Lo que pidió a cambio fue simple.
Dinero.
Quería más dinero, lo suficiente como para vivir toda una vida únicamente con ahorros.
Si, era muy materialista lo que pidió, pero era lo que necesitaba.
Y lo segundo que pidió fue que, después de que todo esto terminase, ella tenía que asegurarse que él no vuelva a trabajar como caballero nunca más.
Asteri se tensó al escuchar la petición, y como ella había dicho, ella iba a considerarlo, pero, considerando que lo que la azabache le pidió a cambio de eso podría fácilmente quitarle la vida si es que no era cuidadoso, terminó aceptando.
Iba a ser difícil cumplir con eso último, ya que, para eso, necesita tener poder, pero, sobre todo, reconocimiento como princesa de parte de su padre.
Al cabo de casi una hora, ya habían llegado a una conclusión, y cuando eso pasó, Asteri, con su campana, llamó a lo que él supuso que sería su sirvienta.
La señora mayor fue quien entró por la puerta.
—Mi señorita... ¿me llamó? —preguntó, con un tono tranquilo, incluso ante la presencia de él.
Era extraño, ya que él había escuchado (por accidente) de algunas damas en una de sus salidas que la segunda princesa era una mujer cruel con los suyos. Claro, eso no era algo que Thaddeo temía, ya que podría soportarlo, pero igual le inquietaba en cierta manera el presenciar actos así, sobre todo, considerando que la primera sirvienta que él conoció fue una chica muy joven. Tendría 15 o 16 años a lo mucho.
Aunque la vista de la azabache agradeciéndole a la menor fue confusa, mas no quiso comentar nada.
—Elvira, te presento a Sir Thaddeo. Mi nuevo caballero escolta —La mujer abrió los ojos, sorprendida, acentuando sus arrugas, y lo observó con cautela, analizándolo de arriba a abajo.
Era extraño que la mirada de una pequeña ancianita lo intimidase tanto.
Era algo cómico de ver, o, al menos, lo era para Asteri.
—Sir Thaddeo —dijo, dirigiéndose esta vez a él, mientras apuntaba a la mayor —. Ella es Elvira. La sirvienta principal del palacio y mi niñera desde la infancia —Era un dato innecesario, pero él no pudo evitar estar ligeramente sorprendido al ver que la mujer llevaba muchos años con la azabache.
Él asintió, inclinándose un poco, para saludarla con respeto, aunque no era tan elegante, si no que un saludo más tosco y torpe.
Elvira suspiró.
¿En qué se habrá metido su señorita esta vez?
Aún así, saludó devuelta.
—Que alguien le indique donde se quedará —dijo, solemne —. Y... Quítame esta cosa, por favor —jadeó, indicando a su vestido, el cual, incluso si estaba suelto, era enormemente incómodo.
Elvira casi se desmaya al notar el vestido suelto, y al ver al caballero sonrojado de la vergüenza.
—¡Mi señorita! —Asteri se lo esperó, y soltó una risilla, mientras era empujada hacia su habitación —¡Adela! —llamó Elvira, y cuando la menor llegó a su lado, pocos segundos después, le ordenó mostrarle su habitación al caballero.
A medida que se alejaban, Asteri no paraba de reír, ya completamente acostumbrada a las reacciones de su niñera.
Finalmente, los dos fueron dejados solos.
El ambiente era incómodo, y muy confuso.
Esa versión, tanto de la princesa como de la niñera, eran algo nuevo para ellos.
El silencio perduró por varios segundos, ambos tratando de procesar lo recién visto, hasta que, finalmente, Adela carraspeó.
—Por favor, venga conmigo —dijo, evidentemente incómoda, entre tanto empezaban a caminar en dirección contraria.
Pasaron solo unos segundos antes de que la puerta se alzara frente a él.
Tenía sentido.
Si era un caballero escolta, lo lógico sería que él se encontrase cerca de la persona en todo momento, incluso al dormir.
La sirvienta le indicó y mostró su habitación.
Era pequeña y bastante simple, pero, para alguien que ha crecido en un entorno pobre y los últimos años en trincheras, el lugar era indudablemente cómodo y acogedor.
También tenía su propio baño.
En el armario estaba el uniforme que él ocuparía cuando se encontrase trabajando.
—Su Majestad el Emperador había esperado a alguien... de otra complexión —comentó ella, cuando vio que el uniforme era visiblemente más pequeño que él —. Su Alteza la segunda princesa ordenó que viniesen a arreglarlo... La modista llegará mañana por la tarde —Ella tragó saliva, nerviosa, y se retiró después de haber cometido con lo ordenado.
Thaddeo se quedó quieto en el mismo lugar, escuchando la puerta cerrarse detrás de él.
Suspiró pesadamente, arreglando su cabello.
Esta sería su vida por al menos un año...
No se veía tan mala como lo esperó.
—¡Mi señorita! ¡Su Majestad el Emperador ordenó una audiencia con usted!
Elvira abrió las cortinas con fuerza, haciendo que toda la luz del amanecer golpeara directamente en su cara.
Ella se quejó, mientras sentía como su niñera la sacaba de su cama.
—Adela, busca el mejor vestido que tengamos.
—¡Si!
Thaddeo, quien se encontraba en la puerta, custodiando, solo escuchaba los gritos de la mayor y los pasos apresurados de la joven sirvienta.
—¿Qué estará pasando?
Luego, los quejidos de Asteri se escucharon, alertándolo de una posible amenaza, mas, cuando abrió la puerta, solo pudo ver a Elvira peinándola con fuerza y rapidez, haciendo que le doliese.
—Mi señorita, no tenemos tiempo. Quédese quieta, por favor.
El caballero miró la escena, un poco aliviado de que no sea nada.
Pero no faltó mucho para que la mayor se diera cuenta de su presencia.
—¡Sir Thaddeo! —exclamó, y él se tensó ante el grito —¡Qué educación es esta! ¡No debería entrar en la habitación de una dama cuando esta se esté cambiando!
Un sonrojo leve apareció en sus mejillas, dándose cuenta de lo ocurrido, completamente avergonzado.
—Elvira... ¡Ay! —habló la princesa, mientras su niñera trenzaba su pelo de tal manera que todo su cabello estaría recogido, siendo así un poco menos llamativo — No seas tan mala con Sir Thaddeo. Quizás pensó que me estabas golpeando —rio, mas Elvira solo frunció el ceño en una expresión apenada.