Cap. 5 *Melancolía*

Sideria era bañada por las cenizas de la batalla, la sangre de aquellos que dieron su vida para defender a su pueblo corrían por los suelos de lo que alguna vez fue un país armonioso.

Las personas que se habían rendido a la inminente derrota, hacían filas para entregar sus armas. Los valientes que utilizaban sus poderes, absorbidos eran por la oscuridad y consumidos desde adentro.

Los cuerpos estaban siendo transportados en carretillas para llevarlos a una fosa común,para asegurarse de que estuvieran realmente muertos les clavaban una daga directo al corazón.

Nadie antes de la guerra creyó que la oscuridad había avanzado tanto, la creían extinta.

Ninguno estaba preparado para ese momento.

Habían fallado en proteger la armonía y la luz.

La esperanza se esfumaba frente a los ojos del pueblo de Sideria, rendirse y sobrevivir era la única salida. Aria contemplaba el fracaso y la muerte de primera mano, hombres y mujeres, guerreros que ella entrenó, personas que conocía, el rey y la reina manchados con la sangre del sacrificio. Sus manos estaban atadas con las cadenas de la derrota y sus poderes controlados por la magia oscura.

El cuerpo de Aria arrastrado era por el castillo hasta la sala de tortura que en más de cien años no había sido utilizada. Le apretaron las manos con un hierro helado, debido a que controlaba el fuego esa temperatura quemaba su piel, el dolor recorría su cuerpo, su mente no pensaba en nada más, sino en cómo cada fibra se desintegraba. Jacob entró al cuarto con una sonrisa victoriosa en el rostro, sus dedos pasaron por la cara de Aria cubierta de sudor mientras su mente divagaba entre este mundo y el otro.

- Querida Aria, tu rey ha sido derrocado y ahora Sideria me pertenece-. Celebró -Espero que estés feliz, los signos de fuego no volverán a tener el control.

-Sabes que estás violando el equilibrio-. Reprocho. - Nosotros no anhelamos el poder lo salvaguardamos, así el mundo vivirá en armonía-. - Lo que has hecho no trae cosas buenas para nadie-- Dijo con su voz agonizante.

-Deja tu discurso egocéntrico, acepta que perdieron el poder que los hacía grandes-. Se jactó. -Ahora mírame y dime dónde están las princesas-.

-No pensé que tenías tanto interés por ellas, a qué le temes todopoderoso.

-No le tengo miedo a nada, son solo unas niñas, pero prefiero deshacerme de todo lo que me estorba de una vez antes de que se me cruce en el camino.

Jacob tomaba el hierro que tenía a su derecha, con su habilidad innata levantó el agua de la cubeta y rodeo la espada con ella, convirtiéndola en hielo negro se lo puso en el abdomen de Aria quien gritó de dolor. La oscuridad entró por sus venas nublando su visión y llevándola a un estado semiconsciente. Indagando en sus recuerdos y mostrándole a Jacob todo lo que quería saber.

-Ah.-Soltó-. -Creo que tus esfuerzos han sido en vano, el agua tiene memoria, y mis poderes se han potenciado al máximo para leer las gotas que recorren cada fibra de tu ser.

Aria no podía hablar, su organismo estaba a punto de desfallecer, sus piernas ya no sostenían el peso de su cuerpo, la sangre de su nariz se derramaba por su boca, por un segundo sintió el sabor salado recorriendo las papilas gustativas de su lengua. Después de un instante todo su mundo se abalanzó a ella dejándola en completa oscuridad.

-Sáquenla de aquí, déjela en el calabozo. No dejen que vea la luz del sol así no podrá crear fuego-. Proclamó Jacob sin sentir nada por la vida de la mujer.

Jacob salió de las cámaras de tortura, con los hombres oscuros detrás de él. La victoria estaba en sus manos, pero sabía perfectamente el peligro que conllevaba que las dos princesas dueñas legítimas de la corona hubieran escapado. Aquellas podían crear más adelante una rebelión. En sus planes estaba dejar el trono para sus descendientes nacidos bajo el astro escorpio.

-Han encontrado a las pequeñas.- Preguntó al líder de los ofiuco cuyo nombre era Caligo.

-No, mis hombres las perdieron en el bosque -.Explicó. -Ahí nadie de nosotros ha podido pasar, el lugar ha matado a cinco de los mios, está maldito. Añadió el hombre sin rostro.

-Pero ellas entraron ahí sin problema, no me lo creo-. Exclamó Jacob con incredulidad.

-La verdad pienso que no sobrevivirán mucho tiempo solas ahí, pero tengo el sitio rodeado e intentando romper las barreras mágicas del lugar-. Contestó Caligo siguiendo los pasos de cerca al nuevo Rey.

-Si tienen un avance avísenme de inmediato.- Ordenó.- Emprenderé un viaje a las montañas nevadas para encontrarme con la bruja oscura, ella nos brindará las respuestas que estamos buscando.

El viaje había sido largo, dos días y tres noches de recorrido hacia los grandes picos nevados. Jacob iba adelante montado en su caballo negro guiando la dirección correcta, detrás de él unos veinte hombres entre oscuros e hijos del agua.

El camino se hacía más corto que la primera vez que cruzó las grandes montañas, con frío, hambre y a punto de morir antes de que la bruja lo salvara. La recordaba vívidamente, era todo menos lo que esperaba de una hechicera, su gran belleza lo cautivó. La piel blanca como la nieve, sus ojos claros de un azul grisáceo, la forma elegante y sutil lo habían atrapado en cuerpo y alma, esperaba que la hechicera anhelara tanto verlo como él a ella.

La luz del amanecer rebotaba en la blanca nieve, el frío abrasador golpeaba sus narices helándolas. Todos los hombres buscaban calor debajo de sus grandes abrigos de piel.

La pequeña cabaña se alzaba en lo alto de la montaña, Jacob ordenó a sus hombres que esperaran a su regreso, deseaba ver a la bruja solo. Llamó a la puerta y esta se abrió sin que nadie acudiera. La penumbra de su interior era opacada por una luz al final del pasillo, él con una seguridad de encontrar lo que buscaba, caminó hacia ella.

-Veo que estás sediento por más respuestas a las dudas que posees.-Dijo volteando la bruja observando.-La marca de la oscuridad, te has vuelto más fuerte hijo del agua-. Añadió sin sorprenderse.