Arcángel: La Maldición de los Caídos I

Capítulo 7

Esto era increíble…

-Usted…

-Encantado de conocerte Arella Barnes – toma mi mano y deposita un beso en ella – ¿Le ofrezco algo de beber?

-Yo…

-Sígame – sonrió e hizo una seña hacia los hombres que se encontraban en este lugar

Dos hombres se posicionaron a mis costados y me guiaron hacia otra habitación que constaba con dos simples sillones y una mesa en el centro, el lugar estaba adornado de libros y tantas plantas.

Había vida aquí.

-Toma asiento Arella – dijo sentándose en uno de los sillones.

Miré a uno de los hombres, el cual asintió y me senté frente a Azael.

-Bien Arella – sonrió y tomó una taza que se encontraba en la pequeña mesa – Cuéntame, ¿cómo vas en la escuela?

-¿Es enserio? – reí

-¿Dije algo malo? – miró a los hombres y luego a mí

-Me trajeron sin mi permiso al pueblo de ángeles y reino de arcángeles, y… ¿me pregunta sobre mi vida escolar?

-Vaya, la humana Arella es de fuerte carácter – sonrió – Me agradas

-¿Qué es lo que quiere? – me recargué en el respaldo del sillón – ¿Por qué a mí?

-Tu eres la elegida querida Arella – sonrió – No puedes contra tu destino

-¿Elegida? – tragué saliva – ¿A qué se refiere?

-Eres aquella mortal que causó la maldición de los caídos.

-Debe ser una broma

-No lo es – dio un sorbo a su bebida – Toma tu té, se enfriará

-No vine a tomar el té con el rey – recargué mis codos en mis piernas – ¿Por qué yo?

-Estuviste condenada desde tu nacimiento Arella – sonrió–Deberías agradecerle a Alexander… o – miró a sus hombres y rio – Quizá no

-¿Alexander?... ¿Él que tiene que ver en esto?

-Él está enamorado de ti

-¿Enamorado de mí? – sentí mi corazón palpitar tan rápido.

Sentí que mis mejillas se enrojecían cada vez más y el nerviosismo se apoderaba de mí…

¿Alexander enamorado de mí?

Esto debía ser un sueño.

-Pero… parece que tú también lo estás – dejó la taza en la mesa – Lástima que su decisión te condenó a la muerte.

-¿Disculpa? – lo miré

-Pronto sabrás – sonrió y se levantó – Esto le pertenecía a él – tocó una espada

-¿Una espada? – miré el filo de esta

-Era un guerrero – me miró – Un príncipe

-Era el príncipe de este reino.

-Así es Arella – sonrió – Eres tan inteligente

-Pero… al enviarlo a la Tierra se quedaron sin príncipe

-Es un riesgo que decidí tomar – caminó por la habitación – Yo soy un ser inmortal, pero eso no quiere decir que no me haya ganado enemigos – me miró – Muchos enemigos

-Háblame sobre ustedes – lo miré – Los arcángeles

-Con mucho gusto – sonrió – Nosotros los arcángeles durante siglos hemos atribuido a los siete mundos

-¿Siete mundos? – me enderecé en mi asiento –  ¿Quiere decir que existen siete reinos?

-Así es Arella – sonrió – Se nos conoce como los mensajeros de Dios, pero eso es mentira, somos guerreros que defendemos nuestros derechos inmortales – camina por el salón – Eso de que somos buenos, es mentira, somos una abominación, una creación sagrada que tiene objetivos, y uno de ellos es hacer sufrir a quien consideramos un peligro.

-Y yo soy ese peligro

-Tu realmente no estuviste consciente de la maldición – me mira – Eras una bebé tan solo, alguien que no pensaba ni hablaba – sonrió – Tuve la oportunidad de tenerte en mis brazos una vez.

-Usted…

-Yo te salve de ese accidente Arella – sonrió – Yo era tu arcángel protector

-¿Eso es posible?

-No – se agacha frente a mi – Pero tus padres lo pidieron

-¿Conoció a mis padres?

-No exactamente – tomó mis manos – Ellos antes de morir, pidieron rescatar a su pequeña hija – quitó un mechón de cabello de mi rostro – Ellos creían en nosotros, es por eso que puedes ver esto, es por eso que puedo tocar tu rostro.

-¿Son una fantasía?

-No para los creyentes – sonrió – Existe gente que no cree en los ángeles y ellos son los que están más solos en el mundo

-Pero yo…

-Tu tuviste una segunda oportunidad – se levantó – Pero Alexander se enamoró, vio un futuro junto a ti y lo arruinó todo, nuestras metas, nuestro futuro se arruinó gracias a ese sentimiento de estúpidos humanos – golpeó la pared y esta se rompió un poco haciendo que me sobresalte – Lo siento… – se acomodó su ropa – Mis planes se hundieron – volteó hacia mí – Pero un sacrificio podrá volver a la normalidad a todo el reino – sonrió




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