Arriesgarse

23

Helena

Cuando entré a la gran casa blanca, la cual podía ser solo descrita como una mansión, fui recibida en la puerta por una señora con uniforme de enfermera. 

—¿Puedo ayudarla, señorita? —preguntó, sin dejarme entrar al edificio. 
Al parecer, entrar a The Manor en The Hills era más segura que a una base militar. Le había enseñado al hombre de la puerta mi identificación y mi tarjeta de la Seguro Social. Había tardado diez minutos en hacer una llamada y discutir mi información antes de abrir las altas verjas de metal que rodeaban el lugar. 
—Soy Helena Manning.Mi padre está aquí… y…mi madre—contesté.  
Decir que mi madre estaba aquí se sentía extraño. Había tenido un montón de tiempo durante el camino para procesar todo esto. Una parte de mi entendía el por qué habían hecho esto papá y la abuela, pero la otra parte de mi los odiaba por ello. Era como que te robasen algo que nunca podrías recuperar. 
La señora usó el mini iPad en su mano para escribir algo. Asumí que era mi nombre. 

—Necesitaré ver tu identificación, por favor. 
¿Otra vez? ¿En serio? Saqué la cartera de mi bolso y le di mi licencia de conducir. Miró de mí a la fotografía numerosas veces, después escribió la información de mi tarjeta y esperó. Después de lo que pareció una eternidad,finalmente retrocedió. 
—Regina —llamó a una de las mujeres detrás del mostrador.

—Por favor, acompáñala a la habitación de la señora Manning. El señor Manning está ahí esperando su llegada.Así que mi padre sabía que estaba aquí. Bien. 
Seguí a Regina por una zona que parecía el vestíbulo de un hotel de cinco estrellas. Nos detuvimos en el ascensor y marcó un código. Las puertas se abrieron y entramos. 
Regina marcó otro código antes de mirarme. 

—Hagas lo que hagas, no enfades a la señora Manning. La presencia del señor Manning la mantiene calmada, pero si se siente amenazada, se agita y tenemos que sedarla. El señor  
Manning odia eso. 
Mi corazón latía rápidamente en mi pecho. Estaba nerviosa. No lo había estado hasta ahora. Sabiendo que estaba a punto de ver a mi madre y que ella sería esta…persona…no la sonriente mujer de las fotos…sin respuesta…¿Estaba lista para esto? 
Y mi padre. La forma en la que todos le describían con ella no sonaba como él en absoluto. Killian Manning no se volvía emocional. Se acostaba con chicas de mi edad y bebía demasiado. No se sentaba junto a la cama de una mujer y cuidaba de ella. Era como si hubiese cambiado a otra vida. 
Las puertas se abrieron y seguí a Regina dentro del pasillo. Había solo una puerta en esta planta. No estaba sorprendida. Papá no tenía una vida normal.  
Regina caminó hacia la puerta y llamó dos veces, después esperó. 
Cuando la puerta se abrió, vi a mi padre. Su cabello no había sido cepillado en lo que parecían días, y tampoco se había afeitado. Llevaba una de sus camisetas ajustadas y unos vaqueros demasiado ajustados para el hombre promedio de  
cuarenta y cinco años. Pero era Killian. Se esperaba eso de él. 
—Gracias, Regina. Puedes dejarnos —dijo en un tono derrotado. 
Yo solo me quedé de pie, mirándole. No conocía a este hombre. Parecía mi padre pero también parecía roto. Nunca lo había visto roto. 
—Le dije que vendrías. Le hablo sobre ti cada vez que vengo, así que sabe de ti. Creo que está emocionada por verte, pero necesito que estés tranquila. No muestres emoción; eso la enfadará. No discutas esta mierda delante de ella; se enfadará y no la quiero jodidamente enfadada. Odio cuando no puedo calmarla.  
Odio a esos hijos de puta y a sus malditas agujas acercándose a ella. Así que mantén la calma. Mantén las preguntas para ti y hablaremos donde no pueda oírnos. Sé que estás enfadada; puedo verlo en tus ojos. Pero entiéndeme: nadie enfada a Emmy. Nadie. Ni siquiera tú. No voy a permitirlo.

