Arriesgarse

38

Axel

Helena estuvo en silencio todo el trayecto hasta el club, pero yo necesitaba ese tiempo para calmarme. Entrar y ver a ese parásito mirando su pecho estaba a punto de enviarme al maldito límite. Debí haber llegado antes. No me gustaba  
pensar en Helena estando en esa casa y Augusto siendo capaz de aparecer en cualquier momento. ¿Qué si Helena se encontraba sola? Mis manos se aferraron al volante con más fuerza.  
Joder, eso no ocurriría. Los atuendos de Mir no eran suficientes, y no tenía dudas de que Augusto comenzaba a descubrir eso. Esta noche llamó mucho la atención. Seguro, era hermosa. Mir siempre había sido hermosa, pero era sólo su apariencia. En el momento en que abría esa boca maliciosa su apariencia exterior  disminuía. No era suficiente.  
Sabía que malinterpretó la forma en que la miré esta noche. Sólo estaba agradecida de tener mi atención. No entendía lo que miraba. Pensó que me deslumbró con su apariencia. Estaba más allá de eso.Mir era parte de mi pasado.  
Siempre lo sería. Nos unimos por nuestros padres ausentes. Mir y yo crecimos con padres ausentes, pero yo no dejé que eso me definiera. Mir sí. Dejó que la envenenara. Esta noche, sólo vi la amargura y el odio en ella cuando entró en la habitación. Se encontraba en su rostro, y me pregunté cómo es que me perdí de eso antes.¿Era ciego…antes de…?¿Helena?  
Maldita sea, había sido un revolcón intrascendente.

Mirando a Helena vi sus manos cerradas sobre su regazo. Estaba nerviosa.  
Su labio inferior metido entre los dientes y miraba fijamente hacia adelante. Bueno, mierda. La ignoré durante todo el camino y ella se hallaba sentada allí, nerviosa. 
Estaba arruinando completamente esta noche. 
Me estiré y liberé una de sus manos, deslizando los dedos entre los suyos. 

—Oye —dije, interrumpiendo sus pensamientos.  
Giró la cabeza para mirarme y una sonrisa forzada tocó sus labios. Eso no funcionaría. Si realmente no quería ir a este maldito baile entonces Woods tendría que superarlo. No la obligaría a hacer esto. Pensé que el hecho de que se vistió  
para hacer que cada hombre que pasara a su lado babeara, significaba que se encontraba lista para esto. Tal vez no.  
—¿Estás bien? —pregunté, apretándole la mano.  
Asintió y no dijo nada.  
—Si no quieres hacer esto, podemos ir a otro lado —le dije, y esperé para ver cuál era su reacción. Se puso rígida. ¿Qué rayos? 
—Háblame, Helena. 
Sus hombros se desplomaron y dejó caer la cabeza para verse las manos, todavía hechas una bola en su regazo. 

—Creo que tal vez debería irme a casa. No quiero estar en medio.  
¿Qué? 
—¿En medio de quién te preocupa estar? ¿Alguien te dijo algo que tenga que malditamente arreglar? 
No levantó la mirada. Siguió mirando su regazo. 

—No. Quiero decir en tu camino. No quiero que te sientas obligado a llevarme. No me importa ir a casa.  
Estoy bien con eso. De verdad, lo estoy.  
Lo que decía no tenía sentido. ¿Mir le dijo algo? Quería que se fuera de la casa de esa perra. Hablaríamos de eso después de esta noche. Pero justo ahora tenía que descifrar lo que estaba mal.  
—Te quiero conmigo.Si Mir te dijo algo…
—Miranda no tiene que decirme nada. Tú lo dices todo con los ojos.  
Espera…¿qué? 
La estudié, intentando descifrar lo que quería decir.

Helena tomó una respiración profunda y finalmente me miró. Sus grandes ojos eran tan tristes y rotos, mi pecho se sentía como si fuera a explotar. Tenía que arreglar esta mierda. No quería que mi chica fuera lastimada. Llevé la camioneta a  
un lado del camino y aparqué antes de estirarme hacia Helena y jalarla cerca mío.  
—Necesitas explicar eso porque no te sigo, cariño —demandé. 
Helena mantuvo los ojos fijos en mi hombre. 

—Vi la forma en que la miras.  
No soy ciega. Sé lo hermosa que es. Sé que te quedaste sin palabras. Y era obvio que hubiera plantado a Augusto por ti. ¿Quién no lo haría? 
Bueno, joder. No pensé en que Hele pensara sobre cómo miraba a Mir.  
No había estado impresionado; estaba disgustado conmigo mismo.  
Deslicé la mano debajo del mentón de Helena y levanté su cabeza para que me mirara. Siempre miraba hacia abajo, y quería ver sus ojos. Quería reparar la tristeza en ellos. Nunca quise ponerla triste.  
—Lo que viste fue a mí mirando a Mir y viendo nada más que amargura y crueldad en sus ojos. Me preguntaba cómo es que me había perdido eso por tanto tiempo. No me impresionó con su apariencia. Te tenía a ti de pie a mi lado, luciendo como un ángel. Nadie se puede comparar contigo. No sólo eres hermosa  por fuera, también lo eres por dentro. Veo eso y lo amo. Sólo no sé por qué perdía el tiempo con Mir. Supongo que tú me salvaste.  
Helena continuó frunciéndome el ceño. 

—Ella es la fantasía de todo hombre.  
Froté el pulgar sobre su labio inferior e intenté no pensar en lo dulce que sabía esa boca. 

—Ella es la pesadilla de todo hombre, dulce chica. Por desgracia, no se dan cuenta de inmediato. 
—No puedo compararme con ella. No quiero hacerlo.  
—No hay competencia. Ella resulta insignificante en comparación. Desearía saber qué puedo hacer para convencerte de lo que eres para mí. Cuando veo a Mir no veo nada más que una chica que conocí una vez. 
Helena bajó la mirada para estudiar mi camisa antes de finalmente levantar la vista y darme su primera sonrisa real. 

—Creo que te creo.  
Tenía serios problemas de confianza, necesitaba recordar eso y actuar adecuadamente. Mientras Mir nunca necesitó la confirmación de que la deseaba, Helena sí necesitaba la confirmación de que le pertenecía. Ella era demasiado  
inocente para ver cómo me sentía verdaderamente por ella. Incluso si era obvio para el resto del mundo.

—Me aseguraré de que nunca dudes de mí nuevamente. Sólo tienes que saber que no veo a nadie salvo a ti. Cuando entras en una habitación, la iluminas.  
Se estiró y me besó en la mejilla. 



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En el texto hay: hermanastros, traicion, amor

Editado: 29.07.2020

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