Arriesgarse

14

Axel

Entré a la casa de Leo después de tocar solo una vez. No me sentía de humor para esperar. Bianca se acercó caminando por las escaleras, sosteniendo a Nate en la cadera, quien tenía un puñado del pelo de su madre en la boca. 
—¿Axel? —dijo, luciendo preocupada. No había irrumpido como si fuera el dueño del lugar desde que Bianca y Leo se casaron. Ya no se trataba de la casa de soltero de mi hermano, ahora era su casa. 
—Ella me dejó hablar y luego dijo bien, te perdono y se fue. Nada más. Sin preguntas. Nada. Luego…luego el maldito de Adam dijo que saldría con ella esta noche. Me detuve en el café para conseguir una botella con agua y él hablaba con otra persona y lo oí. ¡Adam! Él es… él es… solo… 
—Es un buen tipo. —Terminó Bianca por mí mientras sacaba su pelo de los puños de Nate. Entonces me lo entregó

—Agárralo. Pero no maldigas. Tengo que prepararme algo de comer y puedes hablar mientras lo hago.  
Nate me sonrió y noté un pequeño diente asomándose a través de sus encías inferiores. 

—Mírate. Tienes un diente, hombrecito. 
Nate continuó sonriendo mientras tomaba mi pelo. El niño tenía un buen agarre y yo tenía demasiado maldito pelo. 

—Oye, amigo. Eso necesita permanecer en mi cabeza. —Metí la mano en mi bolsillo, tomé las llaves y se las entregué para  
distraerlo. 
Biamca se volvió ante el sonido del pequeño haciéndolas tintinear, y se acercó para quitárselas. 

—Eso tiene gérmenes. Pone todo en su boca. Le están saliendo los dientes. —Entró a la cocina, abrió la nevera y sacó un juguete azul que lucía congelado, luego se lo entregó. 
—Va a congelar sus manos —le dije, preguntándome qué demonios hacía. 
—No. Se supone que es para la dentición. Adormecerá sus encías. 
Este niño me jodía más de lo que quería pensar. 
—¿Dónde está Leo? 
—Se fue a correr a la playa. Volverá pronto. Ha estado fuera por una hora.  
Ahora, regresando a lo de Helena —dijo, metiendo la mano en la nevera para recuperar la comida que no tenía un aspecto nada atractivo

—Te perdonó y te absolvió de culpa, estás enfadado porque no comenzó una discusión y ahora ella va a salir con Adam. 
No exactamente. Lo hacía sonar como si yo estuviera siendo egoísta. 
—Yo solo… quería hablar más sobre eso. 
Bianca me miró desde donde estaba, cortando un tomate. 

—¿En serio? ¿Eso es lo que querías? Ya que la mayoría del tiempo, cuando un chico está tratando de rechazar a una chica, no quiere nada de drama. Suena como si Helena te dio la  
salida fácil. 
—No la estaba rechazando —dije a la defensiva mientras Nate tiraba su cosa azul congelada al suelo, y comenzaba a aplaudir como si acabara de hacer algo fantástico. 
Bianca sonrió. 

—Quiere que lo recojas. Te aviso, este es su juego favorito. Te  
tratará como a un perro. Seguirá haciéndolo todo el tiempo que se lo des. 
Levanté las cejas. 

—Pues, ¿qué mier... quiero decir, qué demonios hago entonces? 
Se encogió de hombros. 

—Sé su tío favorito y recógelo o sé un aguafiestas e ignora su juego. 
Maldita sea. Me agaché, lo tomé y se lo entregué. Nate me miró como si fuera la persona más maravillosa del mundo. El niño era lindo. En ese momento me sentí bastante especial… hasta que lo tiró al suelo de nuevo y comenzó a aplaudir. 
—Es un manipulador —le dije a Bianca agachándome para recogerlo. 
—O eres un tonto —dijo Leo mientras abría la puerta de atrás y entraba.  
Me sonrió, luego se acercó a Bianca para besarla abiertamente allí mismo, delante del niño y de mí.

—Necesito ayuda. Deja ir su cara, vas a comértela —me quejé. 
Leo alargó el beso un poco más solo para ser un cabrón, luego lanzó una mirada por encima hacia mí. 

