Atado a tí [saga Venganzas]

Capítulo IV

El baile continuó sin contratiempos, Georgiana estaba feliz y nada podía quitarle la sonrisa del rostro. Disfrutó demasiado, bailó tanto que sus pies dolían, conoció a muchas personas, aunque pocas de su agrado. 

Luego de bailar con el duque él la dejó al lado de su padre, el cual sonreía con genuino orgullo, continuó lanzando miradas tímidas al duque, las cuales él correspondía con intensidad.

Había en él algo que la intrigaba, y aunque seguía algo ofendida por la falta de caballerosidad al dirigirse a ella luego de divagar, no podía evitar suspirar por él.

El duque por otro lado se sentía fastidiado, si bien se había sentido atraído hacia ella por su físico, el acercarse y sacarla a bailar le había resultado tormentoso, no había visto nunca mujer más aburrida.

La media noche cayó y todos los nobles se dirigieron a sus hogares, siendo el tema de conversación principal de camino el baile del duque con la solterona debutante.

Gorgiana pensó ir a dormir sin más preámbulos, estaba agotada físicamente, aunque brincaba de felicidad por dentro. Antes de subir el primer escalón su padre la detuvo, avisando que deseaba hablar con ella al día siguiente.

Los nervios la carcomían, ¿Habría hecho algo mal? Aunque su padre no parecía molesto, por el contrario, estaba rebosante de felicidad. Rápidamentefue a dormir, deseaba saber para qué la solicitaba su padre. 

Luego de deshacerse del vestido y el peinado, le ayudaron a colocarse el camisón para luego recostar su cabeza en la almohada y dormir profundamente casi de inmediato.

 

••••••

 

 

 

La luna brillaba y su resplandor se colaba por la ventana, iluminando el cuerpo de los amantes que yacían en la cama.

–Querido, te he visto bailar amenamente con la solterona debutante esta noche. Parecías muy cómodo, ¿No lo crees?–comentó la joven de cabellos negros con los celos saliendo por los poros.

–Eso es algo que no te incumbe, con quien baile o no, no debería importarte, de todas formas solo estamos para calentarnos la cama el uno al otro ¿O se te olvida?–dijo el duque con sorna.

–Eso lo tengo más que claro–respondió la mujer con brusquedad.

–De cualquier manera, lo nuestro debe acabar aquí, no estoy dispuesto a mandar mi plan por la borda por culpa de una mujer celosa.–declaró el duque–Me casaré, seguramente al amanecer su padre hablará con ella. No quiero piedras en mi camino, y por muy dama que seas, no tendré miramientos al quitar cualquier estorbo de mi camino–advirtió el duque a su amante, la cual se encogió intimidada.

–Creí que te había hecho olvidar cualquier pensamiento de venganza–dijo la mujer en tono atormentado–Pensé que podríamos...

–Nada, escúchame bien, absolutamente nada podrá hacerme cambiar la idea de vengarme, mucho menos un par de pechos y una vagina caliente.–la mujer se volvió roja, no por vergüenza, sino por la ira que le hacía arder la sangre.

–No puedes hacerme esto, soy una condesa de renombre, una dama respetable que no merece ser tratada de una forma tan vulgar como lo estás haciendo.–habló llena de ira.

Amelie Allard condesa Rothland era una mujer intachable ante los ojos de la sociedad, una viuda respetable que perdió a su marido cuando salió a cazar y una bala perdida se le clavó justo en el corazón. Una mujer joven de 25 años, la cual desgraciadamente no logró engendrar a un heredero, por lo mismo se encontraba en aprietos económicos y encontró en el duque una ayuda monetaria, la cual había estado guardando, luego de derrochar la pequeña fortuna que su difunto marido le había dejado.

Era una mujer hermosa, cabello negro azabache, ojos de un verde brillante, labios gruesos y rosas, una piel comparable a la porcelana, pero su mayor atractivo eran sus curvas, pechos pronunciados y cintura pequeña, la hacían lucir como una diosa de la lujuria.

La mujer se levantó de la cama sin importarle su desnudez, se colocó rápidamente el vestido y los zapatos.

–Ésto no se quedará así–amenazó la mujer con el orgullo herido.

 

••••

 

A la mañana siguiente Georgiana se encontraba en el estudio de su padre, el cual a horas tan tempranas se encontraba con un vaso de Brandy en la mano.

–Padre, estoy por colapsar de los nervios, por favor no me deje con la duda, ¿Qué es eso que quería tratar conmigo?–Dijo la rubia casi queriendo comerse las uñas, aún cuando sabía que eso distaba mucho del comportamiento de una señorita decente.

–¡Querida hija! Estoy tan feliz, no creo que nada pueda quitarme la dicha que siento, ¿Sabes cuánto te aprecio? ¡Oh, claro que lo sabes!–exclamó el marqués con una sonrisa que contagió a su hija–han llegado varias propuestas matrimoniales a primera hora, pero, aunque teníamos un acuerdo, me temo que faltaré a mi palabra–con ésto último la sonrisa fue borrada del rostro de Georgiana, quien claramente sabía que su padre la obligaría a casarse.–Escogí al mejor partido que pudiera haber en todo Inglaterra.

–Pero padre, usted dijo que me daba dos meses para conseguir un esposo–dijo todavía estupefacta por la forma en la que su padre había roto su promesa–Usted me dio su palabra.

–Nimiedades, querida hija, bien sabes que tu futuro es importante para mí y no puedo permitir que te cases con cualquier barón–dijo con tono serio.–Ya he escogido a tu esposo y no te queda de otra que aceptarlo.

–Padre, no puede hacerme esto, yo...

–¡Puedo hacer lo que yo quiera! Si decido casarte con un peón me obedeces sin rechistar, yo tengo el control de tu vida y hago con ella lo que me plazca–exclamó el marqués con rabia. ¿Quién demonios era esa chiquilla para decirle que hacer y que no? Si bien la amaba porque era su hija, él era quien decidía como y con quien iba a casarse. Una mujer no tiene ni voz ni voto para contradecirlo.

–Está bien, con su permiso, deseo retirarme–Georgiana estaba llorando, le partió el corazón a su padre, pero, así era la vida de las mujeres en la sociedad, debían acatar lo que el hombre decía, sino no serviría para nada.



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En el texto hay: amor, venganza, epoca

Editado: 25.08.2021

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