Helena
El departamento de Axel se encontraba justo a las afueras de Florida.
Era pequeño y me sorprendía por eso, pero al mismo tiempo, no lo hacía. Su lugar se parecía a él. El mobiliario era viejo y todo lo que un departamento de soltero debería ser, desde el blanco para dardos en la pared hasta las cajas vacías de pizza en la mesada.
—Debería haber limpiado antes de traerte aquí —dijo, caminando detrás de mí. Di un paso atrás hasta que lo toqué.
—Me gusta justo como está —contesté.
Su cabeza cayó a mi hombro y me besó el cuello.
—¿Y por qué es eso? —preguntó.
—Porque eres tú. Es cómodo y real.
Sus brazos llegaron a mí alrededor y me sujetaron.
—No sé si quiero que pienses en mí como cómodo. Eso suena muy cerca de aburrido.
Era cualquier cosa menos aburrido.
—Bueno, no eres eso.
Movió una mano hacia la parte inferior de mi falda y la tiró hacia arriba.
—Siento la necesidad de demostrar cuán emocionante puedo ser —susurró en mi oído.
No quería que lo que hiciéramos fuera todo sobre sexo. Quería algo más profundo que eso. Pero entonces tal vez eso era lo que quería él. Me gustaba... no, me encantaba. Me hacía sentir increíble, ¿pero eso es todo lo que podríamos llegar a ser? Cuando esto terminara, ¿sería no más que otra chica con la que tuvo sexo? ¿O me recordaría por otras cosas?
—Te pusiste tensa. ¿Qué pasa? —preguntó.
Las palabras de Mir se reprodujeron en mi cabeza. Se aburriría conmigo.
Querría algo emocionante. ¿Era ella la emoción que buscaba? ¿Yo siquiera quería ser eso? Quería a Axel. ¿Quién no lo querría? Eso era un hecho.
Siempre fui aburrida. Me encontraba harta de ser aburrida. De ser fácil de olvidar. No. No lo aburriría. Cuando termináramos, sería mutuo, no porque yo fui la mojigata aburrida que Nan me acusó de ser.
Tomé su mano y la puse más arriba mientras abría mis piernas.
—Hazme olvidar la imagen de ti en ese mostrador con Mir —dije
audazmente.
Se vio dolido, movió su mano de entre mis piernas y tomó mi cara en su lugar.
—Ya la he olvidado. Siento que te dijera eso.
Cuidaba de mí otra vez. Tratándome como si fuera a romperme. Negué con la cabeza.
—No. Yo no lo he olvidado. No puedo sacarlo de mi cabeza. No me gusta pensar en ustedes juntos. Estoy celosa de que te tuviera primero. Quiero ser más... no quiero ser fácil de olvidar.
Frunció el ceño.
—Nunca podrías ser fácil de olvidar. Me has reclamado de
maneras en que nunca hizo. Nada de ti, Helena... nada es fácil de olvidar. Nunca pienses eso.
Sus palabras eran siempre tan dulces. Su habilidad con las palabras era su mayor talento.
—Entonces haz esto por mí. Quiero ver a un mostrador en una
cocina y recordarnos en él. No tú y Mir. Eso duele tanto.
Un gruñido bajo salió su pecho, agarró mis bragas y las bajó.
—No puedo soportar la idea de que alguna vez estés dolida por mí. Joder, odio eso. Quiero hacerte feliz. Ojalá nunca hubiera estado con nadie antes de ti. —Se detuvo y respiró hondo
—Voy a hacer que lo olvides, pero tienes que saber que me olvidé de todas las demás mujeres con las que he estado desde el momento en que me deslicé dentro de ti la primera vez.
Antes de que pudiera reaccionar, pasó un dedo por el borde de mi centro.
—¿Sabes por qué te dijo acerca del mostrador? —preguntó con una voz ronca que siempre me hacía temblar.
Sí. Para hacerme daño. Pero no dije eso. En cambio, negué con la cabeza.
—Porque la tomé y cerré los ojos —susurró contra mi cuello
—Y cuando acabé no fue su nombre el que grité. No era ella a quién jodía.
Mi respiración se hizo pesada y dejé que mi cabeza cayera sobre su pecho.
Su dedo empujó dentro de mí.
—Fue tu nombre el que grité. Me encontraba borracho, pero aun así eras tú sobre quién fantaseaba. Una vez que tuve una
probada de ti, nada más funcionó para mí. Eras todo en lo que podía pensar.
Eso no era lo que esperaba oír, pero ayudó en hacer esa imagen en mi cabeza mucho más soportable. Dejé que mis bragas se deslizaran por mis piernas y di un paso fuera de ellas.
—No quiero que fantasees acerca de mí con ella ni con nadie —dije, girándome para mirarlo mientras me sacaba la camisa.
Me levantó y me sentó en el mostrador antes de que comenzara a desabrochar sus pantalones vaqueros. Sus ojos nunca dejaron los míos. Me estiré hacia atrás y desabroché mi sostén, luego lo dejé caer lentamente hacia adelante.
Sus ojos cayeron para verme y el calor en ellos me hizo sonreír. Disminuyó los celos de que tocara a Mir.
Ni siquiera salió de sus pantalones vaqueros. Me atrajo y comenzó a hundirse en mí antes de detenerse.
—Hijo de puta, casi lo hice otra vez —maldijo.
Se acercó a un cajón que se encontraba lleno de basura y sacó un condón. No quería saber por qué diablos tenía un condón metido allí, pero de nuevo éste era Axel de quien estábamos hablando.
—No me gustan los condones —dije.
Respiró profundo y cerró los ojos.
—A mí tampoco, pero tengo que hacerme un chequeo de nuevo, y entonces tenemos que ponerte en control de natalidad antes de ir sin uno.
Tenía razón y me alegré de que fuera lo suficientemente fuerte como para pensar en ello. A decir verdad, me hallaba tan dispuesta a sentirlo dentro de mí que no lo habría recordado.
Esta vez cuando agarró mis caderas, se hundió dentro de mí y me mordió en el hombro con un fuerte gemido. Eso fue excitante. Realmente excitante. Me lamió en donde me había mordido y luego me miró a los ojos.
—No tengo que fingir. Estoy justo donde quiero estar —dijo, y deslizó sus manos por mis costados cubriendo mis pechos
—Maldita sea, estos son muy lindos.
Me recosté hacia atrás sobre mis manos y levanté mis rodillas a sus costados.
—No seas amable conmigo. Quieres cumplir una fantasía, entonces úsame para hacerlo —dije. No quería que usara a otra persona para ocupar mi lugar. Quemaba eso fuera de su mente en estos momentos.