Arte Marginal: retrato de una asesina

DOS AÑOS DESPUES

Dos años después, la galería de Zoe ha alcanzado
un renombre sin precedentes en el mundo del arte parisino.
Con doce cuadros que destacan por la recurrente imagen
de la Touloulou y el distintivo Koru en la esquina inferior
izquierda, Zoe se ha consolidado como una artista
emblemática de su generación. Ella ha elegido muchos
candidatos y todos ellos han desaparecido de una forma u
otra.

El inspector Dubois lleva mucho tiempo intentando
encontrar pistas acerca de esas muertes y desapariciones.
Es un hombre fornido, con una voz carismática, una risa
contagiosa y un historial de éxitos como inspector que le ha
valido una gran popularidad. Pero en el fondo es un hombre
atormentado. ¿Por qué razón? Por la misma razón por la
que ha decidido acabar con esta espiral de muertes
inexplicables.
Motivado por una mezcla de determinación
profesional y la urgencia de dejar un legado positivo,
Dubois se ha propuesto resolver el misterio, sin embargo,
las pistas han sido esquivas, y la verdad parece estar
siempre un paso por delante.

Esa noche Gerard Dubois está disfrutando de una
copa en la cafetería del hotel Monsieur Aristide antes de
retirarse a su habitación. La penumbra del lugar y el suave
murmullo de las conversaciones a su alrededor crean una
atmósfera propicia para la reflexión. La cafetería del Hotel
Monsieur Aristide, ubicado en París, se caracteriza por su
ambiente acogedor y bohemio. El espacio es pequeño e
íntimo, con una decoración que combina elementos vintage
con toques modernos. Las paredes están pintadas en un
tono verde azulado intenso, creando una atmósfera
relajante y sofisticada. El suelo es de madera oscura y las
mesas están hechas de mármol blanco con patas de hierro
forjado. Las sillas son de madera tapizadas en tela de color
verde oscuro.
La iluminación tenue proviene de lámparas de techo
y velas en las mesas. Esto crea un ambiente cálido y, en la
parte trasera de la cafetería hay una pequeña barra con
taburetes.
Él ha llegado desde lejos y ahora está sentado en la
barra, dispuesto a dedicarse en cuerpo y alma al asunto de
esos hombres, doce en total, con un perfil característico en
todos ellos y que en casi todas las ocasiones han dejado
notas escritas de su puño y letra, pero con mensajes
ambiguos y que dejan dudas acerca de si fueron
coaccionados para escribirlas. Su mente da vueltas
alrededor de los doce hombres. Doce individuos con un
perfil particular, unidos por un hilo invisible que solo él
puede empezar a desentrañar. ¿Quiénes eran estos
hombres? ¿Y qué significaban realmente las palabras que
habían plasmado en el papel?

Son preguntas que Gerard se repite una y otra vez,
buscando en su interior las respuestas que aún no tiene. Su
experiencia le ha enseñado a leer entre líneas, a discernir
la verdad entre la niebla de la incertidumbre. Y está
decidido a llegar al fondo de este enigma, sin importar los
obstáculos que se le presenten en el camino.
De pronto, la puerta de la cafetería se abre y una
figura femenina entra en el local. La luz tenue del lugar la
baña por un instante, revelando una silueta esbelta y
elegante. Su cabello cae en cascada sobre sus hombros y
sus ojos brillan con una intensidad que no pasa
desapercibida. Zoe ha decidido bajar a tomar un café antes
de dormir. Ya ha inspeccionado el hotel, sus habitaciones, y
también ha decidido que es un buen lugar para recrear su
próxima obra de arte y esa es la razón por la que esa noche
Zoe y el inspector Dubois se conocen y ambos, sin
quererlo, se adentran en un juego de amor y odio como si
fueran dos imanes que se atraen y se repelen con la misma
intensidad. Zoé se acomoda en un taburete en la barra al
lado de Gerard y pide una café. Él vuelve la cabeza hacia
ella aspirando el perfume que ha dejado suspendido en el
aire.
Ella le mira y le sonríe.
−Buenas noches.
−Buenas noches ˗responde él.
−Y bien, ¿a qué esperas? ˗dice Zoe.

−No te entiendo, ¿a qué te refieres?
−Bueno, me refiero a lo que los hombres suelen
intentar cuando se encuentran con una mujer.
−Perdona, pero estoy aquí por trabajo, solo he
bajado a tomar una copa antes de dormir.
− ¡Oh, qué novedad! ¿Y puedo saber a qué te
dedicas?
−Pues soy inspector de policía.
Zoe es atravesada en ese mismo instante por una
duda y un pánico que por primera vez en mucho tiempo no
ha sentido. Cae en la cuenta de que se ha registrado en el
hotel y que pueden seguirle el rastro. Su boca hace un
mohín involuntario y se percata al instante de su falta de
control. Él la mira sonriendo.
− ¿Te has quedado callada o en shock? −soltando
una sonora carcajada.
−No suelo encontrarme habitualmente con
inspectores de policía, me ha sorprendido.
− ¿Y tú a qué te dedicas? ˗pregunta él de nuevo.
−Soy pintora.
−Oh, es un placer, una pintora. ¿tu cuál es tu
nombre?

−Zoe.
−Gerard.
Cuando Zoe se despide de él, en su mente
revolotean muchas ideas. Ese hombre ha roto sus
esquemas. Hay algo en él, no sabe qué, que le hace
también vulnerable como a ella. Le ha desvelado su
nombre y su profesión, aún a sabiendas del riesgo que
corre al hacerlo. Pero de momento, está decidida a matarlo,
como a los otros.
Por su parte, Gerard ha quedado so rprendido por
esa mujer. Ignora todo acerca de ella, pero sabe que va a
descubrir lo que pueda esconder, si existe algo que ella
oculta. Y el viaje a ese descubrimiento reviste para él
demasiada emoción, demasiado interés. Se sorprende a sí
mismo.



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En el texto hay: asesinatos, paris, tatuajes

Editado: 05.03.2024

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