Capítulo 40: presencia oscura
Lo último que podía recordar es que fui atacado con flechas y vagamente un dolor sobre mi estómago. Volteaba a verme y no parecía herido, pero lo más extraño era el lugar donde estaba.
Me encontraba sobre un prado, pero sin dudas era el prado más hermoso que había visto, un espacioso cielo azul sin nubes, césped verde y fino con diversas flores de variados colores, un lago que reflejaba a perfección el color del cielo, la fragancia era dulce y el viento era fresco. Al poco de darme cuenta estaba descalzo y camine sin rumbo, me sentía en paz y con unas terribles ganas de tirarme al suelo y dormir.
De pronto la noche se hizo, como si se cambiara un telar por otro. Un cielo oscuro estrellado y sin luna, se podía ver las líneas estelares que surcaban el cielo nocturno, era precioso, en las franjas y tenues luces se podían ver diversos colores.
Estaba listo para tumbarme al suelo cuando una persona llamo mi atención, parada en lo que hasta ese entonces era el reflejo del cielo azul, ahora era el mar de estrellas. La persona que estaba sobre de ellas parecía más bien un abismo oscuro, toda ella era oscura, vestía un traje, su cabello, su piel y tenía un velo que cubría su rostro. Estaba asustado, más por el hecho de que no podía verla del todo.
- “no tienes que estar aquí, todavía te necesito” - dijo la voz que aún no sabía de dónde provenía.
- a donde debería ir – le pregunte pero no contesto, una melodía comenzó a sonar por todo el lugar.
- “te están llamando” - dijo ella.
- ¿quien? – Pregunte.
- “volverás aquí, pero no ahora, por favor cuida de ella, hablaremos nuevamente”.
La melodía se volvió más fuerte, comencé a sentir dolor en el estómago la escena se estaba volviendo borrosa y se me dificultada respirar, la tierra comenzó a tragarme y mi vista se nublo.
Me levante exaltado, Hana, Fred y Aideen estaban ahí con lágrimas en los ojos y cara de sorpresa, no me tomo ni un segundo entenderlo, había muerto y ahora estaba vivo. Ellos me abrazaron en sollozos, no sabía que había pasado pero estaba tan feliz que no pude evitar derramar lágrimas, nadie se había preocupado tanto por mí como ellos.