Selien
Selien llevaba varias horas en el cielo nocturno cuando escuchó a alguien acercándose.
Al principio creyó que podría ser Baham ya que llevaban semanas sin hablarse. Él no entendía que le pasaba. De la nada ella había decidido dejar de hablarle y se alejó sin dar explicaciones. Intentó varias veces acercase, pero ella solo lo evitaba una y otra vez. Aparte, ¿A qué se refería con que las otras Estrellas tienen razón?, ¿Razón en que ella es solo una Estrella? Baham sabe muy bien que ella más que eso, que ella es su confidente y su mejor amiga. Para él no es solo una Estrella más.
“¿Por qué lo defiendes tanto, hermanita? ¿Te gusta acaso?”
No, no puede ser eso…
En el momento en que Selien se dio la vuelta, con la esperanza de ver a Baham, se encontró con una completa desconocida. Su cabello era cobrizo y usaba vestimentas de tonos verdes. Su rostro no reflejaba amabilidad.
- Tu – dijo con voz fría mientras se aproximaba.
- ¿Te conozco?
- Soy Ceres, diosa de la agricultura. Asumo que tú eres el dios de la Luna.
- Selien. Mucho gusto – dijo él mientras le extendía la mano a Ceres. Ella no la estrechó.
- ¿Se puede saber qué es lo que quieres lograr con Helia? – preguntó con enojo.
- No sé a qué te refieres – respondió Selien, nervioso. – Escucha, aun me queda una hora para volver a mi Palacio. ¿Por qué no vas allá y hablamos con calma? Aparte, la presencia de una diosa llama demasiado la atención…
- Está bien - accedió irritada. Dicho esto, se fue.
Selien no entendía cada vez más que era lo que ocurría. Primero, las Estrellas insinuaban que él estaba enamorado de Helia y ahora una diosa enojada llegaba en medio de su viaje a hacerle preguntas. Solo esperaba que una vez él volviese a su palacio, ojalá, Ceres se hubiese perdido en el camino y que no hubiese llegado.
El Palacio de la Luna era su hogar. Era bastante parecido al de Helia, el Palacio del Sol, pero mientras aquel poseía colores cálidos y radiantes, el de Selien poseía todos fríos. Su palacio no era su lugar favorito en el universo, pero al menos era medianamente acogedor.
Cuanto Selien cruzó sus puertas, se encontró a Ceres esperándolo. En cuanto lo vio, su semblante de endureció. Era obvio que él no le agradaba.
Otra persona más a la lista.
- Tenemos que hablar – dijo la diosa mientras se paseaba de un lugar a otro. Selien optó por sentarse.
- Está bien.
- ¿Qué pretendes con Helia? Y no te hagas el que no sabe. Se muy bien que algo tramas.
- No tramo nada, Ceres. Ella es el Sol y yo la Luna. Más allá de eso, no tenemos ningún tipo de relación.
- ¿Entonces como explicas el hecho de que ella siente que la observas?
- ¿Cómo es eso de que ella me siente? – preguntó Selien, analizando aun las palabras de la diosa.
- Ella dice que siente una mirada especial cada atardecer. Una mirada no humana. Además, dice soñar cada noche con unos ojos azules. Y tú, dios de la Luna, eres el único ser divino que tiene ojos de ese color. ¿Por qué tan sorprendido?
- Porque Universo me aseguró que ella nunca sabría de mi existencia. Que ella jamás podría ver mi rostro – respondió Selien, mientras una sonrisa se iba formando en su rostro. Esto significaba que algo estaba pasando. Una pequeña pizca de esperanza.
- Esto no me gusta… Si Universo te dijo eso significa que algo anda mal. Será mejor que se lo diga… - y mientras la diosa se levantaba, Selien la retuvo del brazo. - ¿Qué haces?
- ¡Tienes que ayudarme! – respondió entusiasmado – Esto significa que tal vez pueda tener una oportunidad con Helia.
- ¿Por qué debería ayudarte?
- Porque ella es tu amiga, ¿no? Si ella te ha estado hablando de mí y si estás aquí es por algo. Tienes que ayudarme. Te juro que no les causaré problemas a ninguna. Solo quiero tener la oportunidad de hablar con ella, sin que Universo se entere.
- ¿Por qué necesitas hablar tan desesperadamente con ella?
- Es extraño decirlo, pero… no me imagino una vida sin Helia. Ella ilumina mis días y mis noches. Ella es mi inicio y mi final, mi amanecer y mi atardecer. Amo verla cada día, mientras da vueltas por el mundo. Amo verla cada atardecer, cuando sus últimos rayos de calor iluminan el cielo. Amo ver como sus rizos se alborotan ligeramente cuando sopla el viento. Amo ver la sonrisa que se forma en sus labios cada vez que está soñando. Amo su sencillez y amo su resplandor. La amo.
Ceres lo escuchó en todo momento mientras él hablaba. Con cada palabra que él decía, su semblante se iba suavizando hasta que ella cerró sus ojos y suspiró. Luego de varios segundos que se sintieron como horas, ella respondió.
- Está bien, te ayudaré – y mientras Ceres decía esas palabras, Selien no pudo más de la emoción y la abrazó.
- ¡Gracias, no tienes idea de lo agradecido que estoy! – le dijo emocionado mientras la alzaba y giraba con ella.
- ¡Está bien, bájame ya! – gritaba ella, tratando de sonar enojada. – Tengo un plan.
- ¿Cuál? – preguntó Selien, tratando de concentrase.
- Un baile. En el Palacio del Sol. Helia podría organizarlo, he invitaríamos a todos los seres del Universo, menos a los humanos claro está.
- Pero hacer eso implicaría que Universo se entere…
- No me has dejado terminar. No sería cualquier clase de baile, sería un baile de máscaras. Universo dijo que Helia nunca sería capaz de ver tu rostro ni saber de tu existencia, pero ella ya sabe que existes, pero no sabe quién eres exactamente. Si todos usamos una máscara, incluyéndote obviamente, técnicamente ella no estaría viéndote el rostro. Solo bastaría que ella viera tus ojos – explicó Ceres. – En un mes se cumplirá un año desde la Creación, podría ser el pretexto para organizar el baile. El baile sería en el crepúsculo, cuando no es de noche ni de día. Pero necesitarás la ayuda de alguien que pueda reemplazarte esa noche para conducir tu carro lunar.