C A P I TU L O 1
"Desconfianza"
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13 de enero de 2022
Carolina del Norte - 7:30 a.m.
Gabriela Hicks
Despierto consiguiéndome una figura masculina en mi cama, con los ojos cerrados, durmiendo plácidamente entre mis sabanas. Recuerdo la celebración de anoche, y sigo sonriendo como una adolescente enamorada. Estar atada a él y llamarlo mi esposo es uno de los grandes placeres que yo me puedo dar a partir de ahora. Siempre con este momento, no pensé que sería tan pronto.
La doy una leve caricia a su mejilla con las yemas de mis dedos, se ve tan adorable mientras duerme. Le planto un tierno beso en su mejilla, pero él me toma del torso colocándome debajo de él, rio porque me atrapo en mi intento de ser lo más sigilosa posible.
—Oh, no, señora Mcoy —besa mi cuello provocando que me retuerza de la risa, sabe cuál es mi punto débil —. Usted no se irá de mis brazos tan fácilmente.
—Es hora de ir al trabajo, señor Mcoy —refunfuña como un niño pequeño —. Vamos, tenemos trabajo que hacer.
—Desearía poder tener una finca en México y solo criar vacas para luego venderlas —él y sus ideas de como sacar dinero sin tener que hacer nada —, así podríamos pasar más tiempo juntos y solo tendríamos una granja.
—¿Y estar lejos de la civilización?
—Por favor, tengamos una granja —súplica.
—En tus sueños, querido.
Lo obligo a levantarse para que nos duchemos juntos antes de que se nos haga tarde. Ya arreglada, voy a la cocina encontrándome con mi esposo con su uniforme que siempre le ha quedado bien. Puedo sentir que mi estómago revolotea de solo verlo de espaldas.
—Señora Mcoy, no me mire de esa manera —rio por lo bajo cuando se da cuenta de que estuve mirándolo por mucho tiempo.
—No me culpe por querer detallar el cuerpo uniformado de mi esposo, señor Mcoy —me acerco a su cuerpo para darle un beso en sus labios.
Aún puedo recordar la boda como si fuese ayer. Hace solo unos 6 años que nos conocemos, fuimos amigos durante 3 años y ahora... es mi esposo, jamás creí que algo así me sucedería a mí. Un amor de película, un amor de novela...
Lástima que, ese amor, se fue esfumando con el tiempo.
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4 meses después.
Estar sentada junto a la ventana se volvió una costumbre que no puedo dejar ni aunque lo quiera, porque mi preocupación me hace actuar sin razón ni lógica. Trato de no pensar en aquello que tanto me duele, miro con pesar mi anillo de bodas, y me pregunto: ¿cuándo fue que volví a la desdicha de ser reemplazable?, ¿qué hice mal?...
Pero dejo atrás todos esos pensamientos ridículos. Yo no hice nada malo, solo di amor demás, amor que alguien como él no merecía y tampoco valoraba. Sigo esperando algún indicio de que va a llegar a casa esta noche, al menos un ruido del auto siendo estacionado, solo espero eso.
Y mi anhelo se cumple cuando veo el auto de mi esposo siendo estacionado en el garage, baja del vehículo para entrar a la casa de la forma más silenciosa, mientras que yo lo espero, aun sentada al lado de la ventana. Escucho sus pasos, acercarse a la puerta poco a poco, cierro los ojos manteniendo la calma para que mis sentimientos no interfieran en esto, pero solo pensar que estaba con esa otra... Me duele.
Finalmente, entra por la puerta de nuestra habitación, pero se sorprende al verme despierta, esperándolo.
—Gaby, ¿qué haces aún despierta? —su tono de voz es suave.
—Tuve una pesadilla —respondí con seriedad —. Imagínate mi sorpresa cuando me di cuenta de que no estabas a mi lado para consolarme por esa maldita pesadilla.
—Lo siento... Justin me llamó por una emergencia —rio por lo bajo, qué descarado.
—Justin no está en Carolina —objeto.
—Y-Yo... No...
—¿Me crees estúpida, Mcoy? —ataco —. ¿Crees que no sé lo dé tu pequeña aventura en la central?
—¿De qué mierda estás hablando? —se hace el ofendido.
—Ay, por favor, sabes perfectamente de que hablo, William Mcoy —busco las pruebas que tenía guardadas desde hace unos cuantos meses —. Tú y la nueva doctora mental de la central, ¿creíste que no me daría cuenta?
Lanzo las fotografías de ellos dos besándose a escondidas en la central e incluso fuera del trabajo, su rostro parece una hoja de papel por su palidez. Su miedo es ridículo, todo esto es...
—Gabriela, por favor, perdóname... —se arrodilla ante mí como si fuera tan fácil pedirme algo como eso —. No me dejes, por favor... Lo vamos a solucionar, mi amor...
Se levanta y me toma de los brazos con fuerza, su comportamiento me asusta demasiado, siento que me lastima. Lo empujo hasta el otro extremo de la habitación, provocando que se enoje por mi acción.
—¿No quieres que te toque, acaso? —su pregunta es estúpida, por lo tanto, decido ignorarlo por completo y empacar mis cosas sin prestarle mucha atención a sus insultos —. No me ignores, Hicks.