La inconsciencia era lo más parecido al sueño, o al menos eso pensaría Iker más adelante, pues en aquel momento su mente lo trasladó a una situación que había vivido poco después de su llegada cuando Eurielle había ido a verlo a la habitación.
Miró que lo que su hermana tenía en las manos era la maitilin, pero como no dijo nada, Eurielle la colocó sobre la cama. Cuando estaba abriendo la puerta, Iker la detuvo.
A la chica se le llenaron los ojos de lágrimas y corrió hacia él abrazándolo.
En principio ella no lo había notado, pero Iker la estaba abrazando también, y era algo que no había sucedido, porque si bien no la rechazaba, nunca había correspondido al gesto, pero cuando sintió la mano del chico acariciando su cabello, Eurielle comenzó a llorar con más fuerza.
Después de eso la hizo sentar y escuchó cómo habían estado las cosas desde que él y Nat habían desaparecido. No le gustó de forma especial la formalización de la relación entre ella y Derian, pues recordaba cómo era aquel incordio, pero sonrió en forma maligna, pues ahora, y suponiendo que el necio aquel cometiese algún error con su hermana, él estaba en posición no solo de acomodarle las ideas, sino de cobrárselo si no obedecía.
El asombro de Eurielle obedecía a que así fue como la llamaron los gemelos por un tiempo y mientras estaban pequeños, pero hacía mucho que no lo hacían con excepción de Darien y solo cuando quería pedirle algo, pero Iker nunca la había llamado de aquel modo.
Eurielle sonrió con más alegría de la que había sentido en los últimos días, pero abandonó la habitación antes de largarse a llorar de nuevo. Mucho rato después, Iker aun miraba la maitilin cuando entró Izek.
Después que había despachado a Izek, miró la capa y lo invadió un sentimiento de nostalgia.
Él no había tenido mucha oportunidad de utilizar aquello y nunca supo en realidad para qué la querían los gemelos Cornwall, pues al igual que él, ellos podían entrar y salir de cualquier lugar sin ser vistos, pero con el tiempo entenderían, primero, que no podían andar todo el tiempo materializándose o desmaterializándose de todas partes, y segundo, que si bien ellos podían hacerlo, los demás no, y por otra parte, aquellos chicos eran desastrosos, pero no egoístas y de ahí su empeño para que todos tuviesen una maitilin.
Estiró la mano hacia la prenda, pero no llegó a ella, pues entre las muchas cosas que Iker sabía, estaba el que las maitilins al igual que los canalizadores, eran objetos con una poderosa carga de energía positiva, y de hecho, estaba bastante seguro que la maitilin poseería mucha más, tanto por las propiedades de aquel objeto como por la procedencia. Así que, aunque la intención de Eurielle hubiese sido buena, ciertamente él no podría utilizarla. No obstante, pensó que valía la pena la quemadura solo por sentir una vez más la sensación que producía la textura de la maitilin, así que estiró de nuevo la mano y esta vez llegó hasta el final. Cerró los ojos y su mente lo trasladó al día que la había tocado por primera vez, pero casi de inmediato los abrió con sorpresa al notar que, aunque en ese momento debía estar quemándose la mano, si bien sintió cierta incomodidad, al retirarla estaba enrojecida, pero de ningún modo presentaba la horrorosa quemadura que esperaba ver, de manera que se volvió osado y se la colocó por encima de los hombros, pero si bien sintió mucho calor, algo que ahora lo incomodaba mucho, y de hecho le habría encantado poder ir desnudo, fuera de eso no registró nada más, y, aunque no sabía por qué, aquello lo alegró mucho.
Iker había recordado todo lo anterior durante el tiempo que duró su inconsciencia, así que cuando llegó a casa, y pensando en lo que había sucedido, antes de ir a ver a Gema, se fue derecho a la habitación y buscó la prenda que había guardado en un cajón. Se tomó unos segundos antes de tocarla, pero finalmente metió la mano y la sacó. Aunque no había sabido exactamente qué esperaba, ciertamente era lo que quería a pesar de no saberlo, porque la capa no le produjo daño alguno. No era que él necesitase de aquella protección y de casi ninguna, a decir verdad, pero aquello había sido suyo, era algo que pertenecía a la vida que había tenido y que había quedado en un pasado que se le antojaba muy lejano, pero por lo que fuere, lo hacía inexplicablemente feliz poder usarla y nadie podría impedírselo.
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Editado: 01.03.2024