La batalla se había tomado un descanso, permitiendo a las tropas de Rhondia la atención médica básica para seguir combatiendo. Los heridos habían sido muchos, al igual que los muertos; pero lo que más dolía era la muerte del rey. Para Soren y los suyos no era este un factor de importancia, pero sí para el resto de las fuerzas rhondas, incluso para Terrik, quien en caso de salir victoriosos sería coronado rey muy a su pesar.
Carión, por su parte, estaba devastado y parecía incapaz de reaccionar; se había puesto en un rincón y no dejaba que nadie se le acercara. Kirtan acomodaba las tropas, asignaba las órdenes. Soren daba órdenes y ayudaba a atender a sus heridos. Cuando terminó, hizo un recuento de las tropas. Cinco mil rhondos y nueve mil Ar-Gun. Cinco mil caídos que representaban más de un cuarto del ejército. La batalla había resultado ser bastante más pareja de lo que esperaban, por lo que las bajas de Ulog debían de ser más que las suyas. El problema se presentaba en que las mayorías de las bajas serían del ejército Fe-Gun, las del ejército orco debían seguramente de ser escasas, tal vez unas mil, pero no estaba seguro. Las tropas goblins no regresarían a la batalla, su regimiento había sido destruido, esas ya eran dos mil tropas menos, mil orcos y unos cuatro mil Fe-Gun representaban un total de siete mil tropas menos en su ejército. Eso acortaba la diferencia, pero no lo suficiente.
Los orcos y los elfos se caracterizan por su aguante, pero no así los humanos, del remanente de soldados rhondos, solo la mitad había estado en reserva, el resto ya se encontraba cansado. Cuando Ileth bajó de la torre, se paseó por el sector donde atendían a los heridos, sus estudiantes curaban a todos los que podían con parches tradicionales, y solo algunos hacían uso de la magia, permitiéndoles volver al campo de batalla. El Fe-Gun hizo lo propio con las tropas Ar-Gun de Soren, que al principio le vieron con desconfianza, pero consiguió curar a varios de ellos, aumentando en algunas decenas sus filas.
Las tropas de la muralla habían dejado de disparar y se habían guarecido para descansar y recuperar sus fuerzas. Algunos muchachos más jóvenes alcanzaban una ración de comida y agua a los cansados soldados, pues ya era mediodía. El ejército atacante se encontró con problemas para hacer llegar las armas de asedio hasta la muralla, pues muchos edificios quemados comenzaron a derrumbarse, obstaculizando el camino. Las escaleras eran más simples de transportar que los arietes, que comenzaron a desviarse por las calles de la ciudad, yendo y retrocediendo cuando veían que no podían hacerlo pasar. Ese respiro fue agradecido por la mayoría, incluso en las fuerzas enemigas.
Soren era consciente de que no sabía nada respecto a la defensa en un asedio, pero fue él quien tomó las riendas del ejército. Reposicionó las tropas propias y las rhondas, sin que nadie se opusiera a sus órdenes. Kirtan le miraba sin decir nada, el estaba completamente abatido por el combate y la muerte de su rey. Carión ni siquiera le miraba, y el resto de “las bestias” seguían únicamente su liderazgo, por lo que no tomaban órdenes de nadie más. Terrik no intervenía y dejaba hablar a Soren, a quien apoyaba en cada acción tomada, pero todavía seguía atónito por lo sucedido. Se encontraba tranquilo sabiendo que Alani no podría ver la batalla desde la tercera muralla, dónde ella había quedado a cargo, junto con la guardia de la ciudad (indebidamente pertrechada y entrenada) recientemente formada gracias a la última leva forzosa.
Eran casi las cuatro de la tarde cuando un mensajero se acercó a Terrik haciéndole llegar una carta. Lo abrió sin comprender del todo lo que sucedía y su cara de alegría no pudo esconderse.
Es un mensaje del señor enano Thoriq Helmsdeep – dijo en voz alta – El ejército invasor inició un ataque esta mañana, pero ellos pudieron resistir hasta la llegada de las fuerzas enanas, que dieron vuelta el resultado de la batalla. Dice que los orcos se retiraron antes de entrar en combate con ellos, sufriendo muy pocas bajas. Además, dice que el Alergus Kineth Vol-Guin está muerto y su cabeza se encuentra empalada en la muralla de la Ciudad del Lago como recordatorio a todos aquellos que quieran acercarse que ni Rhondia, ni los enanos ni los Ar-Gun se rendirán jamás.
Los aplausos y gritos de ovación se elevaron de tal manera que sus corazones se llenaron de alegría. Sólo Soren no decía nada. El estaba preocupado, ya que según las estimaciones, los refuerzos enanos a Taria ya deberían de haber llegado. Cuando el tiempo jugó su mala pasada, el grupo se encontraba mucho más cerca de Taria que de la Ciudad del Lago. Eso podía significar que las fuerzas de Thoriq con las que contaban tal vez nunca llegaran. Si eso era cierto, la ciudad estaba también perdida.
Pero no había tiempo para pensar en ello, uno de los grandes arietes orcos se acercaba hasta la puerta, cuatro escaleras ya estaban casi en posición para abordar la muralla. Soren, a diferencia de lo que habían hecho en la muralla exterior, entremezcló a los guerreros Ar-Gun con los soldados de Rhondia, para que de alguna manera se complementaran. En la puerta inferior, mucho más pequeña y débil que la de la muralla exterior, Soren había ordenado que la reforzaran con cualquier elemento pesado que le proporcionara volumen y fuerza. El hueco de la puerta estaba repleto de bártulos que dificultarían el ingreso de los enemigos. Dejó allí abajo a quinientos arqueros y cinco mil soldados, entre piqueros y hombres de armas tanto humanos como elfos. El resto, se había ubicado a lo largo y ancho de la muralla para luego, de ser necesario, concentrarse en los focos de conflicto más fuertes. Por suerte, las torres de asedio no podían pasar por la puerta y las escaleras eran demasiado pesadas para los orcos. Soren pudo ver que Ulog había llamado a la ciudad a todos sus soldados, ya no quedaba nadie, o casi nadie, fuera, incluso hacía traer una carreta con lo que parecía un féretro a cuestas. Ulog, consciente de que el ejército rhondo estaba agotado y desanimado por la muerte de su rey, aprovecharía ese bajón anímico para atacar con todas sus fuerzas.
Editado: 13.06.2019