A varios kilómetros de la ciudad, existía un lugar con una temperatura mayormente templada la mitad del año. Era un lugar perfecto para las personas con cierta necesidad de escapar del frio. Por supuesto, el asesino era una de estas personas.
Aunque el motivo real por el que estaba aquí era un poco diferente del resto de años.
Cada año, desde hace varias décadas, por las vacaciones de invierno de los estudiantes, él acostumbraba a viajar hacia las afueras de la ciudad, muy alejado en el norte de la misma.
Ya han pasado alrededor de dos días desde que cometió su primer asesinato. Él ahora se estaba relajando en un hotel con una calificación de cuatro estrellas según internet. Los tratos que recibió al llegar desde que alquiló una habitación, así como la comida y las vistas, realmente valían la pena.
En cierto sentido, se alegraba. Cometer el asesinato por estas fechas hacía más simple su labor actual.
Aunque no dejó huellas, y trató de hacerlo pasar por un simple asalto, aún tenía cierta seguridad en que probablemente sería atrapado.
...Más aún con este pasado.
Esta ciudad no solo era objeto para pasar unas buenas vacaciones, sino también un sitio que conocía bien: su ciudad natal.
Nació, vivió y creció aquí. Sus padres, un par de jóvenes sin ideas de como criar a un hijo lo tuvieron en la casa de su abuelo materno. Por supuesto, su abuelo, un soldado retirado de casi renombre, no era una persona interesada en tener un nieto, de hecho, no era nada agradable. Los únicos recuerdos que tenía de él eran de ceños fruncidos y alguno que otro regaño por cometer el más mínimo error.
"¡Niño, tráeme sake!" "¡¿Qué coño estás haciendo?! ¡Mueve el culo!" Cosas así. No era un tipo agradable con nadie, de hecho. Aunque, él agradece haber podido vivir en un hogar y no haber sido echado a las calles como en la mayoría de los casos.
Este lugar, aparte de destacar por sus vistas y sitios de visitas, también destaca por su alta tasa de abandono. Él mismo logró contar más de 10 niños y una cantidad mayor de adultos en la calle, ya sea pidiendo limosna o simplemente viviendo el día a día.
¿Y por qué venía anualmente aquí? La razón era simple.
Él miró en su celular una lista de cosas que tenía por hacer. Desde visitar por una hora una playa cercana, hasta el templo y, finalmente, visitar la tumba de su madre.
Ella murió cuando él aún tenía nueve años. No fue de enfermedad, ni tampoco un accidente... sino un asesinato.
Desde que tuvo a su hijo, su relación con su padre había empeorado. Se podría decir que en la casa hacía todas las tareas del hogar, como si fuese un simple sirviente. Su padre se la pasaba en la calle; era un decente estafador, le sacaba dinero a los visitantes con engaños, e incluso algunas veces los atraían hacia lugares peligrosos para que sea más fácil su "adquisición" por parte de grupos peligrosos.
En algún momento su padre dejó de venir y eso fue un punto de quiebre para el abuelo. En uno de sus ataques de ira, golpeó y terminó disparando a la madre del asesino. Fue considerado un asesinato por la policía, aunque, lo único que encontraron en la escena fueron los cuerpos de ambos asesinados por la misma arma.
Un arma de mano pequeña y hecha a la medida, de un color blanco con líneas plateadas y con un cañón algo grande para el tipo de arma que es. Era un arma hecha por uno de sus amigos, un conjunto de dos armas. La policía confisco una de ellas, mientras que la otra quedó en manos del asesino, quien la robó al llegar primero a la escena.
La tenía como recuerdo... aunque, ahora era usada para matar.
Supongo que uno nunca cambia... ¿o tal vez simplemente es alguien que sigue el mismo camino que sus familiares?
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Alrededor de dos días ya habían pasado desde que comenzó su visita.
Ya había hecho de todo y había podido pedir la comida más cara en el menú. Valió la pena por momentos, aunque le disgustó que no fuese una buena cantidad por platillo.
Comer cosas caras, ir a lugares caros, tener un viaje no tan aburrido. Tal vez los empleados del lugar, guiados por su experiencia ya habían notado que tipo de situación era.
Un suicida. Eran el tipo de persona que gastarían todos sus ahorros con tal de disfrutar sus últimos momentos en la tierra.
Y no soy diferente.
Vivió la mayor parte de su vida en color gris. Aunque este viaje fue no tan diferente de su perspectiva, al menos lo pudo disfrutar mínimamente como ser humano.
—Pero todo ya se acabará. —se dijo, la pistola apuntaba directamente a su cabeza.
Él no tenía miedo, de hecho, estaba resignado. Desde su primer disparo, sabía que iba a terminar haciendo esto, fue una decisión unánime, estaba en sus planes.
Ela ya sabía que su pareja había muerto y probablemente ahora estaba en duelo, ¿Quién sabe?
Además, él logró sacar todos sus ahorros del banco y los envió por correo a la casa de Ela, sería entregado una semana después de su muerte. Así ella podría tal vez irse del lugar en el que vivía y criar a su hijo en paz. Él deseaba eso, él esperaba que fuese así.
Y, finalmente, si se quedaba vivió ¿Quién sabe cuándo la policía se daría cuenta del asesino? Si sucedía eso, Ela definitivamente estaría triste, más incluso de lo que probablemente está ahora.
Y yo mataré a quien te haga infeliz.
Por eso, él debía morir.
Tras tomar un respiro, él dijo: —Hagámoslo.
Su dedo comenzó a presionar el gatillo y... algo sonó.
*Brr* *Brrr* era el sonido de su celular vibrando; alguien le estaba tratando de llamar.
—... — tras unos segundos de pensarlo, decidió bajar el arma por unos momentos.
Supongo que puedo contestar.
Vio el número y de inmediato reconoció de quien era. Conectó la llamada y una voz suave y dulce, casi como el de una campanilla se tratase, se pudo escuchar del otro lado.