— Señorita Wilson, ¿sufrió de anorexia?
— Si.
— ¿Te gustaba comer de pequeña?
— Me encantaba, pero no siempre podía.
— ¿Por qué razón?
— Si algo que hacía molestaba a mi padre, me castigaba sin comer o a veces me golpeaba tanto que no podía comer por el propio dolor.
— ¿Hasta que edad se extendió este abuso de parte de quien usted creía era su padre?
— Hasta que me fui de Estados Unidos, aún viviendo con Isaac el maltrato prosiguió.
— ¿Por qué?
— Porque le tenía miedo, mucho. Me daba terror.
— ¿Cómo se sintió al saber que el señor Lewis no era su padre sino que lo era Vince Wilson?
— Demasiado bien, pude decir basta, pude apoyarme lo suficiente en alguien como para dejar que me cuidasen. – intento no llorar.
— Sufrió un microinfarto con diecinueve, ¿razón de qué?
— Los médicos dijeron que podía ser causado por la anorexia. – asiente.
— ¿Cómo es la relación con su madre?
— Nula, no existe.
— ¿Y con su medio hermano?
— Pensé que era buena, hasta que me dí cuanta de las diferencias de trato que había entre ambos.
— ¿Qué quiere decir con eso?
— Él tenía la libertad de la que yo carecía, no lo golpearon nunca.
— Prueba uno.
La pantalla que mostró ayer mi cuerpo delgado se vuelve a encender y enseña varias fotos que me sacó Paris, son tantas que incluso a mi me agobian. Killian va explicando como y cuando sucedieron. Muestra también la evidencia número cinco que son audios, míos, llorando desesperada. Culpándome de lo que me ocurría aunque no pudiese evitarlo, hay incluso un audio que yo había olvidado de mucho, cuando aún salía con el imbécil que prefirió el dinero a mí.
— No, no puedo más París. – solloza una yo de diecisiete años. – No quiero casarme, yo quería a ese idiota pero mi padre le dio dinero y se largó, se fue. – grito. – Tengo miedo, París, estoy escondida, lo vi coger la correa. – se escucha la puerta de donde fuese que estuviese escondida, abrirse.
— Aquí estás. – se me hiela la sangre al escuchar la profunda voz de mi padrastro. – ¿No aprendes pequeña zorra? Tú única salida es casarte con Isaac y lo lamentarás, haré que lo lamentes toda tu vida. Sal de ahí.
— Por favor, por favor, con la correa no. – chillo, creo que se nota el miedo que tengo. – Con la correa no, por favor. – suplico.
— Para que aprendas a hacer caso y cumplir con tu deber de ser la esposa perfecta para Isaac Stone. – se escucha un golpe que casi puedo sentir y la grabación se detiene.
— ¿Recuerda eso?
— Un poco, no sabía que había grabación. – tengo los ojos llenos de lágrimas. – Perdón.
— No es necesario que se disculpe, acabé con mi ronda de preguntas.
Killian me sonríe para que tenga fuerza, para que no me deje digo el abogado de los Lewis lo que diga. Me preparo mentalmente mientras seco mis lágrimas con un pañuelo que me da un hombre de la seguridad. Le doy las gracias en bajito para que el juez no me llame la atención.
— Señorita Lewis.
— Abogado, ella cambió su apellido legalmente, diríjase a ella como corresponde.
— Perdón señoría. – veo sus orejas un poco rojas, de la vergüenza. – Señorita Wilson, si le tenía tanto miedo a su padre, ¿por qué no se marchó?
— No tenía donde ir.
— ¿No podía ir con su abuela Bethany?
— No.
— ¿Por qué no?
— Antes del accidente de coche mi abuela no tenía tiempo para nada, y no podía salir de la casa sin que alguien me estuviese vigilando.
— ¿Vigilando?¿El señor Lewis le tenía espías?
— Si, ¿De qué otra forma iba a saber él que salía con un chico cuando ni Evan lo sabía?
— Señorita Wilson, yo soy el que hace las preguntas. – me regaña con una sonrisa. – Hay vídeos y fotos en los que sales sonriendo con Evan. Prueba doce. – y salen imágenes mías con Evan, en el instagram de mi hermano. – ¿No está feliz en esas fotos?
— No.
— ¿No?
— En la primera y en la tercera se podría decir, acababa de tocar el violín, en las otras no era feliz.
— El violín, tuve la oportunidad de ver su función hace algunas semanas. – me sonríe. – Si le prohibieron todo, ¿por qué la dejaron tomar clases de violín? Tengo entendido que su madre no deseaba que las tomase.
— Si, se la daba bien fingir. – escucho un carraspeo de parte del juez. – Me dejaron tomarlas porque Isaac Stone amaba la melodía del violín, lo calmaba. – el abogado retrocede, no pensó que fuese a responder algo con sentido.
— Cuando cumplió la mayoría de edad podría haber huido, ¿por qué no lo hizo?
— ¿Dónde iba a ir? ¿Con qué dinero iba a vivir? Viví en una relación de poder, ellos tenían el dinero y yo no tenía nada. – digo alterada. – No podía irme a ningún lado, que no fuese al altar con Isaac.
— No más preguntas.
El juez me permite levantarme e ir hasta mi lugar al lado de Killian, mi abogado me pasa un pañuelo para que seque las últimas lágrimas mientras Isaac se levanta y pasa al estrado. Intento contenerme y logro retener el resto de lágrimas que amenazaban con salir. No quiero seguir llorando, quiero ser fuerte.
— Señor Stone, ¿en el tiempo de noviazgo falso con la señorita Wilson, vio su delgadez?
— Si, Idara estaba extremadamente delgada.
— ¿Qué tanto?
— Se le marcaban de forma pronunciada las clavículas, las costillas y los huesos de las muñecas.
— ¿Es usted consciente de que la anorexia no es solo física sino también psicológica?
— Si, Idara miraba la comida como si le dieran arcadas, no tomaba dulces por las calorías que estos pudiesen tener. La vi debatirse muchas veces entre que debía y no debía comer, la escuchaba susurrar la cantidad de calorías que tenía cada cosa que había en la carta de un restaurante. Y jamás la vi acabarse un plato de comida en mi presencia. – trago duro no sabía que se había dado cuenta de tantas cosas.