Asfixia

Capítulo II

Los estudiantes llegaron al terreno polideportivo que la facultad ofrecía cerca del campus. La entrenadora se hizo presente, sosteniendo en una de sus manos la libreta burdeos con los progresos de los jugadores y contempló a los jóvenes con aquella sonrisa cínica tan alarmante.
Me gustaba venir a ver los entrenamientos, ver a Amber mandar sobre aquellos salvajes con los que se rodeaba como buena capitana que era. Y sinceramente, me entretenía verles jugar. Tenía que admitir que por aquel entonces, me costaba seguir con los ojos el balón y no desviarme hacia otro punto recordando lo sucedido en los últimos días. Mi cabeza parecía querer darme una mala pasada y estaba siendo una tarea difícil concentrarme, deambular mentalmente y alucinar como la pirada que me sentía. También era cierto, una simple imagen me había trastocado lo suficiente como para creerme mi propia película. Había dejado de pensar que simplemente todo era irreal. Que las llaves de Amber aparecieron en la universidad por cualquier circunstancia y que las noches en el bosque no son lugar para alguien con delirios y alucinaciones como yo.
Mi conversación con Amber había sido tensa. Intenté explicarle de la manera más acertada en la situación en la que podríamos encontrarnos y la posibilidad de que eso fuese irreal. En cambio, para ella había algo más, porque el simple hecho de que le diese tanta importancia la incomodaba. Había alucinaciones que me habían afectado y en lo más profundo hasta el punto de quitarme el sueño. Ambas sabíamos que en esta ocasión el efecto se manifestaba en mi incomodidad constante y en la imposibilidad de no pensar en algo diferente. Podría convencerme de que era irreal, pero lo irreal también puede ser inolvidable.

-Puede ser que viera una... mano.
-¿Una mano? -repitió con lentitud mientras tiraba el bolso a su cama y se cruzó de brazos.
-Estaba sobresaliendo del suelo -ella me miró todavía más confusa -, y además también me pareció ver a alguien armado a unos metros de nosotras.
-Está bien -espetó con serenidad mirando el suelo -. ¿Viste un rostro? ¿hizo algo? ¿te apuntó?
-Parecía estar acercándose a mí, pero no hizo nada más.
Y pese a su continua tranquilidad, no se sentía plenamente segura después de confesarle que por mi cabeza pasaba la ligera idea de que presenciamos la escena de un posible homicidio.

Los ruidos del silbato hicieron que brincara sobre mi sitio y me percatara del descanso de los jugadores. La entrenadora les gritaba que no se demoraran más de cinco minutos, que el entrenamiento de aquel día sería interminable. Me agotaba solo oírla.
La entrenadora Beel tenía unos cuarenta, con cabello rizado atado siempre a un moño y su usual semblante enseriado que cambiaba por completo la imagen imponente que solía trasmitir cuando abría la boca. Digna de una paciencia admirable al enfrentarse a aquella panda de animales.
Tanto ella como Amber eran unas buenas jefas al mando hacia la victoria del equipo, puesto a que la temporada casi comenzaba y ellos se habían estrenado de una manera de lo más sensacional con los primeros partidos ganados.
Mi amiga se acercó hacia donde me encontraba sentada, justo al lado de su bolsa de deporte.

-Pensé que ya te irías a casa.
-Quería esperarte. Hoy he venido en coche y había pensado en llevarte a casa.
-Pues no sabes lo que me encanta la idea.

Volcó la botella de agua sobre su boca e intentó peinar su cabello afro de la presión mantenida por el casco de la equipación.

-Oye, he estado pensando.
-¿Sobre qué?
-Sobre lo que me contaste - miró hacia el campo y dejó sus ojos en un punto exacto -. Sé que no te sientes segura con absolutamente nada de lo que llegas a ver, y me preocupa que dejes incluso de confiar en ti misma. Así que he pensado que para aclararnos ambas, podríamos volver.
-¿A dónde si se puede saber?
-Al bosque. Nos aseguramos de que todo esté bien y nos iremos. Tú dejarás de pensar, y yo me quedaré tranquila cuando tú lo estés.
Temblé con solo imaginarlo.
-No creo que sea buena idea.
-¿Prefieres quedarte como estás? -me miró ahora, totalmente seria -Además, también debo admitírtelo: el asunto de las llaves que se teletransportan no me ha hecho ni puñetera gracia.
-¿Crees que yendo allí vas a descubrir algo? 
-No, pero dependiendo de lo que nos encontremos, sabremos como de serio es el asunto. Tal vez tenías razón y no deberíamos de dejarlo tan de lado,

Después de varios minutos intentado organizar una escapada de lo más segura, Amber y yo entramos en casa mientras hablaba por teléfono con su madre para avisarle de que pasaría esa noche en casa junto a mi familia. Omitió toda información sobre nuestro plan al igual que hice yo junto a mis padres y hermano. Mantuvimos la naturalidad tanto como fuimos capaces.
Tras la cena, mientras que ella se encontraba en el baño, mi padre dejó su peso caer sobre el marcó de la puerta, mirándome con una sonrisa mientras apoyaba sus mano en el picaporte. Se notaba que había llegado recientemente de la comisaría: todavía vestía con su uniforme y sus ojos lucían muy cansados.

-¿Qué tal ha ido el día? Hoy no hemos podido vernos.
-De aquí para allá, ya sabes.
Le dediqué una pequeña sonrisa. Su vista había caído a mí regazo, con uno de los libros de clase abierto y con pequeñas anotaciones en los márgenes.
-¿He pillado a la futura policía estudiando? -inquirió de nuevo, alzando una de sus canosas cejas con diversión.
-Se puede decir que sí.

Él asintió ligeramente y se llevó sus dedos a la cara, frotándola. Se le notaba muy cansado y eso parecía darme más ventaja. Si mi padre mantenía la guardia baja toda la noche no sería muy difícil salir de casa.

-Vale, vale... -carcajeó por lo bajo mientras negaba con la cabeza -. Oye, hay algo que quiero preguntarte.
-Pues hazlo.
-Ethan me comentó que el sábado tuviste que doblar la dosis de tu tratamiento -su tono de voz era suave, pero la preocupación en él era clara -. ¿Está todo bien? ¿Has vuelto a tener algún tipo de problema?
-Preferiría hablar de esto mañana.



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En el texto hay: romance, terror, psicosis

Editado: 12.05.2020

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