Tenía razón al sentirse bastante tenso al entrar a esa casa. Era terrorífico, pero a la vez elegante el lugar. Siendo forzado a sentarse se calló, más le preocupaba el precio del arreglo de lo que le podría hacer.
─ No te cobraré todo el dinero de la reparación, si es lo que te preocupa.
Inmediatamente saltó asustado, ¿que planeaba?
─ Pues... aunque trabajaras los próximos cinco años solo para mi auto, no pagarías ni la mitad ─escuchándolo se atoró con su saliva, bebió el jugo para sobrevivir─ Hagamos un trato.
¿Qué clase de trato quería aquel tirano?
Ideas bastantes infantiles se le pasaron por su cabeza, aun así, temía por su vida. El chico elegante tenía un aspecto que le perturbaba demasiado.
Sintió que le miraba fijamente.
─ Eres tierno.
Sudó frío al escucharle. La piel se le puso como la de una gallina.
─ De seguro tienes novia... y más de una enamorada por ahí ─vio que el otro se giró y recordó lo tímido que era para acercársele a una chica─ Yo no. No tengo novia... porque la mayoría se me acerca por el dinero. No quiero eso.
¿No tenía novia? ¿Estaba de broma?
Si el joven alto era bastante elegante y atractivo ante sus ojos. Cualquier chica podría caer ante él.
Oh, sí. Había nombrado el dinero, y tenía razón. Muchas de sus compañeras sólo se fijaban en lo material antes de aceptar salir con un chico.
"¿Acaso nos consideran billetera?"
Pensó al recordar como uno de sus compañeros de clases era conocido por ello. Por cumplirle los caprichos de su novia sin negarle nada.
─ Vente a vivir conmigo, me haces el aseo y lavas mi ropa, como pago por los daños del auto.
Salió de sus pensamientos al escuchar su voz. ¿Había escuchado bien?
Abrió los ojos de par en par viendo al mayor. Por qué le parecía que era mayor que él. ¿Qué broma le estaba jugando?
─ ¿Qué? ─se movió de su lado. No quería estar cerca de él.
─ ¿No fui claro? ─seguidamente el chico se acercó de nuevo a él. Acomodando su brazo detrás de su espalda, apoyado en el sofá. Lo tenía acorralado─ Si no quieres deberme el dinero, tendrás que hacerlo.
─ Te lo pagaré ─dijo desafiante cerrando sus puños.
No sería esclavo de ese muchacho que solo quería pisar su orgullo, su familia era de escasos recursos, pero jamás le había faltado nada gracias al negocio de sus padres.
─ Hasta el último centavo. Pero no aceptaré ─Sanha se levantó tomando su casco para dirigirse a la puerta.
─ ¿Estás seguro? ─se detuvo en seco al escuchar su voz─ Porque pagar esa cantidad te será imposible para ti.
─ Incluso si me toma veinte años lo haré ─decidido abrió la puerta para luego girarse─ Ah, y por el pago del Kimchi no te preocupes. Lo pago yo, anda descontando.
Y cerró la puerta sin más.
¿Qué pasaba por la mente de ese niño rico?
Sí, le parecía un niño rico y mimado que quería conseguir todo lo quisiese. Pero él no lo sería. Su celular comenzó a vibrar, era un mensaje.
«Sé que volverás a mí. Es la única forma de pagarme, ya sabes donde vivo... Saniboo.»
Apretó sus dientes, era más que obvio que se trataba de él. Pero ¿quién se creía ese chico para hablarle de esa manera?
Saniboo era su nombre de pila desde pequeño, cuando consideraba el juego de las escondidas como una aventura emocionante junto a sus padres.
Sólo sus familiares podían llamarlo así.
El castaño frunció sus cejas observando aquel barrio lujoso, las casas y autos eran de admirar. Pero si todas las personas que vivían allí eran como el chico arrogante que había querido pisotearle era una....
Un momento, Sanha detuvo sus quejas mentales al caer en cuenta de un pequeño detalle.
¿Cómo se llamaba aquel engreído?
Bufando miró al cielo por ser tan despistado. El chico ni siquiera se había presentado cuando chocaron ni hace unos minutos.
"Vaya falta de educación la suya."
Estando cerca de su moto se giró hacia la ventana de la casa que había visitado. No había nadie allí, pero sentía que lo observaba. Ignorando la sensación se colocó el casco para seguir su camino.
Olvidaría lo que le propuso, lo borraría de su mente.