Arcano. Así definiría a mi abuelo si me preguntasen. Un arcano. Aparte que suena a viejo, la misma definición de la palabra lo dice todo: misterioso, difícil de descifrar. Siempre ha sido así desde que tengo memoria, contando los mismos chistes y las viejas anécdotas de su juventud, aprendidas hasta el cansancio durante esas estúpidas comidas dominicales con la familia.
¿Que por qué me quejo tanto? Pues da la fatalidad que me he roto la clavícula y me han operado, hombre. Ni más ni menos. Así que han debido sufrir mi ausencia en el colegio (lo cual me genera un sentimiento de estar al borde de las carcajadas, por la alegría que me causa), y pasar el tiempo en casa. Pero he aquí que mi madre ha tenido a bien, recurrir al arcano para cuidarme, (lo cual me genera un sentimiento de estar al borde del llanto, por la impotencia de evitarlo).
No puedo hacer nada, ya que opta por vigilarme a cada momento que pasa conmigo. Incluso, por la edad que aparenta tener, comienzo a sospechar que es un agente de la Gestapo encubierto.
Me es imposible jugar con el placer requerido mis videojuegos, porque de inmediato opta por torturarme (tengo muchas cosas que confesar, pero mientras no se refiera a una en concreto, no diré -esta boca es mía-), realizando un nefasto interrogatorio acerca de la trama de lo que ve en la pantalla de la televisión, causando que el Guardián de las 7 llaves muera de forma poco digna a manos del Hechicero Ceres a causa de mi falta de concentración.
Pero, algo ocurrió hoy... Debido a que el arcano requería algo de servicio en su escaso cabello, me llevó hasta la peluquería con él. (Sí, dije peluquería. Como si no hubiera Estéticas unisex a cada cuadra en la calle). Al entrar, nos recibió un tipo tan viejo como mi abuelo, quedándome reducido a la necesidad de pasar sentado el rato, mirando las lociones, talcos y toallas que ahí había. Sitio raro. Lo que fue producto de mi desconcierto, se generó al caer mi abuelo en un bache mental, cuando comentaba algo de una de sus tantas historias.
- Richie, ¿Cómo se llamaba el dueño de la tienda de abarrotes al que estafaron en los 50's?
En ese momento, comencé a repasar en mi mente todas y cada una de sus historias, sacando del archivo mental lo que se pedía. (Para mi sorpresa).
- El señor Domínguez.
- ¡Claro, Richie! Gracias... Pues ya escuchaste, Carlos. Este cuate hizo su trampa dándole un dinero al boxeador para que se dejara caer en el cuarto round. Pero no contaba con la astucia de Don Vicente, el español de la tienda de Telas...
- Era una vinateria, abuelo. Tenía una vinatería.
- ¿Cómo?... ¡Ah, es cierto! Gracias, Richie. Pues Don Vicente, le hizo el mismo trato al boxeador, pero para el tercer round. ¿Puedes creerlo? No podía yo parar de reír al ver al señor Domínguez gritándole al boxeador: ¡Párate desgraciado, que me vas a arruinar!
Observar el brillo en los ojos de mi abuelo mientras le contaba su historia por primera vez al rapabarbas, me hizo pensar y sentir cosas... raras.
Una vez que salimos de allí, me arrastró (no físicamente, sino contra mi voluntad), a un café en el Centro, donde nada más entrar, me pregunté de inmediato si ya estarían poniendo sucursales de los asilos en él, ya que la persona más joven que se encontraba sentado ahí, tendría al menos 5 años menos que mi abuelo.
Todos me saludaron muy efusivamente al ser presentado por el arcano ante el grupo, y volví a notar que estando entre ellos él se transformó, justo como yo cuando estoy con mis amigos pero en versión retro.
Las historias tan repetidas y faltas de interés narradas por el arcano, tomaron otro matiz al ser contadas y escuchadas entre ellos, que las vivieron y pasaron a formar parte de su juventud.
Recordé algunas de mis anécdotas más graciosas y me percaté de una cosa muy cierta: Al menos dos o tres veces las habíamos repetido en las pachangas a los que no las sabían, ante la mirada aburrida de los que ya las tenían escuchadas, y me vi en bastantes años más adelante…
¿Arcano? De ninguna manera.
Es mi abuelo.