Ares, mundo salvaje

CAPITULO DOS, CONSECUENCIAS

11

Uxmael regresó a la división de infantería lo más rápido que pudo y se unió a la cuadrilla que los acompañaría a Dunkll. En la tensa mirada que recibió de su hermano, entendió que, sin mediar palabras, había sido regañado. Sabía bien que debería haber llegado antes. Pero su pequeña empresa vengativa se lo impidió. No dijo absolutamente nada, ni siquiera se excusó. Montó su centauro y se acomodó para partir.

Ptolomeo, a pesar de haber notado incluso que el pómulo de su hermano sangraba, tampoco le dijo nada. Ambos estaban de duelo todavía. Aunque una mirada, pensó, vale más que mil palabras. Montó su centauro y junto al resto, partieron hacia Dunkll.

Al atardecer, que se despedía con espectaculares tonos anaranjados y rojizos, la cuadrilla de ayuda llegó a la aldea de Dunkll. Vania los recibió. Estaba exhausta ya que había movido cuerpos de licántropos de aquí para allá durante todo el día. Quería agilizar el trabajo de la cuadrilla para cuando llegara.

En ese mismo momento, desde el fuerte de Lycanthrópolis partían hacia la morada de Lilith, Kirón y su particular mensajero. Uxmael pensó que se hubiera sumado con gusto a esa empresa, si no fuera porque el coronel era tan conservador. Aunque siguiera órdenes del rey, pensaba de todas formas que él era demasiado condescendiente con sus enemigos naturales. Después de todo, sus tierras habían sido violadas, nadie podría considerar una incursión ilegítima si uno de los afectados, él por ejemplo, entraba en tierras de vampiros sin autorización. Incluso si tuviera que matar a alguno de ellos en el camino, de seguro tendría encontronazos no deseados con los dueños de casa ya que el viaje hasta la Isla de la Muerte era bastante largo. Les llevaría varios días llegar a destino. Uxmael por fin dejó de lado esos pensamientos que no le llevaría a nada más que a un dolor de cabeza y se concentró en su aciaga tarea inmediata: el entierro de su padre, junto a otros veintitrés licántropos.

Los cadáveres estaban desparramados por toda la aldea, algunos todavía yacían dentro de las casas, justo donde habían sido asesinados. Vania, por decisión propia, había querido quedarse en Dunkll cuando Kirón la había traído luego de ser rescatada en el monte de los alerces. Ella quería ayudar. Se sentía culpable. Su protector la había salvado por segunda vez, si solo no se hubiera enfrentado a los vampiros, si hubieran corrido los dos hacia el monte, quizás podría haberse salvado él también. Tau, sin embargo, prefirió dar su vida para que ella pudiera escapar. Eso no se lo perdonaría nunca. Se odiaba por haber corrido, por haber escapado, por haberse sentido una vez más como una niña aterrorizada igual que cuando era chica. Igual que cuando la incertidumbre de pensar si ella sería la próxima cuando volviera a abrirse su jaula, le paralizaba todo el cuerpo y la hacía temblar como si de pronto el invierno más atroz la encontrara desnuda en medio de un descampado.

Ptolomeo se encargó de organizar al grupo. Envió a todos los centauros a recoger los cadáveres y llevarlos hacia un claro de monte que bordeaba la aldea, donde serían enterrados. A los lobos de la cuadrilla los mandó a cavar las veinticuatro tumbas que iban a utilizar. Uxmael pidió ocuparse de su padre, junto a Vania que también se ofreció para ayudar. Su hermano estuvo de acuerdo, pero además le encargó que buscaran flores de maniphasa lupinaria para preparar el ungüento fúnebre. Él se encargaría de revisar las casas para ver si encontraba en alguna el libro de la Sagrada Escritura de Licaón, para poder leer el pasaje de los muertos durante los entierros. Hacía tanto tiempo que no moría un licántropo que le era imposible recordarlo de memoria.

Vania limpió la sangre seca ya del cuerpo de Tau con una tela de algodón húmeda que mojó en el agua de la fuente central. Uxmael preparó una camilla improvisada que se engancharía a su propia cintura para tirar de ella, llevando a su padre hasta la zona donde se estaban cavando las tumbas. En cuanto a las flores que le había pedido su hermano, pensó que probablemente tendría que hacer un viaje extra. Solo nacían en zonas altas, donde les llegaban la poca luz que Phobos y Deimus, las lunas de Ares, proyectaban sobre las oscuras noches. La maniphasa lupinaria era una planta nocturna que solo abría sus pétalos gracias a esa escasa luminosidad recibida.

Una vez que el cuerpo de Tau quedó preparado para su sepultura, Uxmael y Vania salieron en busca de la planta. Cerca de la aldea, a unos cinco kilómetros quizás, había un pequeño escarpado donde el terreno se elevaba en pequeñas sierras de muchos arbustos y pocos árboles. Zona especial para el desarrollo de la maniphasa lupinaria. Aunque también eran terrenos muy llamativos para los grifos, ya que allí conseguían su alimento predilecto, las serpientes que en general hacían sus nidos en los huecos formados por las rocas.

***



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En el texto hay: brujas, vampiro vs hombrelobo, batallas epicas divinidades

Editado: 31.01.2023

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