Miriam se colocó un vestido sencillo y cómodo para la ocasión.
Era uno de corte a la rodilla , azul marino y escotado, además era ajustado pero elegante a la vez.
Sabía que el hijo de Rodolfo, Adolfo, la pretendía, pero ella no deseaba salir con nadie, quería ser libre de salir con sus amigos y además besar a uno que otro de vez en cuando, además de que estaba segura que ambos padres querían verlos en el altar y ella no pensaba lo mismo.
La pequeña familia subió al auto y emprendieron el viaje de más de media hora.
— Te ves hermosa, hija.— le premio su mamá. Ella asintió y volvió la mirada a su móvil.
Tiempo después llegaron a la fiesta, donde ya habían otros invitados, Adolfo y su papá estaban en la entrada recibiendo a los invitados.
— Me alegra que hayan venido. — les dijo feliz Adolfo, se dirigió a Miriam y le dio una mirada penetrante.— Tío, tía, pasen por favor.
— Primero permíteme felicitarte. — se río el papá de Miriam, se acercó a Adolfo y lo abrazó.— Espero verte más seguido.
El resto de la familia saludo y felicito a Adolfo, al final quedó ella, por desgracia. Estaban solos y ella siempre se sintió incomoda con él, no había intentado nada en su contra, pero siempre lograba sobresaltarla.
— Felicidades.— sonrió ella. Adolfo aprovecho la ocasión para abrazarla y pegarla a él.
— Estas hermosa, como siempre.— le susurró antes de bajarla y mirarla a los ojos.– Eres realmente bella.
— Gracias.— No pudo evitar que sus mejillas ardieron mucho por lo dicho.
— Dame el honor de que me acompañes esta noche, en toda la velada.
Miriam intentó no ser grosera al negarse, pero no encontraba las palabras adecuadas.
— Adolfo, Miriam— ella soltó un suspiro de alivio al escuchar a sus hermanos.
— Chicos.— saludo un poco disgustado. Ellos hicieron que no notaron nada y se acercaron para rodar a su hermana con sus brazos.
— Disculpa que te la robamos, pero tenemos que hablar con ella algo importante. — le mintió Stephen.
— Ya casi la devolvemos, quizá.— se carcajeo Gerald. Sin dejar que Adolfo dijera algo dieron media vuelta con Miriam entre ellos y se perdieron entre la gente.
— O por dios, chicos, muchas gracias.— les susurró agradecida — Les debo una.
— No te preocupes, sabes lo que papá trama junto con Rodolfo.— informó Gerald con un poco de asco.— Es tan egoísta de su parte.
— Además no pensábamos dejarte con ese imbécil. — se burló Stephen.— Esta guapo para ti, pero su ego es más.
Miriam comenzó a reírse y fue a tomar asiento con su familia.
— Hija.— se sorprendió su papá. — Creí que estaba con Adolfo.
— El.... — se preocupo, ¿ como iba a decirle que sus hermanos se la trajeron?.
— Estaba ocupado.— terminó Stephen por ella, se encogió de hombros y puso atención a donde estaba la familia de Rodolfo.
— Cariño, se te cae la prensa.— su mamá se puso de pie y acomodó la en su cabello de nuevo.
Toda la noche Adolfo intentó invitarla a caminar o a bailar , sin embargo sus hermanos siempre andaba por ahí ayudándola y protegiéndola, sentía que estaba siendo una carga pero igualmente era mejor así.
Cuando iban a irse tuvo que devolvérse a los baños ya que alguien había pasado y derramado algo de bebida así vestido, inmediatamente ella les aviso sus papas y fue a limpiarse.
En los baños de encontró con un chico que venía entrando, ella miró a todos lados y se asustó mucho al ver que solo ella estaba ahí.
El tipo apago la luz y entre cerró la puerta.
Miriam se echo para atrás y trato de mantener la tranquilidad de hace unos minutos.— ¿ Porqué estás aquí?, es el baño para las damas.
El chico no dijo nada y avanzo rápido hacia ella, Miriam se hizo a un lado y comenzó a temblar.— Aléjate, no me hagas nada, puedo darte mi dinero, pero por por favor, aléjate.
— Vengo a decirte algo.— le susurró el, no supo de quien era la voz, solo podía ver su silueta.— Mañana, a las 8:00 pm, debes estar fuera de casa.
— ¿ Que?— se confundió. — ¿ Porqué debería hacerlo? ¿ quién eres?.
— Solo hazlo, por el bien de este país, hazlo.— repitió. Se dio la vuelta y antes de salir encendió la luz.
Ella se volvió hacia el espejo y vio su cara de terror, estaba pálida y agitada. Tomó un poco de agua y respiró lentamente.
— Miriam.— gritaron sus hermanos desde el pasillo. Ella salió corriendo y los abrazo fuertemente.
— ¿ Porqué estás así?— interrogó Stephen.— No me digas que has bebido, Miriam.
— Claro que no.— se enojó ante la desconfianza de su hermano— Vamos a casa y allá les cuento.
Caminaron hasta el auto y cada quien se acomodó en un asiento diferente, esta vez su papá iba manejando, ya que apenas alcanzaban los cinco.
Se arrecosto al cristal de la puerta y pensó seriamente en lo que dijo aquel chico, quizá era mentira para asustarla.
Al llegar nadie quizo decir nada, se despidieron y cada quien se fue a dormir, aun con temor fue a su cama y se acostó tratando en no pensar mucho en lo sucedido.
Aun que la fue casi imposible, no sabía porque la advertencia le rondaba tanto por la cabeza, capaz eran voladores o matadores y ella estaba de tonta en salir.
Decidió que no les diría nada a sus papás y se quedó dormida.
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Mientras tanto en otro lugar.
— Estén todos listos.— decía un chico.— Mañana mismo vamos por aquella familia. Nadie puede quedar vivo, ¿ entendieron?, si alguien deja huir o vivir a uno de los Miranda prometo que no verá la luz de sol en su vida.
El chico que dio el aviso a Miriam estaba entre los que estaban siendo indicados, sabía quién era la chica y por qué los querían a todos muertos, él no deseaba ver acabado su país así que debía salvar al menos a ella.
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En otro lugar.
— ¿ Saben lo que tiene que hacer?— preguntó un hombre adulto. — Alguien que me conteste.
— Señor.— alzó la voz uno de los que estaban en aquella habitación.— Matar a todos los Miranda y traer con nosotros a Miriam, ella es nuestra prioridad.