La feroz y protectora mirada en sus ojos era algo que nunca había visto. La emoción en mi pecho no era algo que quisiese examinar ahora. Este era un lado de mi padre que nunca había conocido. 
—Está bien —dije simplemente. 
Asintió y retrocedió. Entré a la habitación y era tan elaborada como el resto del lugar. Un candelabro colgaba en la entrada. Altas ventanas al frente enmarcadas con elaboradas molduras de corona. 
—Por aquí —dijo mientras pasábamos la gran, chimenea de mármol y blancos sofás de cuero que estaban en la zona de estar. Entramos en otra habitación, y esta vez mi atención no estaba en la decoración; mis ojos se posaron en un largo cabello oscuro, el cual parecía recién cepillado. Colgaba en la parte  
trasera de lo que asumí era una silla de ruedas, aunque era diferente a cualquiera que hubiese visto antes; estaba hecha de suave cuero, aunque las ruedas eran inconfundibles. Miraba hacia las altas ventanas, que daban hacia colinas y a un arroyo cercano. 
Mi padre se acercó a ella y cogió un cepillo que estaba en la silla a su lado.  
¿Había estado él cepillando su cabello antes de que llegase? 
—Emmy, cariño, ¿recuerdas que te dije que Helena venía de visita? Es una chica grande ahora. Está muy contenta de verte. He cepillado tu cabello y estás preciosa. 
¿Ese era mi padre hablando? Nunca en mi vida le había escuchado hablar en ese tono. Todo lo que podía hacer era mirarlo. Este no era Killian. Este no era mi padre. Mi padre no hablaba así. No le cepillaba el cabello a mujeres. Nunca me  
había cepillado el cabello de niña. 
Él me miró, después lentamente giró la silla de mi madre hacia mí. Mi corazón se estrelló rápidamente contra mi pecho. Respirar se volvió difícil de nuevo, y temí estar a punto de tener un ataque de pánico. Esto era demasiado. Se esperaba que mantuviese la calma, ¿pero cómo podía? Esta era mi madre. 
Mis ojos se encontraron con los suyos. Contuve la respiración mientras  lentamente asimilaba a la mujer frente a mí. Había visto sus fotografías, y aun podía ver a esa joven mujer en la que estaba delante mío. Ella había sido cuidada bien. Había un vacío en sus ojos que no podía ser ignorado, pero lo que parecía una sonrisa tocó sus labios. 
—Hola dije.No pude decir "madre.” No la conocía. La mujer que siempre había creído mi madre era una imagen de una joven mujer con brillantes ojos avellana y una gran sonrisa. Una que estaba llena de vida. Esa era mi madre. Esta mujer…no era nadie que conociese. 
—Helena, esta es tu madre, Emily. Emmy, esta es Helena. ¿Recuerdas a esa dulce niña que acunabas? ¿Vimos sus fotos y hablamos de las cosas que hicimos y a los sitios a los que fuimos? Era muy pequeña cuando nació, y estábamos muy  
asustados de perderla. Pero no lo hicimos. La amabas demasiado como para dejarla morir. Hiciste un buen trabajo, cariño. Ella ha crecido ahora. 
Emily Manning siguió mirándome. Quería aceptar que ella era la mujer de las fotos que pasé mi infancia mirando y soñando. Pero eso rompió mi corazón aún más. La feliz y vibrante mujer se había ido. Esto era lo que quedaba. 
—Ella es lo suficientemente mayor como para venir a verte ahora. ¿Te gustaría eso? ¿Si la trajese conmigo a veces? —preguntó papá mientras empujaba la silla a su lado y sujetaba sus manos entre las suyas



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En el texto hay: hermanastros, traicion, amor

Editado: 29.07.2020

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