RETORNO A PAPEETE

El retorno a Papeete estuvo marcado por una ensoñación en Zoe y por una ligera abulia en Claire. Poco a poco Claire iba adentrándose en un mundo de excesos, lujo y personajes ficticios, nadie era lo que parecía, porque aquellos ambientes nocturnos, efervescentes como el champán, todo lo confundían. Zoe era una joven hermosa, inteligente y había absorbido demasiada información para tener solo 15 años. Así que lo que ocurrió fue el resultado desafortunado de lo que se venía fraguando hacía tiempo. 

Claire se encontraba cada vez más inmersa en un ambiente donde el lujo y los excesos eran la norma. Estas experiencias, aunque inicialmente estimulantes, comenzaron a tomar un peaje en su bienestar emocional y creativo. Para Zoe, de solo 15 años, el regreso a la vida cotidiana en Papeete fue como despertar de un sueño vívido y complejo. Las experiencias vividas, tanto hermosas como desconcertantes, la dejaron en un estado de ilusión, reflexionando sobre lo que había visto y aprendido. A pesar de su juventud, Zoe había absorbido una cantidad extraordinaria de información y vivencias, lo que alimentaba su comprensión del arte y de la vida, pero también la hacía consciente de las complejidades y las sombras del mundo adulto. Zoe se enfrentaba a sus propios dilemas internos, tratando de dar sentido a lo que había visto y experimentado, y de encontrar su propio camino en un mundo que parecía cada vez más complicado.

Aquel día, y a medida que el sol se ponía, el cielo se transformaba en un lienzo de colores vivos, reflejando la belleza y la exaltación de la fiesta. El atardecer en Tahití no es solo un fenómeno natural, sino un momento de inspiración y asombro para todos. La villa estaba decorada con un estilo ecléctico que reflejaba la diversidad de la comunidad artística. Había esculturas modernas dispersas por los jardines, lienzos de artistas locales colgados en las paredes exteriores, y pequeñas instalaciones de arte contemporáneo que sorprendían a los invitados en cada rincón. Las luces tenues y las antorchas tiki añadían un ambiente íntimo y acogedor. 

La fiesta se desarrollaba  en una espaciosa villa con vistas al océano, situada en la costa de Tahití. El lugar estaba rodeado de exuberante vegetación tropical, y el atardecer pintaba el cielo con tonos de naranja, rosa y púrpura, creando un telón de fondo mágico. Las olas rompían suavemente en la costa, añadiendo una banda sonora natural al ambiente. La fiesta reunía a un colorido grupo de artistas, escritores, músicos y bohemios, tanto locales como extranjeros. 

Los invitados vestían con ropa vibrante y a menudo artística, con accesorios hechos a mano o piezas de arte en sí mismas. La diversidad de la multitud reflejaba la mezcla de culturas y estilos que caracteriza a la comunidad artística de Tahití. Músicos locales tocando en vivo, mezclando sonidos tradicionales polinesios con influencias modernas. El ritmo hipnótico de los tambores y el suave sonido de las guitarras creaban una atmósfera encantadora. Algunos invitados se unían con instrumentos propios, convirtiendo la experiencia en una jam session improvisada.

Mesas repletas de frutas tropicales, pescados y mariscos frescos, junto con platos exóticos preparados por chefs locales, deleitaban el paladar de los invitados. Las bebidas incluían cócteles tropicales, vinos selectos y cervezas artesanales, todos servidos en una barra al aire libre.

Zoe y Claire lucían “pareu”, un testimonio de su conexión con la cultura local. El de Zoe era de colores vivos y lo llevaba atado de una manera sencilla pero elegante, mostrando su aprecio por la belleza en su forma más pura. Claire, por su parte, había elegido uno con un diseño más sofisticado y colores más profundos, que reflejaban su experiencia y su complejidad como artista. Su "pareu” estaba atado de una forma que destacaba su elegancia y su porte. A medida que avanzaba la noche, Claire, arrastrada por el ambiente festivo y quizás buscando un escape, había consumido bastante alcohol. Su comportamiento se volvía cada vez más desinhibido, una transformación notoria que no pasaba desapercibida para los demás invitados, y especialmente para Zoe, que observaba a su madre con una mezcla de preocupación y comprensión. 

Aunque joven, era consciente de las presiones y los desafíos que enfrentaba y entendía que estas fiestas eran tanto un refugio como una forma de expresión para Claire. Sin embargo, no podía evitar sentirse inquieta por el bienestar de su madre. A medida que transcurría la noche, Claire desaparecía por momentos de la escena y Zoe se alertaba, estaba atenta, sabía que su madre estaba borracha y entonces salió de la villa. La llamaba a gritos pero nadie respondía y a medida que se alejaba de la fiesta se cruzaba con hombres que se le acercaban insistentes.  El sol se estaba poniendo, y el cielo estaba lleno de colores brillantes. El azul se mezclaba con el naranja, el rosa y el púrpura. Era una vista hermosa, pero Zoe no tenía tiempo para apreciarla. Estaba preocupada por su madre.

La fiesta quedaba a sus espaldas. La música sonaba lejana y la gente se reía y bailaba. Zoe se sentía fuera de lugar. Solo quería encontrar a su madre y asegurarse de que estuviera bien.

Llamándola, caminó por la playa, sus pies se inundaron del agua en la orilla, se adentró en el mar y su pareo quedó pegado a su cuerpo, la música ya solo era un eco lejano. Entonces tres hombres que iban en dirección a ella comenzaron a correr hacia donde se encontraba, llevaban botellas en sus manos y se tambaleaban por momentos. Ella no supo cómo reaccionar, miró en todas las direcciones, buscando a su madre, quizá se había ahogado, no era capaz de hilvanar una historia. Ellos la arrastraron hacia la orilla, agarrando sus brazos, entre bromas e invitaciones. No recordaba nada salvo que ellos reían ebrios, la arrancaron el pañuelo de su cuerpo y la inmovilizaron. Cerró sus ojos pero antes de hacerlo vió que conocía a alguno de las reuniones con su madre.