Helena
Axel había tomado asiento en el sofá y me había llevado a su lado con el brazo envuelto firmemente alrededor de mis hombros mientras hablaba con Mase como si mi hermano no acabara de atraparnos en el cuarto de baño.
Hombres.
El resto del vuelo pasó rápidamente, pero también Axel me había mantenido muy distraída durante el primer trayecto largo del viaje. Cuando llegamos a Las Vegas, Axel tomó mi maleta y nos dirigimos a la limusina que Dean había enviado para recogernos. No tenía que preguntar para saber que se hospedaban en el Hard Rock. Era su lugar favorito para alojarse en Las Vegas. Yo
prefería el Venetian.
Axel se deslizó detrás de mí y se sentó tan cerca que nuestros cuerpos se tocaban desde el hombro hasta el tobillo, a pesar de que Mase se sentó frente a nosotros y había un montón de espacio para que se acomodara bien. Sin embargo, me gustó mucho. Estaba decidido a permanecer cerca de mí.
—¿Lo llamaste desde que aterrizamos? —preguntó Mase mientras se inclinaba hacia atrás y estiraba las piernas frente a él.
Rápidamente saqué mi teléfono y lo encendí para llamar a papá. Sonó tres veces y se fue al buzón de voz de nuevo.
—Todavía no contesta —le dije.
—Es un idiota. No puedo creer que vinimos hasta aquí para buscar a nuestro padre de cuarenta y cinco años. Esto es ridículo —Se quejó Mase.
Sabía que Mase no respetaba a papá. Lo mantenía al nivel de su padrastro y eso era injusto. Papá era una estrella de rock. Era una leyenda. Su mundo era diferente. Había que tener en cuenta que si quería algo, la gente mataría por complacerlo.
—Sigue siendo nuestro padre —le dije, tratando de no ponerme a la defensiva. Axel se acercó y me apretó la mano. Se sentía como si tuviera un aliado. Alguien que entendía. En realidad, nadie nunca entendió mi vida y mis opciones, ni siquiera Mase. El hecho de saber que alguien pudiera sentir... bueno, se sentía liberador. Como que no estaba sola.
—Sí, lo es. Por suerte —respondió Mase, mirando por la ventana.
La mano de Axel se tensó sobre la mía y me acercó más a él. No quería que me gustara o necesitarlo. Pero en este momento estaba cediendo ante ello.
Mi teléfono sonó, sorprendiéndonos a todos, y lo busqué sólo para ver que era Dean.
—Hola —dije, esperando que estuviera a punto de decirme papá estaba de vuelta en el hotel.
—¿Has aterrizado?
—Sí, estamos de camino al hotel —le contesté.
—¿Ha respondido alguna de tus llamadas?
Había algo raro en la voz de Dean. ¿Sabía algo?
—No... ¿Te ha llamado? —le pregunté.
Dean no respondió de inmediato. Empecé a preocuparme.
—No, no lo ha hecho. Pero cuando llegues aquí tenemos que hablar de algo antes de ir a buscarlo.
Eso sonaba como si supiera algo. No me gustaba que fuera tan reservado.
Sólo me ponía más nerviosa.
—Está bien. Deberíamos estar allí en tan sólo unos minutos —le contesté, cuando me dispuse a exigir que me dijera ahora qué era lo que sabía.
—Nos vemos en un rato, chica —dijo antes de colgar.
Sostuve el teléfono en mi mano y lo miré un momento.
—Te olvidaste de decirle a Dean que trajiste a su otro hijo contigo —Mase arrastró las palabras.
Lo miré fríamente y Axel sólo se rió. Me alegré de que Mase no estuviera afectando a Axel. Eso no era algo en lo que quisiera pensar ahora. Tenía miedo de que tuviera un problema mucho más grande. La aprensión en la voz de Dean era todo en lo que podía concentrarme en el momento. Algo andaba mal. Me diría si le había pasado algo a mi papá... ¿Cierto? Se me cayó el teléfono a mi regazo y puse una mano sobre mi estómago. Tenía que estar bien. Tenía que estarlo.
Cuando llegamos al Hard Rock, nos mandaron hasta el penthouse que Dean y Killian siempre utilizaban. El resto de la banda se quedaba en otro. Dean abrió la puerta con el ceño fruncido. Lo estudié de cerca. No se veía como alguien que
estuviera a punto de decirme que mi papá había muerto. Sólo parecía preocupado.
—Tenemos que hablar —dijo. Asentí, porque ya sabía esto. No le había dicho nada a Mase y Axel en el coche porque no estaba segura de que pudiera hacerlo sin atragantarme. Tenía miedo. Odiaba admitirlo, pero tenía miedo de perder a Killian.
La mano de Axel fue repentinamente a la mía y Mase estuvo a mi otro lado, su mano sosteniendo mi brazo como si necesitara ayuda para mantenerme de pie.
—¿Está vivo? —preguntó Mase, y me di cuenta que no sabía nada, pero estaba leyendo la tensión en la sala, al igual que yo. Fuera lo que fuera, Dean tenía que decírmelo, incluso si no quería.
Las cejas de Dean se dispararon y luego se dio cuenta de cómo habían sonado sus palabras y una mirada de disculpa cruzó su rostro.
—Diablos, sí, está vivo. Lo siento, Helena, no quise asustarte, cariño. Normalmente, cuando hace esto y sé dónde está, no te llamo. Simplemente lidio con él. Pero cuando ocurrió esta vez decidí que era hora de que lo sepas. Tú no eres una niña. Killian aún te trata como a una, pero te necesita más de lo que cree. —Dean se detuvo y comenzó a pasearse de un lado a otro delante de nosotros. Empuñó y desempuñó sus manos a su lado y bajó la mirada al suelo.
Aunque sabía que papá estaba vivo, ahora trataba con el temor de este gran secreto. ¿Podría estar enfermo? ¿Escondería algo así de mí?
—No quiero ser quien te diga esto, infiernos, él debió habértelo dicho hace años. Esto no es correcto. Pero necesitas saberlo. Necesito que lo sepas. No puedo lidiar con él. Necesito ayuda. Eres la única que lo puede ayudar, me temo. Se está haciendo más y más difícil que se vaya cada vez más. —Las divagaciones de Dean no tenían sentido. Continuó caminado en círculos, como si pudiera formar un agujero a través de él suelo al caminar y así hundirse en él. Fuera cual fuera el secreto, era malo. Mis rodillas empezaron debilitarse.
Dean hizo un gesto hacia el sofá y agitó su mano antes de pasarla por el cabello.
—Necesitas sentarte —dijo.
Diferentes escenarios empezaron a correr por mi cabeza. Mi papá estaba en rehabilitación, o tenía una familia secreta de la que no sabía, o tenía una enfermedad terminal. Solté la mano de Axel y me acerqué al sofá y me senté, sin apartar los ojos de Dean. Axel se sentó justo a mi lado. No estaba segura de si
quería a nadie cerca de mí ahora. Empecé a sentirme ahogada. Mis nervios hacían que me fuera difícil respirar.
—No esperaba verte, Axel—dijo Dean, reconociendo Axel.
Pude ver la mirada en los ojos de Dean, y comprendí que él sabía exactamente lo que pasó con esas llamadas telefónicas que nunca recibí. No aprobaba lo que Axel y yo teníamos, y eso me sorprendió.
—Dile lo que sea, Dean. Ella necesita oírlo —respondió Axel.
Dean comenzó a sentarse, luego se puso de pie y se pasó las manos por el cabello.