As Helium

CAPITULO 2. ¿Coincidencia o Destino?

… y llamo a su única hija y le dijo: “Hija mía, sigue siendo siempre buena y piadosa, y el buen Dios no te abandonara. Yo te protegeré desde el cielo, y me tendrás siempre a tu lado”. Y, cerrando los ojos, murió.

Hace mucho realmente que no había visto un cielo tan nublado como aquel. Valentine me había dicho quizá hace no tanto que en Inglaterra casi siempre estaba nublado, aunque yo creía que había exagerado con aquel comentario pero estaba equivocada si había pensado que mi dulce vida al fin, fuera del control de mis hermanas y familia había empezado, porque el cielo parecía encerrarme.

Al menos esperaba acostumbrarme a ello.

Tome un taxi, el señor fue muy amable y le di la dirección de mi mejor amigo quien ya me esperaría preparando el almuerzo. Yo estaba feliz con aquello porque la comida de Valentine era deliciosa y a consecuencia, esperaba que al menos yo terminara engordando aunque sea un poco.

Había pasado una semana y el tiempo me parecía especial, como demorándose con cada cosa bonita y pasando rápido cuando esperaba que lo hiciera. Había paseado por todo York esperando guardar cada imagen bella en mi cabeza y soñando despierta como lo había hecho casi siempre para olvidarme de la realidad del mundo cruel, aunque yo tanto como soñadora, lo tenía de realista y pesimista. Igual, ahora había cambiado de ciudad y al momento de pisar tierra nueva, madame se había llevado a sus dos hijas en una limosina hacia su nuevo hogar. Yo no esperaba saber dónde quedaba eso.

Las calles pasaron frente a mis ojos que lo captaban todo con cada pequeño movimiento y después de unas revoltosas vueltas y el tráfico un poco sofocante, llegue a la casa de Valentine.

Baje mis cosas y él salió a recibirme como si fuese una hija que había vuelto de la guerra de una vida.

Él me levanto en brazos después de bañarme en besos y me inspecciono para después darle una buena propina al taxista quien me sonrió con blanca dentadura y se fue.

—Era amable. —hable y Valentine puso los ojos en blanco.

—Solo trataba de quedar bien frente a la pequeña muñequita parada delante de mí. —él me tomo de la mano y me llevo adentro de una bonita casa de dos pisos, muy rustica y al estilo del que me imaginaba, junto a un montón de casas, iguales todas.

—Estas de broma, —reí de él— es solo que los ingleses son decentes, no como mis hermanastras.

—Oh, no me digas, ¿qué hicieron ahora?

—Creo que hay unas zapatillas que necesitan ser lavadas ahora mismo, ellas tienen una gran historia que contar. —le respondí y él levanto sus manos hacia su boca ahogando un gemido.

—¿Te derramaron algo?

—Una copa de vino, como si ya no tuvieran suficiente del que nunca beben en casa. Creo que con el tiempo que ha pasado ya deben de estar horribles y sin arreglo.

—Veré que puedo hacer— y me ayudo a subir la única maleta que había llevado hacia la habitación al frente de la suya, con una gran cama blanca de edredón celeste, todo muy acogedor—. Te estoy dando esta habitación porque eres mi mejor amiga. Esta se supone que un día iba a ser el cuarto donde me quedaría con mi esposa. —arque una ceja y él bajo mi maleta.

—¿Y ahora?

—Ahora solo busco al amor de mi vida, debe de estar ahí, por algún lado.

—Valentine, sabes que me casaría contigo si me lo pidieras.

—Sé que soy guapo Ayla, y sé que nuestros hijos saldrían de infarto, pero, seguiré buscando.

—¿Qué no te gusta de mí?

—Además del tema que tienes una familia de la que huiría cualquiera, eres chiquita.

—Mides 1.90 —respondí molesta.

—Y tú 1.60, —coloco una mano en mi cabeza remarcando mi altura— eres chiquita.

—¡Valentina! —le grite y él comenzó a reír.

—Okey, es divertido que me digas Valentina, pero era solo una broma, ya te dije que no tengo preferencias por algún sexo en particular pero, me quedo con Valentine, es bonito —y él salió de mi cuarto.

Yo lo sabía, sabia porque por el tono de voz, por aquella seriedad que casi nunca empleaba, por algo tan trivial, me había llevado a descubrir que él mentía.

Igual, mis palabras siempre eran verdad porque yo odiaba mentir y Valentine lo sabía. Se había llevado mis zapatillas antes blancas, ahora oscuras y me había mostrado otra vez como aquel movimiento de cabeza para sacar sus cabellos ondulados de su cara, se asemejaba al de un pajarillo.




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