Gulf convenció a Mew de instalarse provisoriamente en el granero ya que había una parte de éste con abundante paja seca que el propio Gulf había juntado el día anterior. Afuera el frío arreciaba y la noche estaba cayendo con su manto oscuro sobre la costa del golfo.
- Aquí estaremos calentitos- dijo el muchacho ayudando a Mew a recostarse sobre la paja.
Se quitó su buzo de lana, quedándose solo con una camisa de franela y se la dio a Mew para que se lo ponga. Luego lo atrajo hacia su pecho y lo envolvió entre sus brazos.
El silencio del viejo granero pareció influir en el carácter turbado de Mew. Las cabras ya descansaban en el otro extremo de la gran construcción alta de madera. Había herramientas algo herrumbradas, colgando de las paredes y un par de lámparas de kerosén que Gulf encendió. Jacqueline, la vieja bicicleta que ahora había heredado Mew, los miraba desde un rincón.
- ¿Cómo te sientes?
Mew lo miró, esbozando una sonrisa.
- No me va a alcanzar la vida para agradecerte todo lo que haces por mí. Sino me hubieses sacado de allí, creo que ahora andaría buscando un lugar para vivir.
Gulf sonrió complacido.
- En realidad te saqué para evitarme el arrebato que me nacía desde adentro. Si no hubiéramos salido, ahora tendrías una tía menos.
Leo, quien acababa de entrar al granero en silencio, se rió junto con el dúo al escuchar semejante declaración.
- Les he traído un poco de pan, algo de queso y leche. También pude robar…unos churros antes de que las señoras Olijnik invadieran la cocina.
- ¿Y no han preguntado por Mew?- quiso saber Gulf mientras recibía la comida.
- Sí, claro. Todos quieren conocer a… “el huerfanito” Pero resulta que “Bartolomew” está en cama con lo que parece principio de tuberculosis.
Gulf rió divertido mientras le llenaba a Mew un vaso con leche.
- Bien se sabe en toda la isla sobre el temor que le provoca a Carlota Olijnik y a sus hijas Sheila y Marion cualquier mención sobre enfermos o remedios.- dijo Leo jocoso.
- Fue muy bueno de su parte el habérsele ocurrido eso.- lo alabó Gulf, dándole queso y pan a Mew.
- ¡No, no!- dijo Leo bajando la voz y mirando de reojo hacia la casa- No fue idea mía, sino de mi querida prima Ruth. Si hay algo que Ruth Weiss disfrute más en el mundo es ganarle una pelea a los Olijnik. Bueno, ya debo volver. Hoy hay cónclave familiar. Y conozco bien en qué se transforman todos cuando baja el sol.- bromeó- Gulf, ¡estás a cargo!
- No se preocupe. Yo cuido de Mew, con mi vida.
Mewlo miró sonriente y cuando éste le devolvió la mirada sintió que el calor se le subía a las mejillas, así que trató de concentrarse en saborear la leche que Gulf le había dado.
Después de la cena improvisada, Gulf volvió a rodear al joven con sus brazos y le pidió que tratara de dormir un rato, ya que la reunión familiar de seguro duraría horas.
El calor del abrazo y la mirada dulce del muchacho la hicieron entrar en un sueño profundo y tranquilo. Recién a media noche, se movió un poco y abrió los ojos de golpe. Mew estaba seguro de haber oído su nombre. Alguien la llamaba. Miró a Gulf. Éste estaba profundamente dormido. Se despegó de sus brazos con cuidado para no despertarlo y salió del granero a paso firme. Miró con detenimiento hacia la línea de viejos arces que se alzaban detrás del patio lateral. Estaba segurl de que alguien lo llamaba y la voz provenía de allí.
Al principio no vio a nadie pero con una mirada más exhaustiva los vio: un par de profundos ojos verdes que la miraban fijamente.
- ¡Bastian!
Mew corrió hasta él y lo abrazó.
- ¡Hola, señorito Mew- lo saludó el joven, con una sonrisa- Por lo que sé, ya has descubierto quién soy…
- Bastian…, ¿cómo es posible?
- Hay veces que podemos estar en más de un sitio a la vez. Somos más que la ropa que usamos.- dijo Bastian señalando su campera verde olivo.
- ¿En qué otro lugar estás?
El joven sonrió pícaro.
- He cambiado de ropa. No puedo decirte mucho pero sí puedes saber que nos volveremos a encontrar…, mejor dicho, a reencontrar.
- ¿Pero cómo te reconoceré, si ya no luces así?
Mew le acarició el cabello dorado que le caía en hondas sobre la frente. Bastian giró un poco y le mostró a Mew algo que tenía en la base del cuello: era un corte sobre la piel, que lucía como recién hecho.
- ¿Así fue como…partiste?
Mew comenzó a sollozar.
- Sí, tuve problemas para respirar cuando la cueva se derrumbó sobre mí, pero una roca me produjo un corte aquí y me desangré. ¡Pero no llores! Ésta será nuestra señal, así sabrás que soy yo. A veces, cuando cambiamos de ropa, llevamos con nosotros alguna marca de nuestra vida anterior. Aunque en la vida nueva no recordemos qué significa.
- Bastian, no lo entiendo…
- Lo harás. Pero ahora tenemos un problema. Por eso he venido a buscarte, Mew. Ven conmigo. Es importante.