Reino de las tinieblas,
3 años antes de la toma del poder
La neblina grisácea se hacía cada vez más espesa, obstruyendo el sentido de la orientación de todos aquellos que seguían sus propios deseos.
La luz de las antorchas desaparecian en la neblina espesa. Los hombres de Jacob habían reducido su número a la mitad, sus cuerpos se disipaban en el aire sin dejar ningún rastro de su existencia;era como si la misma oscuridad se los tragara sin gritos, dolor o agonía.
La neblina se condensaba más a cada paso que daban dificultando la respiración y dando una sensación de ahogo momentáneo. Jacob tenía claro desde un principio, que no todos llegarían al final y tal vez solo él sobreviviría.
Cuando comenzaron el viaje el sol aún resplandecía en lo alto del cielo. Eran unos trescientos cuarenta y cinco hombres entre ladrones y mendigos. Jacob les había prometido a la mayoría de aquellas personas que lo seguían que al final del sendero encontrarian tesoros y riquezas, pero sus planes eran diferentes. Sabía desde un principio que los estaría llevando directo hacia la muerte, pero eso no le importaba en absoluto, unas pequeñas vidas sacrificadas por el poder de la misma oscuridad no sería de gran trascendencia con su objetivo final.
El ambiente se hacía cada vez más húmedo y pesado dificultando la respiración.
Jacob por primera vez desde que iniciaron la trayectoria escuchó un estruendo que se hacía más espeluznante, así que giró rápidamente la cabeza para observar de donde provenía tal sonido. Lo que a primera vista parecía un simple humo cubriendo como una manta a un delgado hombre, después de unos instantes comenzó a quemarle la piel, la bruma le iba consumiendo el cuerpo dejando solo huesos en el camino.
Aceleraron el paso, todos asustados por la presencia de la muerte, pasaron por encima de los huesos que aún conservaban la marca café de un hijo del aire en todo su esplendor.
-¡Es inútil si los que poseemos el don no utilizamos el poder de las estrellas!-. Replicó un hombre corpulento detrás de Jacob.
La ira iba incrementando como un fuego ardiente en su pecho, en su espalda llevaba una gran lanza; la desenfundo y le atravesó el corazón al hombre que se quejaba. Miró con desagrado el cuerpo sacando lentamente la fina cuchilla llena de sangre.
-¿Hay otro que tenga queja alguna?-. Preguntó, el tono de su voz era grave, sus ojos negros no mostraban expresión de remordimiento. Nadie contestó.
-Bien sigamos-. Ordenó Jacob. Mientras giraba su gran cuerpo dejando ver los tatuajes que tenía en el antebrazo, su mano limpiaba la cuchilla con una tela dorada, colocando la lanza de nuevo en su espalda.
El camino llegaba a su fin, no había tesoros, ni nada, solo un enorme precipicio nublado. Las antorchas comenzaban a apagarse una por una hasta que la oscuridad los rodeó por completo. A lo lejos la neblina comenzó a arremolinarse en el centro. Luego se escuchó una voz, tan dulce como tenebrosa.
-¿Quién se atreve a interrumpir en mis aposentos?-. Dijo la voz hipnótica.
La forma de una mujer se dejaba ver a través de la espesa niebla, en una silla hecha de humo negro, su curvilínea figura cada vez se hacía más visible sentada con orgullo con sus ojos oscuros como la noche flotando en medio de la espesa bruma.
-Poderosa Diosa. Yo Jacob hijo del agua vine a entregarle mi lealtad-. Respondió débilmente ante la presencia de la Divinidad. Sintiéndose abatido se arrodilló poniendo las manos en el frío suelo en forma de respeto, los seguidores de este hicieron lo mismo que su líder.
- ¡Un hijo del agua en persona viene a visitarme!- Exclamó. La Boca de la diosa insinuó una sutil sonrisa.
-Mi mundo está en un completo caos-.Afirmó el mortal.
Jacob alzó la cabeza buscando los ojos oscuros de la Diosa.
-Puedo ver através de ti mortal, quieres el poder, y estás dispuesto a sacrificar todo por tu objetivo- Replicó la Diosa- Sabes muy bien que en tu mundo las divinidades han proclamado que solo puede ser rey los hijos de la luz nacidos bajo la constelación de Leo ¿No es así?.
-Creo que los Dioses creadores se equivocan- Dijo levantando todo su cuerpo del suelo- El poder no debería quedar solo para unos que se regocijan bajo su arrogancia.
La Diosa se levantó de la silla con una sonrisa en el rostro, acercándose más a los hombres y dejando apreciar su enorme belleza mientras flotaba por la bruma. Jacob oyó la voz de la misma oscuridad en algún lugar de su mente, su cuerpo se tensó y un escalofrío con electricidad que no le desagradó del todo le recorrió su corpulento ser.
<<¿Estás dispuesto a violar el equilibrio del universo para conseguir lo que deseas?.>>
Preguntó la diosa con voz seductora a través de su cabeza.
- Estoy dispuesto a dar mi vida por ello-. Respondió él con seguridad.
-Necesito un juramento de lealtad-. Proclamó.
Entonces la diosa acercó su rostro al de Jacob, dejando ver más de cerca los ojos que tenían oscuridad infinita-. Arrodíllate y Jurad-. Añadió.
Jacob se arrodilló dispuesto a hacer lo que fuera necesario para tomar el control, que a su pensar era desde el principio de los hijos del agua nacidos bajo la constelación de Escorpio. Le pertenecía. Si solo los Dioses creadores se hubieran dado cuenta de esto desde el principio de los tiempos,la tierra a su pensar no sería un completo caos.
-Entregadme tu mano hijo del agua-. Replicó extendiendo su brazo rodeado de neblina al mortal que arrodillado estaba.
Jacob tomó la mano de la Diosa, y la bruma cubrió todo su cuerpo, pasándole corrientes eléctricas por sus venas, sintiendo el poder recorriendo cada una de sus fibras y viendo como su marca en el brazo se tornaba negra, llevando la oscuridad en su ser.