Danny había tenido oportunidad de viajar con sus padres adoptivos un par de veces, pero en ambas ocasiones lo habían hecho en avión. Sin embargo, Sam nunca había ido muy lejos del orfanato y las pocas veces que los habían sacado, había sido en coche. De modo que para ambos chicos, subirse a un barco era una experiencia nueva.
Los guiaron a todos hacia la cubierta y desde allí pudieron ver la terminal, y tras los cristales las figuras de los padres que despedían a sus hijos. Buscaron con la mirada y ya estaban a punto de darse por vencidos, cuando localizaron las figuras de Iván, Eve y Vlad. Agitaron sus manos en señal de despedida, y pocos minutos después la nave comenzó a moverse. Aunque nunca se habían subido a un barco les pareció que se movía extraordinariamente rápido, porque apenas habían pasado unos pocos minutos y ya habían perdido de vista la terminal. Una voz les ordenó entrar y así lo hicieron. Luego de esto, las puertas se sellaron.
Decidieron ir en busca de un lugar donde acomodarse. No tenían idea de cómo podía ser un barco por dentro, pero desde luego, lo que estaban mirando se asemejaba más a una casa muy grande que a un transporte. Había varios pasillos y en ellos había una serie de salones. La mitad de la división de los mismos era de cristal, igual que las puertas de acceso. De modo que podían ver el interior de cada salón. Encontraron uno vacío y se introdujeron en él. Estaba amueblado con varios sillones, una mesa y una pequeña estantería con libros, cosa que agradó mucho a Samantha.
Los chicos se acomodaron en la mesa y sacaron el tablero de Vliegend, mientras que Sam tomaba un libro de la estantería y se sentaba junto a una ventana. La mañana transcurrió con tranquilidad, y el ambiente solo era alterado por los eventuales gritos y maldiciones de los chicos y su juego. Cerca de mediodía, por fin dejaron aquello y decidieron salir a explorar un poco. En principio Sam no quería ir, pero los chicos la convencieron con el argumento de que se acercaba la hora de la comida.
Abandonaron el piso de los salones y subieron a la planta siguiente. Se sorprendieron al notar que el aspecto general del lugar, no difería mucho del de un concurrido Mall. Había pequeños puestos donde expendían dulces, libros y revistas, helados, etc. Al final de todo, estaba un amplio comedor, los chicos escogieron una mesa un tanto alejada, ya que el lugar ya estaba bastante lleno cuando ellos llegaron.
Mientras comían, Sam tuvo la desagradable sensación de ser observada. Con el mayor disimulo volvió la cabeza en dirección a la mirada que estaba sintiendo, para encontrarse con unos fríos y translúcidos ojos verdes. Aún tenía muy vivo el recuerdo de aquellos ojos, solo que ahora se encontraban en un rostro mucho más pequeño. Quien la miraba era el hijo de Kristof Lery, que al igual que su padre, poseía la misma mirada fría. Estaba en compañía de dos niñas y dos niños, pero aunque ellos hacían evidentes esfuerzos por llamar su atención, él parecía no estar interesado en la conversación general.
Terminaron de comer y abandonaron el Comedor. Danny y Gail querían ir a curiosear por el barco, pero Samantha decidió volver al Salón a seguir leyendo, de modo que los niños la acompañaron hasta él y luego regresaron arriba. Aproximadamente una hora después, Sam se tensó. Apartó sus ojos del libro y puso sus sentidos alerta. Unos segundos después apareció en la puerta el hijo de Lery. Samantha se puso lentamente de pie y fijó su mirada en él. Venía en compañía de las mismas personas con las que lo había visto en el Comedor.
Las niñas la miraban con desdén, mientras que los niños lo hacían con indiferencia y casi con fastidio.
Por un momento el niño lució desconcertado, pero pareció recuperarse y avanzó un par de pasos.
La expresión del niño cambió bruscamente y la sonrisa burlona que había tenido hacía un momento se transformó en una mueca de ira. Sin embargo, de algún modo logró disimularlo.
Samantha había levantado la mirada y vio la sonrisa en los labios del niño, pero esta no llegó a sus ojos, que seguían emitiendo una clara señal de antipatía.
Samantha se había puesto de pie de nuevo, pero no se movió.
El niño rio de forma desagradable y decidió avanzar, pero algo en la mirada de ella lo hizo detenerse bruscamente.
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Editado: 23.07.2022