—¿Es sobre Helena otra vez?  
—Sí —dijo Bianca, presionando un último beso en sus labios antes de volver con el tomate. 
—Dadadadada —dijo Nate con alegría. Bianca y Leo se congelaron. Bianca dejó el cuchillo en la barra y se tapó la boca. 
Leo miró a su hijo con una emoción que no entendí. 
—Dadadadada —repitió Nate. 
—Oh Dios mío, lo dijo —anunció Bianca mientras lágrimas llenaban sus ojos, riéndose fuerte.  
Leo caminó alrededor de la barra, quitándome a Nate como si yo no hubiera estado parado ahí. 

—Oye, amigo —manifestó con asombro en su voz. Nate  
dio unas palmaditas en el pecho de Leo

—Dadadadadada —dijo de nuevo. 
Bianca hizo otro sonido de grito feliz y Rush sonrió. —Así es, amigo. Puedes decirlo ahora, ¿verdad?  
Miré a Bianca y me di cuenta de que esta tenía que ser la primera palabra de Nate. Me encontraba presenciando un momento especial de la familia y tenía que irme. Este era su tiempo con su hijo. Hablaría con Bianca más tarde. 
Bianca corrió bordeando la barra y envolvió sus brazos alrededor de la espalda de Leo.—¿Quién es éste, Nate? —preguntó, y una vez más, felizmente respondió. 
No dije nada, me deslicé por la puerta y me dirigí a mi camioneta. Envié rápidamente un texto a Leo: 
Dile a Nate que dije felicidades por su primera palabra. Voy a hablar con ustedes más tarde. Ese era un momento de ustedes, necesario para disfrutarlo a solas. 

Eran más de las ocho y lo único en lo que podía pensar era en la puta cita de  
Harlow. ¿Por qué? Había dejado que se marchara. Le dije que no podía  
comprometerme con ella. No citas. No nada. Tenía un muy buen recuerdo para  
atesorar. El mejor. Ahora tenía que seguir adelante. Si me sentía asustado de estar involucrado en más que una relación superficial, entonces necesitaría abrazar mi  
destino. Solo no iba a ser superficial con Nan. Eso era demasiado jodido. 
Harlow buscaba más. Yo buscaba menos. Así que me dirigí al bar más  
cercano, esperando encontrar a una chica caliente que sólo quisiera un buen rato y 
luego llevarla a casa. No quería los compromisos de una chica del club. Estarían  
buscando más de lo que quería dar. 
Estaba familiarizado con este lugar. Siempre iba cuando quería salir de  
Rosemary. Tenían buenas bandas de covers y cerveza fría. Las universitarias iban 
siempre en abundancia desde la escuela estatal local. 
Entré, examiné el lugar hasta que vi varias oportunidades prometedoras,  
entonces me dirigí a la barra. Lynette era el barténder esta noche. Era una  
espectadora, lo suficientemente mayor como para ser mi madre. 
—Oye, guapo. No te he visto en toda la semana. Pensé que habías dejado la  
ciudad de nuevo.  
Le dediqué una sonrisa que sabía no la haría sonrojar. Era demasiado dura,  
pero sabía que todavía le gustaba coquetear. —No puedo dejarte por mucho  
tiempo —le contesté. 
—Mierda. —Sonrió y puso un vaso alto frente a mí—. Eso es lo mejor que he  
escuchado esta noche.  
—Gracias, sexy —le respondí con un guiño.  
Lynette soltó una carcajada y luego se acercó para ayudar a alguien más. Me  
volví para ver a lo largo de la habitación. Dos rubias guapas con blusas iguales sin  
mangas negras y minifaldas de cuero rojo me lanzaron sonrisitas coquetas. No  
eran gemelas, pero trataban muy duro de serlo. Los trajes a juego eran un bonito  
detalle. Por no hablar que tenían unas piernas asesinas. Sin embargo, no se  
encontraban‖en‖la‖liga‖de‖Harlow… 
¡No! ¡Joder, no! Interrumpí mis propios pensamientos. No iba a comparar a  
las chicas con Harlow. Esas dos eran calientes. Tenían buenas grandes tetas a  
punto de salirse de sus minúsculas blusas. Me alejé de la barra. 
—Imaginé que esas dos llamarían tu atención —escuché a Lynette decirlo en  
un tono divertido. 
Eché un vistazo hacia ella. —Me conoces bien. 
Sacudió su cabeza, luego sirvió otro gran vaso.



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En el texto hay: hermanastros, traicion, amor

Editado: 29.07.2020

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