Arthur Stone: El Despertar del Rey

Prólogo

Cuando era solo una niña pequeña e inocente, siempre llegaba a su mente una pregunta, ¿Qué es la vida? Ella no sabía porque pasaba tanto tiempo pensando en eso, pero siempre persistía en su mente aquella duda.

La vida.

¿Qué es la vida?

Lo pensó mucho, tanto que casi sale humo de sus blancas orejas.

¿Nacer, crecer, reproducirse y morir?

No... eso no.

Al menos para un Ángel como ella, al menos para un ser de luz destinado a una castidad eterna, al menos para ella... eso no significaba estar viva.

Entonces, ¿Qué era la vida?

Sentir, reír, llorar y alegrase. Durante muchos años, miles de hecho, ella pensó que nunca entendería el verdadero significado de aquel precioso regalo que es la vida.

Cuando era solo un Ángel recién creado por la gracia de dios, recordaba pasar todas las horas del día mirando hacia abajo, un terreno amplio, casi infinito, donde las más recientes creaciones de su padre habitaban.

En el Cielo se les denominó como seres humanos, seres parecidos a ellos, claro, si bien en apariencia física se les asemejaban, carecían de un par de alas y los poderes sagrados que ellos al ser Ángeles empleaban libremente.

Miguel, su hermano mayor, le decía cada día que no mirara mucho el mundo terrenal, que su papel estaba en otro lugar, realizando otra acción. Ella no lograba entender a que deseaba llegar Miguel con dichas palabras, muchas veces le pregunto a su padre cual era el papel que tenía destinado para ella, pero, aunque añoraba una respuesta clara y precisa, siempre obtenía la misma respuesta de parte de su padre: «Todavía no... aún es pronto para ti...».

Ella no llegaría al punto de decir que se molestaba con su padre, después de todo, un Ángel no puede ser un hijo rebelde, pero si podía admitir para sí misma que escuchar la misma respuesta cientos de veces, comenzaba a preocuparla.

Dios es un ser perfecto, una entidad que obtuvo la Divinidad al lograr la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Su padre no podía equivocarse, nunca lo había hecho; pero cuando descubrió que el papel de su hermano Miguel le fue dado días después de su creación, hizo que el miedo comenzara a invadir lentamente su ser, físicamente aparentaba ser una niña pequeña, pero ella había sido creada por Dios hace cientos de años, pero entonces, ¿Por qué aun no tenía un papel que fungir en el Cielo?

Quería ser útil, deseaba ser útil... añoraba serlo.

¿Acaso ella no estaba destinada a tener un papel?

¿Acaso por primera vez desde la creación misma, Dios se había equivocado al crearla?

No. Eso no era posible, se negaba a creer algo como eso, simplemente... no podía ser real.

—Hola, hermanita.

Aquella voz jamás podría olvidarla, ya que pertenecía a la persona que siempre venía a jugar con ella, le leía cuentos y le cantaba cientos de canciones con una voz angelical.

—Lucifer —Exclamó feliz el nombre de su hermano mayor—. Han pasado muchos días, ¿Dónde estabas?

—Mirando el mundo, hermanita —Respondió Lucifer—. Visualizando a través de mis ojos, el extenso mundo terrenal que tenemos debajo de nosotros.

—Padre se molestara otra vez —Dijo ella—. No le gusta que bajes sin su autorización.

—Bueno, entonces hagamos de esto nuestro secreto —Propuso Lucifer—. ¿Aceptas, hermanita?

Los momentos que pasó al lado de su hermano, son momentos que aunque deseara olvidar, simplemente, no podía hacerlo, ya sea porque le era imposible, o quizás, algo muy dentro de ella se negaba a borrarlos.

—¿Me llevaras la próxima vez? —Preguntó—. He ayudado un poco a los Ángeles del Cielo Medio, no es mi tarea, pero me gusta hacer algo y sentirme útil.

—Los Ángeles del Cielo Medio se encargan de llevar las almas de los recién fallecidos al paraíso, es una tarea sencilla, pero muy importante —Explicó Lucifer—. Me sorprende que puedas hacer algo como eso.

—Soy muy buena moldeando mi energía sagrada —Reveló con orgullo—. Mucho mejor que muchos de los Ángeles del Cielo Medio.

—Por supuesto que sí, eres un Arcángel, el último en ser creado, tus poderes Sagrados están destinados a ser de la Elite del Cielo, hermanita.

—¿Por qué te gusta tanto el mundo humano, hermano?

—Buena pregunta, ¿Por qué será?

—Eso es malo, no se responde una pregunta haciendo otra.

—Lo siento, no me pude resistir al querer ver tu rostro siendo adornado por un lindo puchero.

—Tonto.

—No te molestes —Lucifer sonrió de medio lado, levantó la mano y con ella procedió a acariciar lenta y amablemente los largos cabellos dorados de su hermana menor—. El mundo terrenal es un mundo lleno de humanos, seres imperfectos, viven cometiendo siempre el mismo error.

—Si son tan imperfectos ¿Por qué te gusta verlos tanto? ¿No sería repetitivo?

—Porque aunque son imperfectos, es esa imperfección lo que a mis ojos... los vuelve únicos.

—¿En serio? —Ella miró a su hermano con asombro—. ¿Cómo es eso?

—Pueden odiar, pero también son capaces de amar —Comenzó a explicar Lucifer—. Pueden crecer y envejecer, pueden dar vida a un nuevo ser, son seres tan imperfectos, pero de alguna forma, ellos se aferran a la vida con mucha fuerza de voluntad, incluso más que muchos Ángeles.

—No lo entiendo.

—Me lo imagino. Quizás es solo mi imaginación y estoy pensando más de la cuenta, pero me gusta creer que algún día, no sé cuándo, pero algún día, ellos cambiaran este mundo.

—Pero este mundo fue creado por nuestro padre, no pueden cambiarlo sin su permiso.

—Ahí está lo maravilloso en ellos, creo que algún día serán capaces de hacerlo, con el permiso de nuestro padre o no.

—Sin embargo, desobedecer a nuestro padre está mal, hermano —Rebatió ella.

—Es cierto, siempre nos dicen eso —Asintió Lucifer—. Pero ellos no lo saben, ¿No es así? Para ellos esa regla no existe, ya que nunca la han escuchado.



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Editado: 25.11.2021

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