Capítulo 3
El Fugitivo número 1 de las águilas doradas
–Oscar intentaba animarme aquella noche, la última noche en nuestra habitación en la academia. Constantemente me decía que había otras oportunidades de unirse a las águilas doradas y que aún era muy joven para renunciar a ese sueño, yo solo pensaba que era muy fácil para él decirlo ahora que estaba a tan solo un día de portar el uniforme de polietileno pintado de negro con casco de vidrio reforzado y franjas doradas. Así que, sus intentos de animarme solo me derrumbaban más.
–¡No deseo hablar ahora! ¡Déjame recostarme un rato! – Le dije, con lentitud.
–Pero Zemus… – Insistió.
–Oscar. Es muy fácil para ti intentar que vuelva a retomar el curso, sabiendo que tú perteneces a las águilas doradas – Le comenté – Pero ya te dije que no volveré a este lugar – Agregué.
–¿Y qué piensas hacer ahora? Ya que no tienes planeado volver a retomar el curso, supongo que tampoco tendrás planeado salir de las murallas – Preguntó.
–Aún no lo sé – Comenté.
–Bueno. Escuché que estaban contratando personal para laborar en el área de mantenimiento de los muros, claramente no te dejaran salir pero es algo más prometedor que quedarse dentro de ellos – Comentó mi compañero.
–Oscar… – Susurré – Déjame Soló – Comenté.
–En ese momento, mi compañero entendió que el silencio y la soledad eran muy importantes para mí.
–Apagando la luz de la habitación, mi compañero se despidió de mí deseándome las buenas noches y diciéndome como último consejo… “Piensa muy bien la decisión que estás a punto de tomar”.
–Al día siguiente, cuando desperté, mi compañero Oscar ya había partido.
–Dejó una nota sobre la cama donde me deseaba buena suerte.
–Guardando esa nota en mi bolsillo, inmediatamente me retiré de la academia dirigiéndome hasta el lugar que Oscar me había mencionado, el lugar que estaba contratando personal donde su labor es realizar el mantenimiento de las armas defensivas de la ciudad, tales como Cañones de largo alcance y ametralladoras.
–Al llegar a ese lugar, entregué mi hoja de vida donde se encontraban muy felices de tener a un aspirante de la academia en sus puestos de trabajo, inmediatamente me dieron el empleo pero nada que me haga sentir orgulloso.
–Por ser un novato sin experiencia, no me dejaban subir hasta la cima de los muros donde se encontraba el armamento pesado y tampoco me dejaban asomarme por las rejillas o ventanas que mostraban la parte exterior de la ciudad, simplemente estaba dentro de los muros sin tener visión alguna con lo que yacía fuera de ellos..
–Después de dos días, no tuve noticia alguna noticia de mi compañero Oscar, o de Edgard Fénix.
–Era difícil saber lo que ocurría en la ciudad ahora que estaba caminando entre los pasillos dentro de las murallas pero durante las conversaciones de los empleados escuchaba que las águilas doradas estaban a punto de salir a su próxima expedición.
–Asistí a la fecha y hora en el que los soldados de las águilas doradas se formarían frente a la puerta y como yo tenía cierta autoridad para caminar a las adyacencias de la muralla, tenía el privilegio de poder ver a las águilas doradas partir.
–No, sabía que estaba a punto de hacer una locura.
–Estas “Expediciones” de las águilas doradas estaban conformadas por unidades en vehículos todoterrenos, blindados, y grandes camiones de carga conocidos como “Elephants” el cual son utilizados para llevar recursos y equipos, e inclusive sirve como un vehículo de transporte para grandes pelotones de soldados.
–Esa noche, sin ni siquiera pensarlo dos veces tomé una importante y dura decisión.
–El equipo técnico para el cual yo trabaja estaba a punto de abrir la puerta interna con tan solo halar una pequeña palanca que maniobraban desde las oficinas en la parte superior del muro, la puerta externa era abierta luego de que la puerta interna era cerrada, para evitar que ojos indeseados mirasen a través de las puertas abiertas al exterior de la muralla.
–Todos los pelotones de soldados caminaron hasta el interior de la muralla, la infantería, sus vehículos y una persona inesperada, en total eran casi quinientos soldados de los cuales doscientos eran de la academia.
–Decidí colarme esa noche tomando el puesto de uno del personal de asistencia quienes preparaban logísticamente a los soldados en el interior del muro, ajustaban bien las tuercas de las ruedas, analizaban los vehículos para revisar si no tenían algún defecto y preparaban las armas de los soldados, afilando sus espadas. Yo, obviamente no tenía experiencia alguna manejando estas máquinas pero no era necesario que estuviesen encendidas para intentar realizar mi tarea.
–Ningún soldado de las águilas doradas se dio cuenta que yo era un infiltrado.
–Cuando todo estaba listo, dieron la orden de abrir la puerta externa.
–Las luces rojas comenzaron a encenderse y una alarma comenzó a sonar indicando la apertura de la gigantesca puerta que se abría lentamente. En ese momento, mi corazón empezó a latir rápidamente al sentir una fuerte emoción de tener que ver que yacía más allá de la muralla pero como todo estaba oscuro gracias a la noche y una fuerte tormenta y niebla cubría lo poco que apenas se podía ver.
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Editado: 10.08.2020