Axel
Una llamada telefónica de Dean me llegó al pasar las grandes puertas de hierro de Manor en The Hills. No tenía la intención de entrar. Sólo quería estacionar y esperar a que Helena saliera. Ella ya había estado aquí por lo menos dos horas. Cerré la puerta del auto y caminé alrededor de la parte delantera del coche para que poder ver las puertas principales. Cuando ella saliera, yo estaría aquí.
Si no quería verme, bien. Seguiría la limusina de vuelta a Las Vegas. Pero si me necesitaba, estaba disponible. Era tan estúpido como para pensar que porque yo conseguí follármela en un cuarto de baño todo estaba perdonado. Todavía tenía
mucho que demostrarle. Y si me daba la oportunidad siempre estaría allí cuando ella lo necesitara.
No esperé más de diez minutos cuando la puerta de la mansión se abrió y Helena salió. Desde aquí, pude ver que había estado llorando. Me dirigí hacia ella.
Ella no me notó al principio. Se estaba limpiando los ojos y caminando cuando llegué a las escaleras. Sus ojos se levantaron y se abrieron cuando me vio allí de pie.Esto era todo.Iba a gritarme para que me fuera o iba a…
Helena bajó corriendo las escaleras, se lanzó a mis brazos y comenzó a sollozar. La abracé contra mi pecho con fuerza y cerré los ojos. Estuve inmediatamente agradecido de haber venido. Yo había tenido razón. Me necesitaba.
No le pregunté. Solo la dejé llorar y la abracé. Ambas manos agarraron puñados de mi camiseta mientras su cuerpo temblaba. Mi pecho dolía con cada ruido lastimero que salía de ella. Quería arreglar esto. Quería entrar y arreglar cualquier cosa que la molestara, pero ¿cómo demonios puedo solucionar esto? No podría.
—Él…le cepilla el pelo—dijo mientras un sollozo estremeció su cuerpo de nuevo.
Le cepilla el pelo. ¿Qué? ¿Hablaba de su papá? Yo no le pregunté. La dejé hablar.
—Ella le sonríe —dijo con voz ahogada.
Sí, hablaba de su papá. Traté de imaginar a Killian cepillarle el pelo a una mujer, una que no podía hablar ni moverse. No parecía como que esas dos cosas pudieran coexistir. No podía ver a Killian cepillar el cabello de nadie, excepto el suyo, y eso era raro.
—Oh, Dios, Axel, mi corazón duele tanto. Es tan dulce con ella. Es como si fuera un hombre que yo no sabía que existía. Ella no puede hacer nada. Nada. Ni siquiera sé si logra entender lo que está diciendo, pero él habla con ella como si lo entendiera todo. Él todavía la ama. Completamente. Y él no recibe nada a cambio.
Eché un vistazo a la mansión frente a mí y traté de imaginar lo que me decía, pero no pude. Había visto a Killian follar a una mujer en la mesa de la piscina que estaba bastante seguro tenía apenas diecinueve años. Bebía vodka directamente de la botella y fumando un porro al mismo tiempo que lo hizo.
Quedó grabado para siempre en mi cerebro a los trece.
Sostuve a Helena y pasé la mano por encima de su cabello, tratando de calmarla, aunque era imposible. Ella no dijo nada más. Finalmente sus sollozos se moderaron y me soltó la camisa y la alisó donde la había arrugado. No es que me
importara una mierda. Ella podría tener la camisa si la quería.
—Estás aquí —dijo finalmente, mirándome con una cara húmeda que aún era de una belleza impresionante. ¿Cómo hacía eso? Siempre tan malditamente perfecta. Lo hacía difícil para un hombre.
—Pensé que podrías necesitar a alguien.
Me dio una sonrisa temblorosa.
—Tenías razón.
Extendí la mano y le limpié las lágrimas que todavía se aferraban a sus mejillas con mis pulgares.
—Si alguna vez me necesitas, estoy aquí —le dije.
Suspiró y cerró los ojos un instante.
—Eso no ayuda —dijo.
—¿Por qué? —Creí que tenerme a su entera disposición sería muy malditamente útil.
—Estoy tratando de mantenerte a un brazo de distancia. Ser dulce hace que sea difícil.
Así que eso es de lo que se trataba. Bueno, ella no había visto nada. Lo iba a hacer aún más difícil antes de que terminara.
—Pensé que habíamos conseguido deshacernos de esa cosa de la un brazo de distancia en el baño en el avión —le contesté, tratando de conseguir una verdadera sonrisa de ella.
Arqueó una ceja.
—No. Eso fue porque eres ridículamente sexy y me das orgasmos increíbles.
Podía trabajar con eso.
—Cada vez que desees uno de esos lo único que tienes que hacer es doblar ese bonito pequeño dedo —le contesté, y esta vez sonrió. Una sonrisa real. Una que iluminó toda la oscuridad en sus ojos.
Me agaché y entrelacé mis dedos con los suyos y ella me dejó. —Conduje un coche de alquiler. ¿Quieres venir conmigo?
Echó un vistazo a la limusina.
—Sí. Quiero. Papá quiere quedarse hasta esta noche y tengo que dejarle la limusina.
Bueno. Yo la quería a mi lado.
—¿Estás lista ahora? —Le pregunté.
Miró hacia la casa.
—Sí, lo estoy. No puedo soportar más hoy. Y necesita su
tiempo a solas con ella. Creo que ella lo necesita, también.
No estaba seguro de cómo fue todo en esa habitación hoy, pero sabía que las cosas cambiaron para Helena. Su vida sería siempre diferente. El llanto no había terminado, tampoco. Tenía la sensación de que más lamentos vendrían. Y tenía la
intención de estar allí. No iba a lidiar con esto sola.
Nos dirigimos de nuevo al desierto y le permití a Harlow elegir la música.
También la dejé con sus pensamientos. Necesitaba pensar y procesar todo lo que había visto hoy, y yo lo comprendía. Miré de reojo de vez en cuando para asegurarme de que ella no estaba llorando.
—No me voy a romper de nuevo —dijo finalmente.
—¿Quieres hablar de ello? —Le pregunté. Harlow no era una gran habladora cuando se trataba de sus sentimientos, pero a partir de hoy sentía como si realmente necesitara hablar. Tener esto embotellado no era bueno para ella.
—Estaba tan enojada con él. Con todos los que me habían mentido. Pero entonces…lo vi con ella.Nadie podría haberme preparado para eso. —Sacudió la cabeza y se miró las manos entrelazadas