía ninguna herida.
—Nathan—escucho la voz de Amelie en tono bajo.
Cuando volteo a verla siento como él corazón se me destrozaba en pedazos sin la necesidad de que una bala lo hubiese cruzado. Era ella quien tenía la herida en el pecho.
—¡Amelie!—Grité mientras ella se desplomaba en el suelo.
Rápidamente me acerco y agachó a su lado mientras las lágrimas salían de mis ojos. Siento el miedo, el terror de perderla apoderarse de mí, sentía como mi mente me hacía responsable por eso, siento como un vacío comienza a aparecer en mi interior.
Entre lágrimas y la voz demasiado alteridad comienzo a gritar ayuda. No tenía ninguna manera de comunicarme con mi tía, con su hermano o pedir una ambulancia, puse toda mi confianza en que alguien escuche mis gritos de auxilio. Al pasar varios minutos que se me hacían eternos un señor acompañado de su esposa llegaron a donde estábamos dispuestos a ayudarnos. Sentía que había esperanzas de que nada malo fuera a ocurrirle a Amelie.
Siento un intenso ardor en la piel, tenía la garganta completamente seca, la respiración se me dificultaba y los músculos me dolían. Abro los ojos y me levanto de la cama. Los síntomas parecían ir en un constante aumento, el corazón me latía rápidamente, los mareos comenzaban a aparecer, la vista se me volvía borrosa y el calor en la habitación era intenso.