Oigo una y otra vez como mi profesor entona la sonata número once de Mozart. Todo un éxito, que duda cabe, una canción preciosa, pero que después de trece veces, cansa. Está tocando él porque yo ya me he cansado, ni siquiera siento mis dedos.
Y el día solo ha empezado, miro de reojo el reloj de pared, marca las siete y media de la mañana y ya llevo dos horas de piano y ahora le siguen tres de ballet, bachata, salsa y hip hop. Sé que no le gusta a Amador que mire la hora, pero no puedo evitarlo, por mí que él y mi piano se fuguen juntos. Yo me sacrifico por su amor.
Es un hombre de avanzada edad, su pelo es casi blanco y sus arrugas no colaboran, es un hombre demasiado educado y sé que si le pregunto su edad me la dirá, pero no le gustará hacerlo. En realidad me da igual lo que quiera, pero si se venga regalándome más horas de clase ahí si me muero.
Sus ojos grisáceos me estudian y chasquea los dedos.
-Heather -habla con lentitud, se está controlando y algo me dice que de verdad necesita hacerlo- no sé por qué desperdicias el aprendizaje al que tienes acceso. Tus padres gastan mucho en ti.
Bárbara y Enrique Smith, "un matrimonio de revista" según todos los periódicos. Siempre han tenido un buen estatus, él es diseñador y ella es abogada y trabaja para los mejores bufetes del país.
Aún así, no se puede decir que yo haya heredado su ambición por todo éste mundo. Me han criado para ser perfecta y posiblemente en educación lo sea, pero ahí termina todo. No me siento cómoda en galas, ni en los desfiles de moda de mi padre. No puedo hacerlo cuando son dos personas completamente ajenas a mi persona.
Me ha criado más el mayordomo Barney que ellos dos juntos. Juraría que ni siquiera saben que mi primera palabra fue "vodka" y que se lo dije a mi mayordomo. Desconocen, también, que mi primera frase fue "¿y papi, y mami?
Crecí con la esperanza de que algún día sus malditos trabajos dejaran de ser más importantes que yo. Después de diecisiete años, me he rendido y he abandonado cualquier tipo de esperanza. Se está mejor así, sin esperar nada de nadie.
-Hablaré con tus padres sobre ésto, Heather.
Si te cogen a ti el teléfono, diles de mi parte que sigo viva. Creciendo, madurando, y sin ellos.
-Cómo si fuera tan fácil -murmuro y por su mirada sé que lo ha escuchado.
Doy por hecho que la clase ha terminado y salgo de allí, es lo mejor. Siempre quise ser libre, claro que se vive bien rodeada de lujos, pero ¿y qué? ¿Qué hay de mí y de lo que quiera? Claro que en un principio me gustaba saber que siempre tendría mejores coches que mis amigas, cuando tuviera edad para conducir uno, que mi ropa sería más cara, y que tendría cosas que sus padres trabajarían años para conseguir.
Finalmente, me di cuenta de que solo me veían cómo eso, porque realmente y en el fondo estaba tan sumamente vacía que no tenía personalidad, solo dinero. Obvio agradezco vivir tan cómodamente, pero sino fuera por la gente que perdí y a la que gané sin pretenderlo, no tendría la mentalidad que hoy tengo y no creo, sé y estoy cien por cien segura de que es lo más bonito que tengo.
No me apetece bailar, estoy harta de bailar todos los días lo mismo. Sé que pretende mi madre "así sorprenderás a tu futuro marido". No desperdiciaban el dinero en mí, lo invertían. Dinero que les sería devuelto cuando me casara con un rico heredero hijo o nieto de alguno de sus socios. A veces, mi padre, incluso soñaba con casarme con alguien de la realeza. ¡Por dios, están enfermos!
Aún así, nunca les habían gustado mis novios. No decían claramente que problema había pero yo ya lo sabía: que eran de clase media. Incluso los hubo de clase alta, pero sin un buen apellido.
Me repudia a mí misma pensar como lo hago...
Estoy en mi habitación, la única que no es de color beige ni pastel de toda la mansión. Es blanca, y los muebles en blanco, ya está. Justo los colores más odiados de mi madre y vaya, quizá por eso me gusten tanto.
Me tiro y caigo boca abajo sobre mi mullida cama, si tuviera que elegir algo de mi vida, la elegiría a ella una y mil veces. Que le den al Bentley plateado que espera en el garaje a mis dieciocho. Yo soy feliz con mi colchón.
Oigo que suena mi móvil "Attention- Demi Lovato" estiro el brazo y lo cojo de la mesilla. Puedo leer el nombre de mi mejor amiga en pantalla.
-¡Golfa ricachona! -grita. Alejo el teléfono levemente de mi oído, me dejará sorda.
-¿Qué pasa, Alex? No puedes vivir sin mí.
-¿Qué piensas hacer hoy?
-Planeo darme un buen baño y pasar de las clases que me quedan hoy. ¿Qué tramas?
-¿Vas a bañarte en billetes de cien?
-¡No soy tan rica! -chillo y sé que miento.
Nunca lo he hecho, supongo que porque eso solo se hace en las películas. Y a Alexandra le encantaría hacerlo.
-Cagas dinero, perra. Bueno, el caso es que me escribió Paul y...
-¡No seré el mal tercio otra vez, dile que te gusta y fin! ¿Sabes qué? Yo misma se lo diré.