Cap. 33 Herencias familiares
Una vez que la relación entre Sam y Giulian se había estabilizado, se había estado viviendo un ambiente de normalidad en Averdeen. Bueno, tan normal como podría esperarse de un lugar donde viven dos Douglas y un Cornwall, como solía decir Iván. Sam se había vuelto una chica normal, sana, alegre y alborotadora como su padre, cuando no estaban en el Instituto o en Arx, Dan, ella y Giulian andaban por la casa planeando como sacar de quicio a Amy. Por supuesto a ella esto le parecía irresponsable de parte de los dos hombres a los que un día que habían estado particularmente imposibles, llamó viejos retrasados mentales. Hay que agregar en honor a la verdad, que Sam podía enloquecer a su madre, pero ésta en realidad estaba muy contenta de que su hija se pareciese tanto a Dan, pero que además fuese tan juiciosa para los estudios como ella misma. Salvo las explosivas discusiones con Giulian, todo lo demás había marchado con normalidad en Averdeen hasta el día del incidente en el parque, porque a partir de ese día Sam fue apagándose como una vela que se extingue. Por supuesto al segundo día de extraño silencio, los adultos comenzaron a inquietarse. No era propio de ella permanecer tanto tiempo así, cuando se peleaba con Giulian se quedaba un par de horas encerrada en su habitación en obstinado silencio, pero después de eso volvía a ser la misma. En esta ocasión notaban que era algo diferente, no se había peleado con nadie y ya Giulian comenzaba a desesperarse.
- Ya es suficiente, voy a hablar con ella
- No es por animarte, amigo, pero me temo que si lo haces es posible que tengamos una guerra peor que la que mantuvimos con Bastian. Déjame a mí, en cualquier caso, tengo una conversación pendiente con ella y creo que este es tan buen momento como cualquier otro.
Y dejando a su amigo con cara de frustración, Dan se dirigió al cuarto de su hija y llamó a la puerta.
- Hola preciosa ¿Podemos hablar un momento?
- Claro papá.
- Estamos preocupados, Samantha ¿Qué es lo que te ocurre?
La chica guardó silencio un momento y luego empezó a hablar.
- Yo también lo estoy, papá. Desde que era pequeña descubrí que podía hacer cosas que los demás niños no, cuando pude entender que lo que hacía no era normal en el mundo en el que vivía, me aislé un poco de los demás. Una vez que Iván fue por mí y me explicó que era una arzhvael y que la magia era del todo normal en nuestro mundo, me sentí normal nuevamente, pero luego me di cuenta que dentro de la normalidad que encerraba el poder hacer magia, tampoco era normal la forma en la que la hacía. Todos podemos hacerlo con un canalizador y mucho después con nuestras manos, pero en mi caso y con el tiempo, me he dado cuenta que puedo manejarlo a mi antojo. Solo debo pensar en los conjuros y estos salen así sin más. He procurado mantener esto en silencio, porque no he encontrado evidencia de que otras personas lo hagan y no quería que la gente me mirara como una especie de fenómeno. Hasta el día del incidente en el parque, los únicos que lo sabían eran mis hermanos, pero ese día presentí el peligro antes de que llegara y supe que no tendríamos oportunidad de deshacernos de esos sujetos sin armar un escándalo de proporciones considerables que nos habría acarreado problemas con el Consejo de Estado, de modo que decidí actuar. Pero desde entonces he estado preguntándome si hice bien, y preocupada por lo que ustedes piensan de todo esto. ¿Sigo siendo la misma, papá? ¿Me siguen viendo igual?
Dan había escuchado el largo monólogo de su hija sin interrumpirla, porque si lo hubiese hecho tal vez ella no habría dicho todo lo que la preocupaba. Pero al mismo tiempo por su mente pasaban aterradoras ideas de una historia enterrada en su memoria que no quería creer que pudiera estar a punto de convertirse en realidad. Su mente ágil y organizada de planificador de disparates, se puso al servicio de encontrar la mejor forma de manejar aquello. Escogió con mucho cuidado las palabras, porque no solo debían servirle para tranquilizar de momento a su hija, sino también servir de explicación a los demás.
- Samantha, entiendo perfectamente todo cuanto me has dicho, pero en primer lugar debiste acudir a nosotros, así te habrías enterado de que no eres ningún fenómeno. Es cierto que la mayoría de los arzhvaels no podemos hacer circular la energía sin un canalizador, y solo los arzhaelíes lo logramos después de cierto tiempo y preparación, pero no es que no se pueda como ya lo has comprobado. Como bien sabes, las Gwialen y los Athame sirven para concentrar la energía en un punto y expulsarla, y el hecho de que tú puedas hacerlo de forma diferente, no es una anormalidad, es señal de que la energía se manifiesta en ti con mucha fuerza y que has aprendido a utilizarlo sola, por lo que debo agregar, estoy muy orgulloso.
Un asomo de sonrisa comenzaba a aparecer en el rostro de Sam y su padre se sintió aliviado.
- Sam – dijo él y ella se extrañó, porque sus padres rara vez usaban el diminutivo – hay una vieja historia en nuestra familia que yo la había desechado por considerarla solo un cuento inventado por alguna de nuestras abuelas. En ella cuentan, que un poderoso antepasado nuestro había pronosticado que todo su poder sería transferido a la primera mujer que naciera de nuestra línea de sangre, porque los hombres en su mayoría y en esos tiempos, habían demostrado ser incapaces de manejar tanto poder sin causar daños. Lo que hace curiosa la historia, es que ningún Douglas tuvo jamás una hija, todos los Douglas de sangre han sido hombres; razón por la cual, siempre se creyó que la historia era solo un mito para explicar el hecho de que en nuestra familia no hubiese mujeres, las únicas mujeres que han llevado nuestro apellido, son aquellas con las que hemos contraído matrimonio, de modo que han llevado el apellido, pero no nuestra sangre hasta que naciste tú.