Aster

Una propuesta llamativa

—¡Mamá!

La vista de los hombres en su habitación era aterradora, y, aunque su madre siempre hacía lo posible por mantenerlo alejado cuando uno llegase, la agresividad de algunos, que causaban gritos de dolor de parte de ella, no pasaban desapercibidos por el infante.

—¿Quién dijo eso? —El hombre, sin polera, tornó la cabeza, en busca del origen del grito, pero ella lo detuvo antes de que él diese un paso hacia la puerta cerrada.

—N-Nadie, solo sigue —murmuró, temblorosa.

Unas manos taparon su boca y lo alejaron de manera brusca del lugar.

Jadeó al ser tirado al suelo.

—¿¡Qué te he dicho de molestar a tu madre mientras tiene clientes, mocoso!? —La mujer frente a él parecía molesta, y de ropa muy lujosa —Ella es nuestra mejor trabajadora. De lo contrario, tu no estarías aquí —La manera en la que ella lo miró, de arriba a abajo, con aquellos ojos juzgadores, lo estremecieron, y, cuando fue dejado solo, las lágrimas empezaron a caer, convirtiéndose rápidamente en un río de lágrimas.

Se sentía tan inútil.

Desde temprana edad, él había aprendido que el trabajo de su madre no era bien visto por los demás, pero, según ella le decía cada vez que él mencionaba algo sobre salir de ahí, era la única manera en la que una madre soltera y joven puede ganar dinero.

Había escuchado a las demás mujeres que trabajaban en ese edificio; que su madre era una suertuda.

Ella había dado a luz a un bebé más grande al promedio, pero su cuerpo no tardó en recuperarse y volver a su estado normal, o al menos, lo mejor que pudo.

Era una sorpresa para ellas que la mujer siguiese siendo la favorita del lugar, aún así, tampoco lo cuestionaban.

Todos los hombres amaban a una mujer sumisa, delgada y delicada, que los obedezca por completo en la cama.

A pesar de eso, él nunca la vio trabajar. Ella siempre se encargó de eso.

—Mi niño, ten estas monedas y cómprate algo bonito — Era una de las múltiples escusas que ella le daba con tal de mantenerse alejado.

Fue en una de esas salidas en donde, después de haberse peleado con unos bandidos que intentaban asaltar a la anciana dueña de la cafetería en donde él siempre admiraba las comida, y haber ganado, que él fue notado por uno de los hombres nobles que se encontraba ahí.

Así, a los doce años, le ofrecieron un puesto como aprendiz de caballero.

Su madre estaba atónita. No podía creerlo. Pero la noticia no le agradó.

—¡Eres un niño! ¡No puedes trabajar! —gritó ella, cuando escuchó que, aunque era aprendiz, tendría un pequeño sueldo, pero, como consecuencia, él tendría que irse a vivir a la mansión del viejo noble —¿Y si te pasa algo? ¡Necesitas a tu mamá! ¡Aún eres un niño!

—¡Tu también lo eras!

Ella se quedó pasmada al oírlo, pero él no se detuvo. Quería que su mamá entienda.

—Tenía dieseis años cuando usted me tuvo, mamá. Lleva casi veinte años trabajando aquí, todos los días, sin descanso —continuó —. ¿Cree que, aunque no lo vi, no sabía qué era lo que hacían? —Ella dio un paso atrás. Por supuesto que sabía, su hijo era un niño inteligente, mas, ella temía que, al saber la verdad, el amor que él sentía por ella cambiase a repulsión —¡No puedo soportar seguir viéndola así! Ya tengo edad para trabajar, y-

—Tienes doce años. ¡Eso no es edad suficiente!

—¡Mamá, por favor! Renuncie. Renuncie a este lugar, a este burdel —Ella lo miró por unos segundos, y sus ojos se aguaron al cabo de poco tiempo. ¿Cómo es que ella, siendo tan joven, había podido criar a un niño tan bueno?

—Pero como madre, es mi deber cuidarte. No tú a mi —dijo, a pesar de todo.

Él dio un paso adelante, irguiéndose de manera confiada.

—Y lo hizo, madre. Ahora, déjeme hacerlo por usted.

La mujer limpió sus lágrimas.

—Pero esto no es lo que tú quieres —Él se detuvo.

No, claro que, muy dentro de él, eso no era lo que él quería, mas, también sabía que, aunque no lo quería, era indispensable.

—Es lo que necesitamos, madre.

A pesar de que intentó convencerlo por unas largas horas de no hacer aquello, nunca lo logró.

De esa manera, una semana después, él se despidió de ella, para poder ir hacia su nuevo trabajo.

Le entristecía dejar a su madre, pero, conversando con su nuevo empleador, logró cambiar y conseguir otro trato al que habían establecido originalmente.

Él trabajaría para él, sin sueldo, y haría todo lo pedido por un año, como prueba, a cambio, su madre dejaría de trabajar en aquel condenado lugar.

Aunque el noble lo dudó, terminó aceptando.

No todos los días se podía encontrar a un chico con las capacidades físicas para derrotar a tres hombres adultos. Obviamente tendría que sacarle provecho.

La nueva estancia dada para ella era en una pequeña casa compartida con otras jóvenes damas. No era mucho, pero, para él, era un magnífico inicio.

Al cumplir el año, una nueva oportunidad se le presentó, y él no la rechazó.




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