— ¡Vamos Uriel arriba! —escucho a mi madre golpear la puerta de mi recamara.
Me froto los párpados levemente mientras expulso un enorme bostezo. Opto por no ponerle los pelos de punta tan temprano y me pongo de pie para alistarme e ir al dichoso colegio.
Era muy tedioso el estar asistiendo a una institución que además de querer enseñarme lo que ya sé, lo hacía de manera incorrecta, la única razón que conseguía que yo pusiera un pie a diario ahí es la voluntad de mis padres por querer que nos mezclemos en sociedad. No denigro a las personas, trato de no hacer sentir mal a nadie, pero es solo que a veces no tolero a mucha gente alrededor mío, tan solo quiero estar en paz, en completa paz.
— ¡Por todos los cielos muévete! —y está claro que justo ahora puedo tener todo excepto paz. Ariel acaba de golpear la puerta de mi recamara. Era un verdadero caos aquí todas las mañanas.
Termino de ducharme y salgo para vestirme de inmediato, podría optar por usar el uniforme virtual, pero aún sigue en periodo de prueba y por lo que he escuchado ha tenido algunos fallos, y sinceramente no me apetece quedarme desnudo a la mitad del patio del instituto, así que termino usando ropa que puedo sentir sobre mi piel perfectamente. Bajo las escaleras rápidamente y me encuentro a mamá igual que siempre, corriendo del comedor a la cocina y de la cocina devuelta al comedor.
—Buenos días mamá —me acerco y beso su mejilla
—Hola hijo —me responde ella con una expresión gentil y coloca una mano en mi hombro— ¿dormiste bien? —me pregunta enseguida
—Sí mamá, muy bien —sonrío— ¿qué tal tú?
—Bueno apenas cierro los ojos ya es hora de levantarse de nuevo —responde con humor—vida de casada hijo —sonríe jovial—madre de dos adolescentes, jefa de veterinaria y guardiana suprema de este Comnopolio
—Así y más extraordinaria es su madre —llega papá acomodando su saco y dándole un casto beso a mamá en los labios
—Bueno hijos siéntense ya o se nos hará tarde —anuncia mamá y todos tomamos asiento
—Recuerden que yo tengo doble turno hoy en el hospital —comienza a decir papá—y mamá llegará dos horas tarde el día de hoy
—Debo operar a un cachorro y eso me tomará tiempo —añade ella como explicación
—Saben que
—Debemos venirnos directo a la casa y no escabullirnos por ahí —le interrumpe Ariel
—Lo sabemos padre —añado yo con algo de pesadez
—Bien —él resopla—sus abuelos vendrán para comer con ustedes, no hagan nada fuera de lo ordinario —agrega mirándonos con su típica mirada autoritaria que para ser sincero tiene un gran efecto en nosotros, aunque no he de negar que hemos tratado de desafiarla
—Lo último que queremos es a dos mayores con los ojos desorbitados —dice mamá con diversión mientras nos sirve jugo a mi hermana y a mí
— ¿Y por accidente nunca vieron algo inusual por parte de ustedes? —les pregunta Ariel mientras le pone un poco de cajeta a su pan tostado
—Algunas veces, sí —contesta mi padre
—Y porque en su mayoría así lo decidió su padre —añade mamá volviendo a tomar asiento—pero luego determinamos que por el bien de su salud mental era mejor abstenernos de cualquier cosa inusual —hace comillas con sus dedos—en su presencia
—Sé que mis padres y los de su madre podrían digerir, aunque con algo de trabajo ciertas cosas —continúa mi padre mientras yo ingiero bocado—pero lo cierto es que entre menos sepan mejor
— ¿Y en el hospital has hecho uso de tus dotes? —le pregunto yo directamente
—Una que otra vez, sí —corrobora él sin titubeos—cuando estoy seguro de que ha de sanar —prosigue y me mira a los ojos—tan solo acelero el proceso de su recuperación, pero cuando la voluntad de Dios es llevárselo —tuerce sus labios de lado—ni siquiera me tomo la molestia
—Me imagino que debe ser muy difícil —le dice Ariana
—No cuando su destino es el cielo —responde él con una media sonrisa
— ¿Cómo es? —vuelve a preguntar ella, con una mirada y sonrisa esperanzada de conseguir respuesta
—No lo sabemos —responde mi padre y mi expresión cambia
—No se nos fueron devueltos la totalidad de nuestros recuerdos —continúa mamá explicando—solo los necesarios para ejecutar esta nueva misión
—Pero ninguna imagen que pudiera poner en riesgo al paraíso y una nueva batalla recayera en él —termina mi padre con la explicación
—Temen que Lucifer pueda atacar de nuevo —argumento yo. Mis padres se miran de reojo un segundo
—Justo eso tememos sí —responde papá con una voz algo preocupada
—Sigo teniendo una duda que no deja de dar vueltas en mi mente —descanso mis manos en la cubierta de la mesa y los miro directamente
— ¿De qué se trata? —me cuestiona mamá
—Si Lucifer era la luz más brillante de Dios y en su creación no usó ni una pizca de inmundicia en él —los miro a los ojos— ¿cuál fue el acto detonante para que se volviera en contra suya?