El golpe de su puño al estrellarse contra la mesa hizo astillar un poco la madera de acebo. Todos en la oficina miraron a Desmond, estaba enojado, molesto e inconforme con lo que su padre y madre les había dejado. La única forma de poder liberar al 100% todos sus poderes, era uniéndose a un ser insignificante.
—No sólo es suficiente con que sean humanas—Preston sonrió con ironía, no más conforme que su hermano mayor—, nuestra madre que bien sabe quiénes son ellas, no quiere decirlo, tenemos que descubrir quiénes son y atarnos a ellas por quien sabe cuánto tiempo. ¿Esto les pareció un juego divertido a nuestros padres?
Una leve mueca de desprecio pasó por el rostro de Preston. ¿Por qué habían elegido humanas? ¿Por qué el planeta tierra de entre tantos? ¿Qué había de especial en ellos?
Preston era un ser hermoso por herencia; su cabello era castaño, adornado por reflejos dorados. Su piel hermosa, era de un tono cálido. Cejas pobladas, pero perfectamente alineadas. Era irónicamente amante de la literatura escrita por humanos, un romántico en secreto. Sus ojos color rosáceos significaban amor y compromiso, pero también dolor causado por los recuerdos tristes. Es el segundo hijo de Magnus, y de su pareja Safrina, monarcas provenientes de un planeta llamado Serova. Cada ser descendiente de la realeza en Serova nace con un don que se refleja de acuerdo al color de sus ojos.
Sin embargo, Jeremiah se levantó del sillón con emoción y sonrió con su perfecta dentadura digna de un príncipe.
—Chicos, tranquilos, véanle el lado positivo a la situación —miró a Preston y le guiñó un ojo—, las humanas son una verdadera belleza.
Jeremiah sonrió con diversión, sin una pizca de vergüenza se imaginó todo lo que haría con la humana que su madre le había elegido. Jeremiah era el hermano menor. Dueño de una electrizante personalidad, siempre gastando una mala broma. Jeremiah era rubio, con el cabello largo, atado en una coleta. De cuerpo esbelto y bien proporcionado; en el mundo humano pasaba fácilmente por un boxeador. Por ello sus facciones eran duras y bien marcadas, pero por dentro era el más joven, alguien sensible. Sus ojos eran de color oro rubí, que significaba abundancia, prosperidad y suministro.
—Por favor Jeremiah, intenta comportarte. Si madre te escuchara se horrorizaría—le increpó Anthony. Miró a sus tres hermanos con desaprobación—. Nuestros padres siempre tienen una razón para hacer las cosas. Sobre todo, nuestra madre.
Anthony era el tercer hermano, de carácter honorable, culto y agradable. Anthony también era de cabello rubio, pero corto y bien peinado. Con facciones delicadas y suaves. Su piel era blanca y brillantemente hermosa, llena de vida. Su sonrisa era encantadora y cordial, con labios estratégicamente rosados. Y sus ojos, esas perlas eran verdes, muy claros, los cuales representaban la sanación, y purificación de una enfermedad tanto física como del alma.
—Puede ser cierto, pero me gustaría recordarles de vez en cuando que ya tenemos más siglos de los que podemos contar con nuestras manos—masculló Preston, cruzado de brazos.
—Aquellos tiempos que no volverán—murmuró Jeremiah, echándose de espaldas en el sillón.
—Padre y madre pretenden manejarnos por el resto de nuestra eternidad—recalcó Desmond, su tono era de indiferencia, pero estaba enojadísimo. En sus ojos se reflejaba fácilmente la impotencia que sentía.
Desmond era el hermano mayor, el primero de todos. Dueño de una personalidad casi fría y controladora, era astuto y reflexivo. Era alto, su cuerpo reflejaba la musculatura necesaria para atraer a todas las inmortales y mortales. Su cabello de un negro cual oscura noche era sólo un poco largo. Sus cejas eran perfiladas y oscuras al igual que sus pestañas, que hacían un perfecto juego con sus labios teñidos de un leve y suave rojo. Y su piel tan tersa como el marfil era pálida. El amarillo en sus ojos era el estudio, la inteligencia, el trabajo y la sabiduría.
—No hay que subestimar a las madres—dijo Preston con reconocimiento—. Sobre todo, a la nuestra, cree ciegamente que no sabemos lo que es mejor para nosotros.
Las puertas de la oficina se abrieron de golpe, por donde apareció Nathaniel, su primo, e hijo de Gill, hermano de Safrina. Su cabello era corto y bien arreglado de lado, de color cobre brillante. El color gris en sus ojos representaba la pureza, fertilidad y equilibrio. Quien también estaba dentro de los planes de los gobernantes en Serova. Su rostro era tan hermoso como el de sus primos, pero ahora estaba enfadado, se reconocía especialmente por despreciar la raza humana tanto como Desmond, no quería ser atado a una mujer mortal, esas eran las más sensibles y problemáticas.
—¿Qué le sucede a la tía? —bramó Nathaniel.
—Conoces a nuestra madre—contestó Desmond con la misma indiferencia.
—Al parecer no hay opción—admitió Preston finalmente, sentándose junto a Jeremiah en el sillón.
—Ya veremos—susurró Desmond, temiendo por lo peor.
La entrega de todo su ser a un humano.