Arriesgarse

36

Axel

Eran pasadas las nueve cuando volví a Florida. Intenté llamar a Helena dos veces y ella no había contestado. Si Rush no me hubiese dicho que Mir estaba en Nueva York con Georgianna, yo estaría entrando en pánico. Pero sabía que Helena estaba en casa sola. Seguía diciéndome a mí mismo que ella se encontraba dormida o había dejado su teléfono en la planta alta. 
Para cuando aparqué en la calzada de la casa de Mir salté del camión y corrí a la puerta. Ella iba a tener que comenzar a atender su teléfono cuando me fuera de aquí a partir de ahora. Hablaríamos sobre eso. Primero, solo necesitaba ver su rostro y saber que estaba bien. 
La puerta estaba trabada. Buena chica. Toqué el timbre y esperé. Estaba a punto de tocar de nuevo cuando la puerta se abrió y una adormilada Helena atendió. Una sonrisa tocó sus labios y pasó su mano por su cabello. 

—Hola —dijo dulcemente. 
Caminé dentro y cerré la puerta detrás de mí, luego cubrí su boca con la mía. Era suave y mullida, libre de brillo labial, y quería una probada. Era todo en lo que había pensado en mi camino a casa. 
Ella deslizó sus manos por mis brazos y se sostuvo. El pequeño bóxer azul con lunares y la camiseta a juego que ella usaba no deberían haber sido tan malditamente sexys. Pero en ella, eran eso y más. 
Cuando me aparté para mirarla sonreí. 

—Hola. 
Soltó una risita y descansó su cabeza en mi pecho. 

—Lo siento, me quedé dormida en el sofá viendo la temporada uno de How I Met Your Mother en Netflix.No estaba seguro de qué demonios era eso, pero asentí de cualquier forma.  
—¿Dónde está tu teléfono? 
Frunció el ceño. 

—Creo que arriba. 
La apreté más contra mí. 

—La próxima vez que esté fuera, mantenlo contigo. Rompí cada maldito límite de velocidad intentando volver porque no  
contestabas. 
Se inclinó hacia mí. 

—Lo siento. No pensé en eso. Las personas  
generalmente no me llaman. 
Eso, en sí mismo, me dejó aturdido. ¿Por qué las personas no la llamaban?  
¿No querían escuchar su voz? ¿Estar cerca de ella? El mundo estaba lleno de idiotas. 
—Yo te llamo. Necesito escuchar tu voz cuando no estoy —le dije. 
La sonrisa que iluminó su rostro hizo que mi corazón se derritiese. 

—Está bien. 
Tendría que decírselo pronto. Necesitaba que supiese cómo me sentía. Ella no iría a ningún lado. Se quedaría conmigo. No la dejaría irse. La perseguiría por todo el maldito mundo si tenía que hacerlo. 
—Ha sido un largo día, y ahora mismo quiero ir a la cama contigo —le dije en lugar de eso. 
—Mmm, está bien —dijo antes de deslizar su mano en la mía y voltearse para caminar hacia las escaleras. 
En este momento, la vida era buena. Tenía a mi chica y estaba a punto de abrazarla toda la noche. Antes de Helena no lo entendía. Por qué Leo y Woods dejaron a una mujer controlar sus emociones, vidas, acciones. 
Pero lo entendía ahora. 
Tenía completo sentido. 
Esta pequeña mujer me tenía envuelto en su pequeño dedo, y ella no tenía ni idea. 
Iba a tener que decírselo. Solo que no quería asustarla. Necesitaba que se enamorara de mí, también. Cuando yo supiera que era mía y mis sentimientos no la mandaran a empacar, se lo diría. 
—Creo que Nan no está en el pueblo —dijo ella, mirándome. 
—No lo está. Hablé con Leo —Helena no contestó pero podía ver su cuerpo tenso. ¿Qué demonios era eso?Cuando llegamos a lo alto de las escaleras la volteé para que me enfrentara.  
—¿Qué? Dime qué estás pensando. 
—No estoy pensando en nada —contestó, pero la expresión de su rostro imitaba su lenguaje corporal. 
—Sí, lo haces. Dime o nos quedaremos aquí toda la noche. 
Soltó un suspiro y miró lejos de mí. —Hablaste con Leo sobre Mir —murmuró. 
—Claro que lo hice. Te dejé con tu loca media hermana para conducir lejos por dos horas y quería asegurarme que estabas bien. Llamé a Leo para que mandara a Bianca aquí para que quedara contigo, y él me dijo que no debía preocuparme.Mir se fue a Nueva York. 
Sus hombros se relajaron y luego cayeron. 

—Supongo que no estoy lidiando  
bien con esta cosa aún. 
Ella estaba celosa, y eso me hizo querer gritar. Tomé su cara en mis manos.  
—Mi pasado con Mir te molesta. Sé eso y haré cualquier maldita cosa que tenga que hacer para aliviar tu mente. 
Asintió, luego soltó una suave risa. 
—¿Por qué estas riendo? 
—Porque no puedo creer que esté actuando así. 
Tampoco yo, pero no iba a quejarme. Estaba extasiado. 
—¿Sería mejor si admito que me gusta? 
Arqueó una ceja. 

—¿Te gusta que actúe como una novia posesiva y loca? 
—Demonios, sí, así es. Y nada a cerca de ti es loco. Pero, nena, cada vez que quieras ponerte posesiva conmigo, entonces hazlo. Me excita como el infierno. 
Rio y golpeó mi pecho, luego se volteó y comenzó a caminar meneándose hacia el dormitorio. 
—Me dejaste —le grité. 
—Ven y atrápame —contestó, y miró hacia atrás para guiñarme el ojo. 
Helena acababa de guiñarme el ojo, joder. 
—Ten tu culo desnudo y sobre la cama ahora antes de que arranque esa pequeña ropa de tu cuerpo —ordené antes de ir tras ella.



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En el texto hay: hermanastros, traicion, amor

Editado: 29.07.2020

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